A mi viejo

Hace muchos ayeres (unos pocos diría él), nació el hombre que más ha tocado mi corazón. El cómplice de mis travesuras de infancia, el que siempre se ponía serio cuando le contestaba indolentemente y luego se regocijaba en silencio por contribuir en gran medida a que creara un juicio propio. El correcaminos de la avenida 23, el hombre incansable, el de las mil batallas, el que le teme a una gripe, pero se pelea como león enjaulado por los suyos, por los otros, por todos.

Si alguna vez pierdo la fe en la humanidad, sólo necesito recordarte, pensarte e ipso facto todo vuelve a tener sentido. Tú eres una persona extraordinaria, soy, sin dudas, la mujer más afortunada de todos los mundos, porque tuve la dicha de que me criaras, de estar a tu lado y aprender de ti, de conocer el amor más puro e incondicional.

También agradezco los regaños (que fueron muy pocos porque esos menesteres menos placenteros se los dejabas a otras personas), porque me hicieron mejor persona.

Recuerdo que jamás me hablaste de Dios, ni de la fe, la religión yoruba, cartas astrales o ángeles, sin embargo, me argumentabas sobre la familia, los amigos, la justicia, la solidaridad, el amor, la dignidad, la igualdad, el ser amable, estudiar, el no mentir ni robar, que vale más tener un solo amigo verdadero que muchos falsos, que la vida se vive trabajando, que nada cae del cielo, que el amor a veces duele pero vivirlo vale la pena, que no importa las veces que caemos, que cuentan más las que nos levantamos, que dar lo mejor de uno es una obligación, que la mujer es una diosa y como tal se nos debe tratar, que leer nos engrandece, que está bien ser apasionado en lo que nos gusta, que dar es tan gratificante como recibir, que mandar “al carajo” lo que nos daña es obligatorio y que vengarse es de necios.

Forjarse el temple a tu lado no creas que fue cosa fácil, al principio, cuando no entendía nada, no comprendía qué parte te dominaba….Si la del hombre con el ceño fruncido y que se enojaba por las nimiedades de la vida, el que protestaba cuando le pedía un favor, o en su defecto, el que a pesar del ceño fruncido y la protesta, salía corriendo (cuasi matándose) a cumplirme mi capricho; el que llegaba y besaba a mami en la boca (porque si no se quedaba sin comer), el que al terminar de cenar se paraba a lavar los trastes («porque tu madre ya cocinó así que esto me toca a mí»), el que abre la pista de baile en cada fiesta de la casa (siempre con su compañera de vida, ya 51 años juntos), el que siempre estuvo para mí y por mí, velando el sueño, poniéndome los alcoholes para bajarme la fiebre junto con mami (porque tu hija fue muy enfermiza), el que me llevaba al estadio a ver el béisbol, o a las consultas todos los viernes para atenderme la psoriasis y de ahí a por un helado; el que arrancaba los domingos para la Escuela al Campo sin faltar nunca a la visita, o el que nos dejaba subirnos a mil chamacos sobre tu coche para la fiesta de cumple…..en fin, anécdotas hay miles, conclusiones una sola Te domina una humanidad tan grande para con los tuyos que toca mi sensibilidad en lo más profundo.

Lo único que puedo reprocharte es ser el mejor padre del universo, el mejor esposo, tío, abuelo, amigo, compañero, vecino…..Porque ciertamente hallar un molde como el tuyo es algo fuera de serie.

Lo que me reprocho, es el no estar al lado tuyo y el de mami al amanecer, a la hora de la comida y cuando vemos tele en la noche, o cuando me meto (aún con este tamaño), entre los dos mientras están leyendo en la cama y así quedarme con ese aire, con ese olor, con esa sensación de calidez, de pertenencia, de familiaridad, de identidad, de hija.

Insisto hasta el cansancio: No quiero, no deseo, no sueño con un padre que no seas tú. Estás por encima de todo cuestionamiento, de toda duda y mi amor por ti es infinito.

Tu hija.