Cuando decidí salir del clóset… Parte ll
Al poco tiempo dejó de importarme aquella niña, lo único que me importaba era arreglar la situación acerca de mi orientación sexual. Entré a la preparatoria, compañeros nuevos, pero ahora ya ni siquiera quería tener amigos, sólo quería que terminaran las clases e irme a casa a tratar de responderme miles de preguntas, pero como era de esperarse, los primeros días de clase todos quieren hacer amigos; a pesar de mi amargura interna, no podía ser grosera con mis compañeros que sólo querían mi amistad, así que trataba de ser buena onda, además eso me beneficiaba porque no quería que nadie se diera cuenta de lo que me ocurría.
Fue entonces cuando adquirí una doble personalidad, la persona que era ante los demás y la persona que era por dentro; por fuera un chava social que hacia reír siempre a las amigas con simplezas, a la que nada ni nadie la lastimaba, aunque siempre con mi lado enojón por delante, la que ante su familia era la hija estable que se preocupaba sólo por estudiar y que no pensaba aún en chicos, (era la consentida de la familia solo por eso). Pero por dentro, una chava que quería morirse que no aceptaba el hecho de ser lesbiana, una chava a la cual ya no le importaba ni siquiera bañarse, que vivía día a día con las mismas preguntas: “¿Por qué a mí?”.
Odiaba ver a una chica linda y que me dieran ganas de comerla a besos, odiaba ver películas en donde salían actrices sexies, odiaba sentir ese deseo de besarlas, algo que con hombres no me pasaba; nunca anduve con un hombre, nunca besé a uno, me daba asco el tan sólo imaginármelo.
Con el paso del tiempo mi mal humor era más notorio, todos me decían: «Eres una amargada sin sentimientos», pero contradecirlos implicaba explicarles mis motivos, entonces aceptaba esas críticas como si fueran reales, como si realmente me describieran…
Entré a la universidad, pero esta vez no me importaba ser amable con los compañeros nuevos, me ponía mis audífonos para evitar platica alguna, cada vez estaba más cansada de mi vida que ya ni mi mirada era la misma, tenía una mirada perdida que no sabía qué rumbo tomar, me estaba volviendo loca, miraba hacia atrás y pensaba «Maldita sea, ya casi 5 años con el mismo problema»; odiaba que los chicos me dijeran: «Eres muy bonita como para no haber tenido novio nunca», me tenían en un concepto de chica indomable.
… Al segundo año de universidad me cambié al turno de la mañana, de nuevo a lidiar con compañeros nuevos que me harían las mismas preguntas de siempre; para ese entonces yo ya me encontraba al límite, empecé a buscar formas de suicidarme, quiera dejar de despertar a diario con el mismo problema, estaba cansada de llorar a solas cuando nadie me veía.
En mi primer día del turno de la mañana llegó una maestra que no podía ocultar la felicidad, de esas personas que siempre tienen una sonrisa ante todo, a media clase dijo: «Tomen una hoja de su libreta y arránquenla», después dijo: «Descríbanse ustedes»…
What? nunca me había sentido tan inútil, parecía un examen sorpresa de álgebra, sólo que en esta ocasión todos habían estudiado menos yo, veía a todos mis compañeros escribiendo a prisa ¿y yo?… Yo no sabía qué poner, no sabía si describir a la persona que era antes de descubrir su gusto por las mujeres, a la persona que tuve que fingir ser o a la persona que llevaba en mi interior, o quizá a una combinación de todas… Ya no sabía ni siquiera quién era yo ¿Entonces para qué seguir viviendo?; cuando todos empezaron a entregar las hojas, yo simplemente me salí del salón…
A las pocas semanas, recibí una solicitud de amistad en Facebook; era la maestra…