Cuando decidí salir del clóset. Parte III
La acepté… Inmediatamente recibí un mensaje: «Hola, me di cuenta que fuiste la única que no entregó la descripción, también me di cuenta que te sucede algo. Tu mirada es distinta a la de los demás, ¿pasa algo?»
Demonios, alguien se había dado cuenta; «No pasa nada». respondí muy segura -Sé lo que te pasa, pero quiero que tú me lo digas- sorprendida dije –Si ya sabe lo que me pasa ¿por qué no me lo dice usted?». –Tengo una hermana que pasó por lo mismo que tú– no sabía a qué se refería, si a una hermana con depresión y ganas de morirse o una hermana lesbiana. Mi pregunta era: «¿cómo demonios lo supo?». A nadie le había contado que me gustaban las mujeres, además sólo iban un par de semanas de tener clases con ella, ¿cómo lo notó?
Me negué a decirle, a los pocos días me llegó otro mensaje de ella «Te gustan las niñas ¿cierto? Ese no es motivo para que te deprimas, yo te puedo ayudar”. Mi corazón se aceleró y pensé: «¿será mi oportunidad para que alguien me escuche?”. Estaba tan confundida, un día anterior busqué en internet las formas que había de suicidarse sin sufrir y ahora veía una esperanza de vida.
Decidí confesarle todo lo que me acontecía, le conté todo lo que había vivido y todo lo que sentía, cuando se lo conté sentí un alivio inexplicable; desde entonces cada que terminaba su clase yo me iba con ella a platicar un rato a su oficina, me desahogaba con ella. Ella a diario intentaba convencerme de hablar con mis papas, yo me negaba a hacerlo, creía que me rechazarían, “¿y si empiezo por contarle a mis amigos? “¿y si me paro enfrente del salón y se los digo?» no, no era buena idea “¿y si lo publico en Facebook?” Mataría todos los pájaros de un tiro, excepto a mi familia, a ella no la tenía en mis redes sociales. Listo, ya había escrito «me gustan las mujeres» ahora sólo era cuestión de darle en «publicar», después de unas horas por fin lo hice, cerré mi cuenta y me tiré en mi cama, tenía miedo de volverlo a abrir, cuando lo hice…
Jamás había tenido tantos «like» y comentarios en un estado, compañeros de primaria, secundaria, preparatoria y universidad comentaban algo así como: «Sin importar tus gustos, tú me caes bien». Después de años por fin lloré de felicidad, las ganas de vivir habían vuelto, aunque por otro lado me frustraba al pensar que había perdido mucho tiempo de mi vida y que hubiera sido mejor haberlo dicho desde antes, pero eso era lo de menos comparándolo con la felicidad que yo sentía; el siguiente paso era la familia, al poco tiempo decidí contárselo a mi hermana, su respuesta fue: «Ya lo sabía, eres bonita, tienes 21 años ¿y sin novio?, era de esperarse, sólo quería que tuvieras el valor de decírmelo tú»; y cuando por fin se lo dije a mi papás y a mis otros hermanos, se acabó mi tortura, mis hermanos me apoyaron, mis papás un poco molestos, pero terminaron entendiéndome.
A veces sacamos conclusiones por adelantado sin saber lo que va a pasar; yo sola construí mi propio infierno, dando por hecho que mi familia no lo entendería y no fue así; el amor de mi familia sigue siendo incondicional hacia mí, me siento afortunada de tener una familia que me acepta tal cual.
