Desde la última vez que hablamos
A lo largo de nuestra vida recibiremos cientos de llamadas telefónicas, algunas muy importantes y otras sin la menor relevancia para nosotros. Esperaremos con anhelo llamadas que nunca ocurrirán y tomaremos llamadas que no quisiéramos contestar. Dentro de esta era digital y la basta cantidad de opciones que tenemos para comunicarnos, resulta prácticamente imposible mantenernos aislados, aunque así lo deseáramos.
En el instante en que recibí tu llamada, no sabía de quién se trataba pues era un número desconocido. Al oírte hablar, mi mente se descontroló, no supe qué hacer en ese momento. Mil recuerdos pasaron por mi cabeza, fue como si una bomba de sentimientos me hubiera explotado dentro; de pronto mi vista se nubló y mi cuerpo empezó a temblar. Con el celular entre las manos aún podía escuchar tu voz, pero sólo era un susurro ilegible, pues de forma inconsciente ya había tomado la decisión de bloquearte de mi mundo.
Muchos meses habían pasado desde la última vez que hablamos y aunque recuerdo bien tus palabras de ese momento, el sonido de tu voz ya lo había olvidado. Los recuerdos estaban dejando de doler, apenas me encontraba aceptando la situación en la que me dejaste varado y ahora con un simple acto tuyo regresas a revolver las aguas que estaba intentando tranquilizar. Todo con la excusa de devolverme objetos que ya no querías poseer.
Preguntaste si te odiaba y la respuesta es SÍ, pero estoy seguro de que de forma egoísta estoy canalizando mi odio a la persona equivocada, pues soy consciente de que tus decisiones sólo fueron un reflejo de mis acciones. Y es que el odio no es lo opuesto al amor, sino la indiferencia; en este momento nada relacionado a ti me es indiferente, no es lo mismo cerrar los ojos por elección que hacerlo por desinterés.
En ocasiones hay días en los que despierto y no eres lo primero que pienso, días que tu recuerdo deja de lastimar pero de forma contradictoria son días más grises, porque tu recuerdo se desvanece… porque empiezas a serme indiferente.
Al final de todo, debo agradecer tu llamada y perdón si no tuve el valor de contestarla pues prefiero evitar otro rechazo de tu parte o escuchar algo que me pueda herir de nuevo. Sólo permíteme ilusionarme pensando que aún me recuerdas, con desprecio o con cariño, como prefieras;
y al cabo de un tiempo, lo que aún siento por ti irá desapareciendo.
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