Carta a un corazón suicida
La última frase del mundo nunca es una despedida, es el comienzo de una nueva etapa..
La última frase del mundo, por ende, jamás será triste, jamás llevará punto final.
La ultima frase del mundo jamás deberá ser sellada por lágrimas ni recuerdos tristes…
Nuestra última frase en definitiva, tiene que ser grabada con una sonrisa, con un gesto que salga de dentro de uno mismo por un suspiro del alma. Lo que en el corazón nace y crece, siempre sera benéfico, siempre es bueno, siempre es noble.
La última frase del mundo es la que te dicta el latir de tu corazón… Así que si te vas a despedir, despídete, pero despídete ya, despídete bien, entera, de pie, con una sonrisa pintada, con los ojos llenos de sueños, con la fuerza de la guerrera que eres, con la misma garra de siempre. Despídete de mí, con un abrazo, con un «hasta pronto», con un «nos vemos mañana»; a mí no me vengas a contar tus sueños suicidas, a mí no me salgas con cobardías cuando ambas sabemos que eso no va con tu estilo de vida.
Que el dolor te está consumiendo, que el aire del mundo te asfixia, que entraste a un callejón sin salida… Sí, lo sé, lo sé… ¿Te cuento algo? yo estoy perdida desde hace unos meses en un gran laberinto sin fin, enorme, oscuro, absurdo.
Tengo miedo, lo confieso, no soy tan fuerte como aparento, no quiero morir en el intento… Todos los días me despierto con un vacío infinito dentro del pecho, suena la alarma mientras mis ojos recorren de un lado a otro todo el techo de mi habitación, inundada de recuerdos que yo misma he ido apilando por años. Me pongo de pie, pero sigo dormida, enfrascada en la pesadilla que a diario sueño y cuando caigo en cuenta, descubro que no es una pesadilla, es la realidad de todos mis días.
Como sea, victoriosa llego a la puerta, tomo las llaves de mi hermoso caballo, quien todas las mañanas me espera para llevarme a mi trabajo y al llegar a la oficina, tu ausencia se hace presente. Pesada, latente, punzante, no puedo evitar quebrarme, algunas veces te he llorado amargamente, añorando verte entrar por el pasillo aquél, pero luego sonrío al pensarte, puedo vislumbrarte en mi mente, puedo incluso olerte… Con los dedos toco suavemente tu hermoso cabello, largo, lacio, negro… Vaya que me hace enloquecer.
Escucho tu risa y tu tono de voz, de pronto tu sonrisa ilumina el interior de esta fría oficina, tú no te has ido, tú sigues aquí mismo… Así que te pido, te suplico niña linda, no te vayas, no te rindas.
Honra a la muerte con vida, pues tu sonrisa es eso, tu sonrisa me da vida, honra a tus muertos con amor, con palabras, con hechos, ten la valentía de vivir la vida, sigue siendo un alma libre, goza, ríe, haz, sal al mundo y toma fotos con tus ojos; mándamelas por correo en mil cartas, aviéntalas al mar y deja que el viento se las lleve, seguramente sonrientes recibirán tu mensaje.
Pero vida mía, por piedad no desfallezcas, no te mueras, vive y de paso sálvame a mí, no te puedes ir, enséñame a vivir como vives tú, muéstrame cómo debo vivir para tener el coraje que tú tienes, ayúdame… Enséñame. Aún tu misión no ha terminado, aún estoy yo a tu lado y si es que te vas, me llevarás sobre tu espalda, si es que te decides marchar…
Mi vida quedará en ruinas, estancada, ahorcada, sin ti.
Contenido relacionado
Quiero ser ése clavo que nadie pueda sacar →
¿Qué permanece en un corazón roto? →
La carta amortiguada de un viajero →
