32 cartas y unos ojos verdes. ¡Lee esto!
Aún siento las gotas de lluvia heladas cayendo sobre mi cabeza ese 30 de Octubre. No suele llover en esas fechas pero supongo que hasta el cielo estaba triste al verte partir de esa estación de tren. Esa tarde gris en que me diste la espalda, esa tarde en que lloraste y me prometiste que regresarías por mí. Aunque algo en mí, dentro de mí, presagiaba el principio del fin. Y aún, recordando tu promesa suelo esperarte en aquella estación del tren. Con el corazón roto, con el alma vacía y con los ojos tristes.
Nunca fui una chica fácil. Soy un problema tras otro y navego con bandera de idiota. La realidad es que escondo mi yo entre caretas, las cuales rompiste con tan sólo una sonrisa y esa mirada, esa de tus ojos verdes. Siempre supe que el amor de mi vida tendría ojos verdes. Esos ojos verdes que en tantos sueños yo vi. Te sumergiste en un mar de complicaciones, de temores, de rabia y tristeza. No renunciaste aun cuando conociste mi bipolaridad y mis episodios psicóticos. No renunciaste las seis veces que quise quitarme la vida, ni de tantas otras que te mandé al carajo. Decidiste vivir conmigo, luchar contra mis demonios y rescatarme del mismo infierno. Lo diste todo por mí. Y es por eso mismo que me cuesta entender tu ausencia. Tantas batallas ganadas y en un simple round te tiras a la lona.
Te fuiste hace más de diez meses a Madrid. De los cuales ya son cinco que no sé de ti. Primero solías llamar y luego escribías. Posterior a eso, medio hacías el intento por escribir algunos mensajes. Siempre dijiste que odias la modernidad, lo poco carentes de sentimiento que son estos medios. Siempre fuiste anticuado hasta para amar, dijiste que el correo tradicional nos daría un toque de romance, ¡un carajo el romance! ¡Yo te quería a ti! Adjuntando todo eso, fue fácil alejarte de mí anteponiendo pretextos, ideas que siempre respeté de ti. Es por eso que desde el momento en que llegó esa beca de estudios sabía que estaba a punto de perderte. Yo no creo en el amor a distancia, ahora lo veo; tampoco tú. Yo necesito tu tacto y tu cuerpo a mi lado, quisiera jurar que tú no. Y quizá ya encontraste otro cuerpo que te extasía igual que el mío, tal vez es el motivo de tu desaparición.
Debes saber que llevo seis meses asistiendo a terapia. La Psiquiatra decidió medicarme, y es que he vuelto a mis andadas. Ya no veo la luz del sol. Te fuiste esa tarde lluviosa y desde ese día se inundó mi corazón de pena. No concibo la vida sin ti. Hasta respirar duele.
Hacer el amor contigo está entre las cinco cosas más placenteras que nunca volveré a hacer de nuevo, es la número uno sin lugar a dudas, nadie me conoció e hizo conmigo lo que quiso como tú. Fui tu juguete, víctima de tus adorables perversiones. No sé qué hacer sin ti, no encuentro mi lugar. Estoy en el limbo, en un espacio vacío donde el todo es nada. Y la nada… Eso soy yo.
Veo tu fotografía, esos ojos verdes que me enamoraron. Eso ojos verdes que se convirtieron en mi paraíso. Esas dos brillantes luces que me dieron esperanza cuando más la he necesitado. ¿Sabes? Las terapias no sirven. Después de cinco meses que no se de ti tampoco quiero saber de mí. Me esta matando la tristeza, pero tampoco quiero agonizar. A pesar de lo que me digan nadie sabe lo que siento, nadie entiende mi desesperanza. No puedo seguir. Es un absurdo intento de supervivencia y no quiero sobrevivir, ni vivir muriendo.
Amor mío, mi príncipe de ojos verdes. Si estás leyendo esto, es que no fallé en mi intento número siete de quitarme la vida. Ya lo logré porque simplemente no quiero vivir más sin ti. Te amaré siempre. Fuiste el único ser que me hizo feliz en mi lúgubre vida destinada al fracaso. Gracias por tus sonrisas, tus besos, tu calidez y tu amor. Por hacerme el amor tantas noches y por tantas noches de amor. Dicen que quien se suicida es porque no se ama. Yo digo que me importa un demonio lo que la gente piense y lo sabes de sobra; me amo, por eso evito hacerme más daño con tu partida.
No soy una cobarde como todos piensan, ¡porque piensan una jodida basura!. Enfrenté todo con la cara en alto, pero soy un ser que supo que no podía dar más. No me tengas lástima, no me voy derrotada, asumí las consecuencias de mis actos, pero no deseo luchar más. Estoy irremediablemente enamorada y contra el amor, no hay batalla que pueda ganarse. Mi amor de ojos verdes… Ahora sé que te encontraré en el infinito. Así en la tierra, como en el infierno…
… Luke, el hombre de aquellos ojos verdes, volvió. Atendiendo esta terrible noticia. Estaba destrozado, no comprendía que ella se hubiese quitado la vida después de tanto amor profesado. Ella era su vida, ¿Cómo concebir la vida con su partida? Estaba desconsolado y preguntándose qué sería de las cartas que él escribió. El día que él regresó, el servicio postal llevó treinta y dos cartas que no fueron entregadas a ella. Cartas que Luke escribía con tanto amor. Treinta y dos cartas que se quedaron varadas en el saco de un hombre que jamás entregó, por una inmensa apatía y que separaron para siempre a una linda joven, de un hombre guapo; un hombre guapo de verdes ojos. Los ojos verdes que se apagaron el día que supo que no la vería nunca más.
Con el alma apesadumbrada y vacía. El hombre que escribió treinta y dos cartas que contaron un romance que jamás podría ser. Pues el amor de su vida le habría roto el corazón, al enfrentarlo a vivir sin ella una vida sin amor, sin pasión, sin nada…