Echemos a andar el velero
Abrí los ojos de nuevo, después de tanto dormir, despierto y miro al sol sucumbir, observo con tiento el mundo a mi alrededor… Todo está tan quieto, el curso del velero se mantiene sereno.
Más que un nadador, creo que he sido un gran corredor, tengo el récord Guinness al mejor maratón, suelo escabullirme entre las sombras, emprendo la huida cuando todo se desmorona; abandono el barco mientras veo a lo lejos cómo se inunda en medio del mar… Y yo, yo corro. Siempre corro.
Voy al lado contrario del naufragio, busco un lugar donde creo que estaré a salvo… Pero se me olvida que la tierra es redonda y en algún momento tropiezo de frente contra mi propia sombra… En algún momento regreso justo al mismo velero.
Justo ahí, justo como ahora me encuentro frente a mi persona.. Quiero huir pero ya no hay a donde ir, ya recorrí cada pantano queriendo limpiar el fango que adherido a mí había quedado; por más que me revuelco hasta el fondo, más movilidad pierdo… ¡Pues claro! me dije a mí mismo. Los pantanos no quitan el fango, después del duodécimo intento fallido mi cerebro por fin lo aprendió…
Mis ojos se abren y aquí estoy otra vez, en tierra firme, con mi velero anclado, buscando nuevas rutas para emprender el viaje… Eché las velas a andar y frente al timón me puse a rezar.
Vamos por una aventura más…
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