Dudas existenciales: ¿Qué hago aquí?
Soy un joven con dos décadas «vividas» (entre comillas, porque es difícil definir qué es vivir), estoy entero, no me falta ninguna parte del cuerpo. Puedo ver, puedo escuchar, puedo sentir, puedo saborear, y puedo olfatear. Tengo un cerebro, y un cuerpo, un tanto descuidado, pero funcional. Aún así hace falta algo, hace falta llenar un vacío que ni siquiera sé dónde está.
Sí, es probable que sea una crisis existencial o algo parecido. Sé muy bien que no soy el único que pasa por esto. He recibido consejos que yo mismo he dado y que han funcionado a quien se los doy, pero en mí no sirven. Es una frustración constante que te impide a ti mismo salvarte de ahogarte en un simple vaso con agua.
Es tan sencilla la solución para quien mira el problema desde afuera, pero para quien lo vive, a pesar de también ser consciente de lo fácil que sería acabar con el conflicto, es una lucha con uno mismo, una batalla absurda, innecesaria, por una victoria que llevará a la cordura.
Se me están soltando por demás las ideas y creo que debo cesar un instante para advertir que este no es un artículo informativo sobre la crisis existencial, con conceptos y definiciones, con un listado de indicios para identificar si estás pasando por esto, más una milagrosa solución de tres pasos. Esta es sólo mi opinión, mi vivencia, mi subjetiva manera de experimentarlo. Sin duda habrá a quien no le parezca y a quien lo acepte. Bienvenidos todos sean, junto a sus respetables opiniones.
No sé con exactitud desde cuándo comencé a hacerme cuestiones del tipo existencial, pero creo que alrededor de los doce años de edad, cuando aun asistía a la escuela primaria, fue cuando mi cerebro comenzó a maquilar este tipo de pensamientos tan pesimistas y autodestructivos. Parece que es una edad muy prematura para esto, pero no les parecería raro si se enteraran lo extraño que he sido desde siempre.
¿Quién soy? ¿Por qué existo? ¿Por qué he nacido en este espacio y en este tiempo? ¿Ese que miro en el reflejo del espejo soy yo? ¿Qué sentido tiene cumplir objetivos mientras tenga vida si voy a morir y todo lo que haga será olvidado con el tiempo o probablemente, incluso, seré olvidado mientras aun me quede un suspiro de vida, arrinconado en una casa vieja y solitaria? Podría continuar escribiendo preguntas de este tipo, cortas o extensas, complejas y más complejas, pero creo que son suficientes como ejemplos.
He visitado psicólogos en busca de ayuda, no veo importante mencionar el número de estos, pero sí que es prioritario mencionar que ninguno ha sido capaz de aguantarme. Tal vez pensarán que es porque me resistía a la ayuda, pero veo absurda y contradictoria esta idea, ya que por mi propio pie entraba a sus consultorios en busca de ayuda para responder mis dudas existenciales ¡Yo era el más interesado por resolver mis conflictos!
No doy por hecho que todos los psicólogos son incompetentes o que la psicología no es de utilidad, ya que alguna vez tuve la intensión de estudiar esta carrera. Creo que simplemente el azar me puso en manos de defraudadores con títulos comprados o yo que sé.
De estas experiencias aprendí que no hay mejor persona para ayudarte que tú mismo.
Puede que me equivoque, pero creo entender el sistema con que trabajan los psicólogos. Ellos están dispuestos a que le pongas todas tus sucias y asquerosas ideas de tu cabeza dentro de las suyas para posteriormente filtrarlas y hacer lo posible por devolvértelas pulcras. Trabajo difícil, a mi parecer, y respetable, sin dudas, pero no cualquiera es capaz de hacerlo.
En mi búsqueda de respuestas que me hagan encontrar sentido a la efímera e insignificante vida que tendré, he intentado algunas cosas.
En los deportes he pasado por el fútbol, fútbol americano, básquetbol, voleibol, carreras de velocidad y resistencia, y en ir al gimnasio a hincharme los músculos. En cuanto a la universidad, he pensado en estudiar ingenierías, como eléctrica y en telecomunicaciones; licenciaturas, en matemáticas, física, lenguas extranjeras, diseño gráfico, arquitectura, psicología, sociología y esas son las que recuerdo. He tratado de ser músico y de ser un dibujante.
El entusiasmo siempre estaba presente al comienzo de cada intento o idea, pero con el tiempo se diluía la ilusión y el entusiasmo, hasta que volvía a la torturante angustia de no saber nada de mí mismo.
En el 2013 concluí mis estudios medio-superior, no sabía qué hacer y hasta ahora no lo sé. Tuve unos cuantos empleos, en los cuales siempre fui competente, pero todos los dejé porque la desesperación, la angustia y la ansiedad de saber que hacía algo que no me causaba felicidad, me dominaron y terminé renunciando a todos.
Desde ese año hasta ahora, al tener tanto tiempo libre, retomé una vieja actividad que de niño me encantaba hacer: la lectura. Y también descubrí que me encanta escribir.
Por ahora es lo que más hago, leer y escribir y me causa cierto placer constante. Estoy comprobando poco a poco y encontrando respuestas agradables con esto. Sí, soy malo escribiendo lo comprendo, soy relativamente nuevo en este maravilloso mundo. Sí, tengo que leer y escribir durante treinta años más, para ser capaz de redactar algo decente, pero estoy dispuesto a hacerlo.
Aquí encuentro una oportunidad valiosa de experimentar. Con el tiempo sabré si esto es lo mío, y si lo es, no pararé de escribir.
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