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Historias

Publicado en octubre 14th, 2015 | by Débora Carrasco

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Algo extraño… Parte 8

Cuando yo estaba en secundaria, en primer año era un poco tímida; era una nueva escuela, la mayoría de mis compañeros de primaria habían ido a otras escuelas y yo ahora estaba sola intentando hacer amigos. Los primeros días en los recesos me sentaba a comer en una banca sola, sólo viendo pasar a todos. En esos tiempos me sentía indefensa, inmadura, sólo tenía 12 años; con el tiempo me fui juntando con dos chavas, Ana y Sayda, las dos eran más extrovertidas que yo y eso me gustaba, ellas podían platicar horas y horas y yo escuchaba y comentaba, me agradaban, además yo les agradaba.
En ese entonces sólo Ana tenía novio, era un chico de tercer año. En esos momentos yo no pensaba en niños, mi mamá siempre me había hablado de todo y aunque sabía que nunca me prohibirían tener novio, no me interesaba, luego lo conocí a él.

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Saúl. Un amigo del novio de Ana, también de tercero, era guapo a nuestro parecer, aunque no era muy popular como Carlos, el novio de Ana. Saúl era un poco más como yo, callado y tímido, aunque conmigo era un poco más hablador. Se acercaba y platicábamos de cosas sin importancia, a mí me agradaba, sin embargo algo raro había en él. No era muy abierto con respecto a nada y técnicamente lo conocía poco. Yo le contaba a mi mamá todo de él y ella se ponía feliz de saber que era algo como mi primer amor.
Anduvimos durante dos meses. Para mí eran flores y mariposas, pero nada era tan bonito como parecía. Él empezó a cambiar después del primer mes, se volvió celoso, me reprochaba todo y me decía que no hiciera cualquier cosa; en ese tiempo yo no sabía obviamente como funcionaba una relación, yo lo quería y creía que si hacía lo que él decía estaríamos bien, hasta que un día todo se salió de control…
Yo estaba platicando con un compañero sobre el examen que teníamos y Saúl nos alcanzó a ver desde lejos, yo me puse nerviosa pues sabía que se molestaría; Saúl llegó hasta donde estábamos, empujó a mi amigo y éste cayó al piso, cuando se levantó Saúl lo golpeó tan fuerte que quedó desmayado, a mí me tomaba fuerte de los brazos y me decía que era de lo peor, que como podía estarlo engañando, yo no dejaba de llorar. Los profesores se dieron cuenta de lo que ocasionó y su caso fue llevado a dirección, no pasaron más de 2 días cuando ya lo habían expulsado. Yo me sentía culpable, pensaba que era mi culpa que él estuviera fuera. En la escuela le llamaron a mis papás y ellos se enteraron de todo, por lo que obviamente me prohibieron andar con él; yo dije que estaba de acuerdo, que jamás volvería a verlo.
Una semana después de todo, Saúl me buscó afuera de la escuela, me dijo que me amaba, que había sido un tonto, que lo perdonara y que le diera otra oportunidad. Yo acepté, pero a escondidas, mis papás no podían enterarse.
Duramos dos semanas así, viéndonos fuera de la escuela o yo decía que iría a realizar algún trabajo a casa de alguna amiga y nos veíamos en algún parque. Al principio Saúl se portó como nunca, regalos, flores, detalles y no dejaba de repetirme lo arrepentido que estaba y cuánto me amaba; yo era muy «feliz».
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Pero esa felicidad  se terminó una tarde en que quedamos de vernos en el mismo parque, llegué antes que él y me senté a leer en una banca, sentí una sombra y pensé que era él pero en realidad era un chavo que veía con mucho entusiasmo el libro que yo leía.
-Perdón, no quise incomodarte-dijo-sólo que es uno de mis libros favoritos.
-¿En serio? Mío también, es muy bueno-contesté.
Mi corazón empezó a palpitar rápidamente, sabía que Saúl llegaría en cualquier momento y lo que menos quería era ocasionar una pelea, pero el chavo no duró mucho, me comentó algo sobre el libro y se fue. Poco después llegó Saúl y me sentí aliviada, pero para mí sorpresa sí me había visto.
Comenzó a gritarme, a estrujarme y a decirme cosas muy hirientes. Estaba tan enojado que tuve mucho miedo, creí que me mataría. Me apretaba fuerte y yo sólo lloraba, si gritaba de todos modos nadie escucharía, no había nadie por ahí, pero lo intenté y cuando comencé a gritar me calló de un golpe en la cara, mi cabeza empezó a dar vueltas y me desvanecí, al caer sólo sentí un duro golpe en la cabeza.
Cuando desperté estaba en el hospital y mis papás conmigo.
¿Qué pasó?-pregunté como pude.
Tuviste golpes fuertes en la cabeza Sara, ¿no recuerdas nada?-contestó mamá.
Creo que sí…  Todo es confuso, ¿dónde estaba?-dije.
Cerca de casa, en el parque, te encontramos por casualidad, tienes que decirnos que pasó, y quién te hizo eso-dijo papá con lágrimas en los ojos.

