Amargas noches…

Todas las noches eran iguales, desesperanzadas, acongojadas, sin saber qué era el amor, ella sufría mal de amores; su buen amigo Dan, Dani de cariño para los amigos, platicaba con la chiquilla todo el tiempo a fin de hacer más amenos sus días, brindarle esa esperanza que parecía perdida en el fondo de su corazón.

-¿Y bien?-

–Y bien, ¿Qué?-pregunta la niña agriada.

–¿Aún no encuentras el amor?-Pregunta sarcásticamente a la niña regalándole una hermosa y esplendida sonrisa, de aquellas que sólo se ven cuando estás con la persona de tu mayor confianza, de tu mayor interés, de esas sonrisas que sólo se guardan en tu corazón para la persona amada…

La chiquilla agriada y adusta le lanza una mirada penetrante y sólo se limita a contestarle

–Eres un gran comediante– Le dice con su cara seria -Dan Dan mi querido Dante-.

–Soy un bohemio enamorado– Le contesta ipso facto-

–Eres un hazmerreír, sin ofender su juicio nato–

Ambos comienzan a reír en el acto, saben que esperan el amor, saben que están solos, pero ambos se hacen compañía, que sería de esa chiquilla si el joven Dan no fuera su mozo que le sigue en los juegos de la vida.

El joven Dan ya había encontrado el amor, un amor no correspondido, pero su corazón ya estaba listo para ser entregado a esa musa que hacían de su vida un bohemio, loco enamorado, que hacía creerle que la vida se nos da para vivir con el ser amado, no importando las circunstancias, él pensaba que el amor profundo podía dar la vida misma por aquel ser, la felicidad del otro era lo que realmente importaba cuando se trataba del amor, los sacrificios solo eran honores que se realizaban con gusto, dejando ver como un acto de amor lograba una sonrisa en aquella chiquilla de ojos marrón.

Así es, el joven Dan estaba enamorado de esa chiquilla malhumorada de ojos color marrón, quien ignoraba los sentimientos de éste y anhelaba la llegada de un amor, totalmente desconocido, aventurero, audaz, romántico, libre, refinado, era todo lo que sus libros le habían enseñado.

–¿Quieres ser mi eterna damisela?-Le preguntaba el joven con una risilla entre triste y nerviosa y alegre y coqueta, debido a que él ya conocía la triste respuesta.

–Para ya de tus cosas, que no ves que espero al que le entregaré mi corazón– Contestaba esquiva la niña, aún sintiendo en su corazón que algo andaba mal, con las palabras que a él le decía.

Y con esas palabras insertaba poco a poco una daga en el corazón del joven Dan, sin verlo ni preverlo, día a día alargaba la agonía de aquel joven alto con cabello oscuro, matando la esperanza de ser correspondido, avivando siempre el querer la felicidad de la niña de ojos marrón.

Siempre como amigos andaban, aún cuando el joven sufría, ella mal de amores decía que su corazón padecía, la niña no quería ver lo que delante tenía, un corazón verdadero, un amor sincero, de un joven que como la palma de su mano la conocía, ya muchos años de verse, de platicarse, de reírse y de llorarse, esa confianza donde más la conseguiría, lo mismo que la protección, el amor y cuidado que el joven para con ella meticulosamente cuidada al tacto.

–Eres mi mejor amigo-decía la ingenua niña.

–Y el único por lo que veo-Contestaba entre risitas el joven Dan.

–Sólo por la necesidad del hombre de recurrir compañía, si no, en este momento te despedía– Con afana voz le decía la niña, y el joven Dan sólo reía.

Las cosquillas, los sarcasmos, las pláticas profundas, los amores anhelados, parecían dos piezas de rompecabezas que juntos se completaban, lástima que la niña, eso no mirará.

Todas las amargas noches, ella simplemente lloraba por no encontrar al Romeo que un día la rescataría. Todas las amargas noches el joven Dan lloraba, por no ser correspondido y por el sufrimiento de su amada.

Sin embargo, en el fondo, de tan fortuita situación, al corazón del joven alguien lo debía conquistar, la venda de los ojos de la niña se caería, (demasiado tarde temía), sería éste su sombrío final.

–Quiero que conozcas a alguien– Presentándole a la chiquilla, una joven moza, fina y delicada como el joven Dan.

–Mucho gusto– Saludaba la recién llegada.

–Igualmente– Contesta la niña arisca.

–Ella es mi novia, nos conocimos hace tiempo y ahora estamos iniciando una relación– Le explicaba el joven Dan, un tanto decaído, ya que era la chiquilla de los ojos marrón a la quien siempre anhelaba su corazón.

–Entonces… ¿Has encontrado el amor?– Le pregunta la niña al joven.

–Fue ella quien me encontró a mí– contesta relatando como fue su mal de amores, lo que lo llevó a ver más allá de lo que su corazón anhelaba- Ella me encontró llorando un día, por un amor no correspondido, el amor de una damisela que no pudo ser mío.

En ese momento la chiquilla entendió que tal Romeo buscado siempre lo había tenido, no hacía falta esperar más pues él siempre estuvo a su lado, sin embargo, muy tarde fue el momento que el amor encontró, ya que el joven Dan un nuevo amor le surgió.

Así el joven mozo explicaba triste pero al mismo tiempo liberado, dejando ir el recuerdo de un amor ilusionado, el cual parecía nunca ser considerado. La chiquilla de ojos marrón atenta estaba escuchando el relato, confundida y al mismo tiempo dándose cuenta del error que había cometido.

–¿Acaso ese amor, era por alguien que conozco?–

–Sabes que sólo tú eres la única que conoces, y sí ese amor, era por ella–

–Pero… No sé que decir… Yo…-

–No digas nada, no hace falta, tú y yo seguimos siendo amigos, aquí nada ha sucedido– Con una sonrisa fingida, tratando de alegrar a la niña, estaba dentro de su corazón diciendo el último adiós a ese amor que tanto guardaba.

Como amigos se quedaron los jóvenes mozos por la ofuscación de la niña y el valor del adiós, dejando a un lado el amor no correspondido, fue que la chiquilla perdió el amor sin darse cuenta, y el joven amó con lo más profundo de su corazón, sin embargo, aunque ambos estén un lado del otro, el destino y la obnubilación no dejó que sus corazones se unieran en una sola pieza.