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Vida

Publicado en septiembre 7th, 2016 | by Katia Olalde

Carta a mi madre…

Los humanos tenemos diferentes maneras de extrañar a los seres queridos que han partido, cada uno conserva recuerdos infinitos, abriga historias conmovedoras, alegres y tristes; sólo pocos podemos expresarlo y aquí yo quise hacerlo en una carta para mi madre, que ya no está y que prometo daría lo que tengo por sentirla otra vez.

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A mi madre:

He iniciado a escribir para ti, madre, y las lágrimas han empezado a rodar por mis mejillas. Hablar de ti es un manojo de sentimientos que me provoca mucha nostalgia, es saber de mis hermanos, tus cuidados y tu dedicación por ser madre de tus hijos; he empezado a escribir dentro del vaivén de los días. Hoy que no estás conmigo tu ausencia duele y mucho, puedo decirte que te he llorado y  que permaneces en mis recuerdos, porque dicen que las personas no se van del todo mientras les recordemos.

Tu partida, que aunque sabemos que es sólo un paso adelante, ha dejado un vacío infinito en nuestras vidas como si fuera un tatuaje de amor pegado a nuestro corazón. En todo este  tiempo he tratado de comprender los actos de Dios, del porqué nos aleja de personas queridas, quizá es para aprender, yo no sé,  lo que sí sé es que ha sido una de las pruebas más difíciles de mi vida y sin embargo estoy aquí, escribiendo para ti.

Dicen que los humanos extrañamos de manera diferente, yo extraño la fortaleza que día a día nos inyectaste, las veces que nos defendiste de cualquier situación. En ocasiones sigo pensando que estas aquí y siento cómo cada noche bendecías a cada uno de tus hijos, otras veces  el sabor de tus comidas se deleita por el sazón que aprendieron mis hermanas y solo en días como este, el aroma del café inconfundible que preparabas me invita en momentos a sentirte y entonces, sé que no estoy sola del todo. Nunca te lo dije pero te doy las gracias porque  me diste la oportunidad de vivir un tiempo fuera de tu casa para estudiar la universidad y regresé cuando era el tiempo de hacerlo, y en ese tiempo me enseñaste a crecer como mujer, como madre, como persona, como hija.

Hay veces en que suelo recordar el día de tu partida, aquel 27 de diciembre, donde recibí la noticia de que estabas en el hospital. Recuerdo el ver a tu gente junta y vuelvo a sentir el adiós de aquella noche, cuando  cada una de tus hermanas llegaron a tu casa  para acompañarnos con el dolor y en el sentimiento.   Recuerdo perfectamente  que tu  hermana, la más chica, pidió  que tu despedida fuera con mariachi; ella solventó todo lo que a ello respecta y así la melodía de un  mariachi que encontré disponible y cantaba tus canciones favoritas, estuvieron presentes en tu despedida. Tal pareciera que veo a a mi hermano mayor hablar en tu funeral otra vez, siento sus lagrimas caer y  con un nudo en la garganta, siento cuando quedamos solos en el camposanto. Fueron tantas las personas que asistieron  a tu funeral y aquí agradezco  otra vez porque te acompañaron.

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Gracias mama, porque me enseñaste que los hijos crecen sin pedir permiso a los padres, crecen de repente, crecen en un proceso diferente donde la adolescencia marca el carácter como persona. Existe un momento en que los padres llegan a sentirse huérfanos de sus propios hijos (como tú cuando me fui a estudiar fuera). Me enseñaste que no siempre estaríamos atrás de ti, si no que algún día pasaríamos a estar y caminar a la par de tus pasos, que ese tiempo llegaría cuando aprendiéramos a manejar el volante de nuestras propias vidas.

Hoy suelo hacerla en ocasiones de cuanta cuentos, tener conversaciones nocturnas cuando dicen mis hijos que tienen miedo por la bruja entre sabanas de su infancia  y de adolescentes como yo lo fui alguna vez. Me hacen recordar con exactitud las  cobijas de aquel cuarto en el que nos tocaba dormir, esas cobijas tejidas entre recuerdos y vivencias, experiencias y todo  lo que me llevó a ser parte de ti.

En este día en que los recuerdos llegan y me envuelven… quiero que estés tranquila porque he aprendido a vivir la vida sin tener que arrepentirme. Con suerte un día podré reunirme  contigo, allá donde imagino que estas, en un   lugar especial, viendo cómo vivimos en este mundo. No puedo decirte que le hables a Dios de mí, porque sólo el sabe el tiempo y la hora de mi vida, pero si puedo decirte que  le agradezcas en mi nombre por las bendiciones  que me da cada amanecer.

Sólo espero que algún día puedas leer lo que escribo tranquila y serenamente; y recuerda que

daría lo que tengo por tenerte entre mi vida y no en mis recuerdos….

-Katia Olalde
(Monclova, Coahuila, México)

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Guerrera por convicción y mujer fina por naturaleza, la vida me dio la oportunidad de ser madre y el tiempo de gozar esa dicha, llena de sentimientos reales y llena de lecciones diarias, los valores fueron la herencia de mi madre, aprendí a vivir los días con colores variados, a veces oscuros y en ocasiones de color, donde el brillo de mis ojos siempre marco la diferencia, soy ferviente admiradora de Gabriel García Márquez, del cual siempre cito frases precisas y exactas en los momentos difíciles de mi vida, crecí como la penúltima de nueve hermanos, de los cuales se fueron iendo sin pedirle permiso a la vida, servicial por devoción, a veces astuta en situaciones especiales, pero siempre leal en el amor, como dirían mujer valiente y valiosa, sensible, humana, a veces terca y testaruda pero con un gran corazón, entregada y dispuesta siempre a ayudar, buena madre , buena hija y excelente amiga un poco mal hablada en ocasiones, pero eso es por los momentos en tiempos de cólera y de injusticia, con cierto pudor por los acontecimientos sociales de esos que muestran la libertad sexual de las personas, sin embargo adaptable, objetiva y sin miedo a perder, eso me ha hecho siempre crecer como persona, como humano y como mujer, con empatía a cualquier persona, nunca necesito decir préstame tus zapatos, para saber el sentir de quien quiere, respetable, educada y siempre tratando de ser mejor.



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