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Como pude comencé a contarles todo, confesé haber visto a Saúl por dos semanas a escondidas y les pedí, les imploré que me ayudaran, que me alejaran de él, o más bien que lo alejaran de mí. Mi papá juró que pagaría por lo que me hizo, que lo demandaría, que lo mataría él mismo. Metí demanda, declaraciones y se levantaron denuncias y Saúl jamás apareció, lo buscaron por todos lados, y nunca se vieron rastros de él.
Preguntamos en todos lados, a todos sus conocidos, en los lugares que frecuentaba, en la escuela pedimos datos, pero donde vivía ya no había nadie y no había dejado algo que pudiera decirnos a donde fue. Obviamente huyó, sabía que lo delataría y prefirió huir. Duré unos meses yendo con la psicóloga de la escuela, y poco a poco mis miedos fueron menores; vivía atormentada, pensando que en cualquier momento aparecería y siempre que me olvidaba de él, algo me lo recordaba y temía que apareciera, pensaba que vendría a vengarse, a matarme tal vez. Viví con miedo muchos años, hasta que salí de secundaria y comencé de nuevo otras amistades, poco a poco me fui olvidando de ese capítulo tan terrible en mi vida, y aunque mis papás me cuidaron más, también poco a poco fueron olvidando y confiando en que Saúl simplemente se había ido y jamás volvería.
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Lo olvidé durante años. Mi etapa de prepa y universidad fui feliz y Saúl jamás apareció en mis pensamientos. Cuando decidí estudiar fuera de la ciudad, al principio mis papás se alarmaron, pero sabían que tenían que dejarme, que estaría bien y después de prometerles mil veces que me cuidaría, accedieron y emprendí algo nuevo; en una ciudad donde no estaba lejos de casa pero era todo nuevo para mí. Poco a poco fui haciendo amistades, y además la casa donde vivía era segura, Mara, mi compañera era mi amiga de la Universidad y además era muy tranquila y su personalidad me gustaba, por eso nos caíamos bien.

Así que aún no me recuerdas ¿verdad?- dijo secamente.

Mi corazón se aceleró más de lo que estaba esos días. ¿Lo conozco? ¿Lo conozco de antes?-pensaba. Mi cabeza comenzó a hacer memoria, pero no podía recordar a un loco, no podía hacer memoria de que un enfermo como él estuviera en mis recuerdos.

Sí, te recuerdo perfectamente, ERES MI VECINO ENFERMO- respondí después de unos minutos.

Sabes bien a lo que me refiero, no en estos momentos, me conoces de hace mucho tiempo, te conozco más de lo que crees y que lástima que no te acuerdes de mí… Ahora comprendo tu confusión y el no saber por qué te tengo conmigo. Un día, me dejaste ir, un día me heriste, me rechazaste y ese día juré que me las pagarías,  me prometí que serías mía, que sólo serías para mí y que podríamos ser felices-.respondió irónicamente.

Su voz era de miedo. Mencionaba que se las pagaría y que podíamos ser felices, era bipolar, estaba enfermo, loco, desquiciado… Mi cabeza comenzó a trabajar y mi corazón latía con más fuerza.

Lo recordaba, ahora lo hacía… Sabía quién era.

Saúl. Mi pesadilla, mi terror, la persona que jamás pensé que regresaría, a la que le temí por años, a la que había olvidado porque yo tenía que seguir mi vida, ahora estaba aquí frente a mí. Estaba muy cambiado físicamente, tal vez por eso jamás lo reconocí, además de que habían pasado más de 10 años, mi memoria no era tan buena. Todos mis miedos perdidos, todos mis miedos superados ahora volvían.

Mi estómago se revolvió, mi cabeza quería explotar, estaba aturdida, sorprendida y ahora estaba demasiado asustada, sabía de lo que era capaz.

 

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Tengo tres terapias para cuando algo va mal: Ejercicio, música y escribir.



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