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Amor

Publicado en agosto 30th, 2016 | by Luisa Fernanda Parra

Consecuencias de un error en la interpretación. 1/2

Resulta que no existe una manera sencilla de terminar una relación, en especial una que nunca inició y que más bien era una especie de complicidad, un conjunto de interacciones que se le parecían mucho a una, y que en tiempos actuales es llamada comúnmente como  “estar saliendo”…

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Bien, nosotros nos encontrábamos en esta confusa dinámica y aunque todo parecía marchar bien, una frase fue decisiva para darle vuelta al asunto y acabar con todo.  “Lo siento si me malinterpretaste”  fue el breve discurso que él escogió para marcharse. Aún recuerdo bien ese día, sus palabras quedaron grabadas en mi memoria de manera casi permanente. También recuerdo mi sorpresa al ver lo que decía, pensaba “¿yo te malinterprete? ¿existe alguna manera de hacer una mala interpretación colectiva?” porque si había algo que tenía claro, era que yo no era la única persona que parecía creer que él y yo nos encontrábamos en una situación correspondiente a algo menos que un noviazgo, pero mucho más que una simple amistad.

En esos momentos me parecía increíble e inaudito que me dijera que había estado tantos meses haciendo malas interpretaciones de sus palabras y de sus gestos amorosos. No me parecía posible que alguien que había persistido tanto en el intento de conquistarme, que  había abierto  para mí  las puertas de su tan opuesto universo , que me había dejado saber aspectos tan íntimos de su vida… hoy me estuviera diciendo que todo hacía parte de un juego en el que no supe ver las claves.

¿Qué pasaba entonces cuando me miraba con tanta ternura, que parecía que sus oscuros ojos eran más brillantes si me tenía de frente?, ¿qué pasaba cuando me decía que cada momento a mi lado, por pequeño que fuera, lo motivaba a seguir adelante?, ¿y con su especial y peculiar manera de besar o morder alguna parte de mi cuerpo solo para expresar  todo su cariño?.  Y es que en su piel y en su forma de actuar se notaba lo feliz que era cuando nos sentábamos por horas a conversar acerca de cualquier cosa que se nos ocurriera ¿qué pasaba con todo eso?… nada al parecer, por la manera en que me habló ese día, ya no quedaba nada de eso. 

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Como ya se lo había dicho alguna vez, hubiera sido muy egoísta de su parte pretender que yo persistiera en algo que ya no era recíproco, así que ese mismo día yo también le dije adiós, no antes sin expresarle brevemente mis inconformidades al respecto.

Después de eso, pasé algún tiempo repasando cada pequeño detalle para ver si así lograba encontrarle algún sentido a lo que estaba pasando. Necesitaba respuestas a tantas preguntas y darle un orden a todo el caos que su partida había dejado.

También me quedé pensando que esa charla que habíamos tenido aquel sábado en la tarde, era lo menos parecido a una despedida; habían quedado tantas palabras por decir, tantas experiencias por compartir y tanto amor por dar,  que decirnos adiós de una manera tan simple, como si nos fuéramos a ver al día siguiente, no era lo justo… así que tenía que buscar una manera para cerrar el ciclo y poder ser yo la que se marchara en tranquilidad. Fue ahí en donde comprendí que no es ver o hablar todo el tiempo con alguien lo que te ata a una persona, pues aunque yo ya no lo veía ni le escribía, él seguía llevándose gran parte de mis días.

Tanto pensar y pensar me llevó  a dos importantes conclusiones: la primera era que tenía que dejar de rumiar acerca de la situación, en realidad no era necesario encontrar una respuesta, en realidad lo que yo necesitaba era entender que se había marchado, que no iba a regresar y que el tiempo que estuvo a mi lado solo había  servido  para aliviar su soledad; la segunda era que necesitaba terminar esa despedida que habíamos dejado inconclusa aquel día y no por él, porque ya había tomado su decisión, se dirigía nuevamente al lugar donde tanto dolor sintió, a pesar de que alguna vez mencionó que no lo iba a hacer.

Lo hacía por mí, ya era el momento de asimilar que solo fue, solo pasó, y  piel canela había dejado de hacerme feliz.

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Publicado por

“Ñoña con alma de escritora, que nació para ser libre entre el arte, la literatura y los momentos de tranquilidad. Psicóloga de profesión y de corazón, amante de los comics, el rock y los superhéroes”



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