Crónica de un asesinato perfecto. ¡Una historia que te impactará!
Te encuentro dormido, procuro no hacer ruido para no despertarte, así que camino sigilosamente en la oscuridad sólo para percatarme de tu respiración… Tranquila y pausada como si estuvieras soñando en algún paradisíaco lugar o simplemente descansa tu subconsciente; esta costumbre mía de hacer historias en lugar de enfocarme en lo simple, en lo sencillo.
Aguardé ahí en silencio, te seguí observando por 5 minutos más, queriendo guardar esa imagen en mi cabeza.
Dejando un poco atrás mi melancolía, me acerco un poco más a tu cuerpo, tibio, sereno; tomo aire muy profundamente; lo que estoy por hacer no lo hace cualquiera, es más, sólo pasa por mi mente y repaso el plan una y otra vez mientras tú sigues profundo en un sueño, que te aleja de la realidad, de lo que te espera en verdad.
Sonríes por un momento ¿quién dudaría de tu sonrisa angelical? Cautivadora por momentos, pero cínica y despiadada por otros, tanto que marcó un antes y un después en mi vida.
Te mueves de repente, intento no respirar para no despertarte, sólo te acomodas y vuelves a caer más profundo que antes. Llegó el momento, vuelven a mi tus burlas, tus irónicas palabras, todo lo vivido; vuelvo a poner todo en la balanza… Como si no lo hubiera hecho millones de veces atrás, pero ahora es diferente.
Siento humedecer mis mejillas lo cual no me sorprende, sólo cuido de que no se nuble mi vista para hacer esto de un movimiento rápido y certero, no estoy para equivocaciones.
Tomo el cuchillo entre mis heladas y sudorosas manos, empuñándolo sin titubear… Susurro con voz firme: «esta es la última vez que te burlas de mí».
Te clavo el cuchillo en medio del tórax, un poco más del lado izquierdo, según recordé mis clases de anatomía.
Abriste tus ojos claros y me miraron con cierta sorpresa, pero se inundaron de ironía al escucharte reír por última vez.
Para sorpresa mía no hubo sangre, ni una gota ¿el motivo? es simple:nunca tuviste corazón, sólo era un músculo que te permitía vivir, pero de ahí en fuera mis sospechas eran ciertas, no eras humano.
Un ser humano llora, ríe, se enoja, algunas veces al final todos son sentimientos terrenales pero tú, tú sólo sabías herir y hacer sufrir, ese era tu único propósito en la vida. Ahora ya no lo harás más…
De repente despierto exaltada… Todo fue un sueño, no muy alejado de la realidad porque para mí ya estás muerto; en mí tú ya no existes más, pero es bien sabido que el corazón tiene memoria y cuando llega un triste recuerdo de esos días sombríos, lo que hago es suprimir y continuar. Esperemos ya no nos duela más.