-¿Estás diciendo que te vas? ¿Estás segura? - repito por tercera ..." /> El día que te marchaste… – El Perla Negra

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Historias

Publicado en octubre 9th, 2015 | by Alice Headlight

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El día que te marchaste…

-¿Estás diciendo que te vas? ¿Estás segura? – repito por tercera vez, viendo fijamente al piso.

-Sí, acabo de decirlo- contesta por tercera vez.

-Conociste a alguien, ¿cierto? ¿Te cae mejor que yo?

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Ella sonríe ligeramente, se sienta en la cama, a mi lado y dice: – Tú me caes bien y te quiero, pero…- guarda silencio y posa su mano encima de mi mano que esta puesta sobre mi rodilla, y comienza:

-Tú siempre vas al norte mientras que yo voy al sur, a ti te gusta andar sobre ruedas mientras que a mí me gusta volar, a ti te gusta cantar mientras que yo amo bailar, no digo que este mal, creo que tuve suerte al encontrarte, pero no me siento capaz de andar el mismo camino que tú, lo siento.

Yo suspiro y siento cómo el aire de la habitación se congela y comienza a helarme el corazón, si es que aún puedo llamarle así a este conjunto de grietas que me están ayudando a soportar la agonía de escucharla decir que se va. ¿En serio se va?, ¿después de todo?, debo decirle algo, por lo menos algo que esconda que estoy muriendo por dentro:

-Yo comencé a amarte por como alzabas el vuelo, por tu ímpetu al luchar por lo que querías- giro mi cabeza hacia ella y continúo-   así que siempre supe que algún día te irías, una chica como tú nunca se queda quieta, ¿cierto?

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Parece preocupada, pero no por ella sino por mí, en el fondo sabe lo que está haciendo, sabe lo que pasará después de que salga de aquí; luce linda con ese suéter que le regalé y con sus jeans rotos, también trae ese moño rosa que la hace ver tan dulce; viene a mi mente el día que la vi por primera vez con él y le dije que moría por quitárselo, que moría por despeinarla dentro de nuestra habitación y que ese moño terminara en el suelo.

Ese día fue una locura pues pasó toda la tarde retándome para que lo hiciera y recuerdo mejor la manera en la que me vengué de ella por provocarme arduamente; recuerdo bien la noche de ese día y es que debo ser un verdadero idiota para seguir viendo hermosa a la chica que me está destrozando el alma, o de verdad debo quererla para no odiarla después de sentir estos toques eléctricos en el pecho. Puedo recordar cómo yo decía que era ilógico que el corazón doliera, que eso no pasaba. ¡Vaya ironía de la vida!, no sólo me ha dolido, sino que ahora siento que respiro pero no vivo, aún ella no sale de aquí y ya siento las ganas de salir a buscarla.

La escucho decir:

-Podemos hablar de vez en cuando, claro ¿si tú quieres? Aunque creo que lo más prudente es que esperemos un tiempo, ¡ya sabes!, tiempo al tiempo- deja de tocar mi mano y se encoge de hombros.

-Creo que eso estará bien, a veces el tiempo es un buen amigo.

Ella se levanta de la cama y toma la manija de su maleta, voltea a verme pues yo sigo sentado y dice:

-Creo que tendré que mandar a traer mis últimas cosas, aún quedan demasiadas aquí… Sigo sin entender por qué tengo tanta ropa- y sonríe.

-Según tú nunca tenías ropa- bromeo y alzo mi ceja sin querer –No te preocupes, todas las mujeres dicen eso.

Ella sonríe, suelta su maleta y tira de mi mano para levantarme mientras dice:

-Siempre amé la manera en la que alzabas la ceja- me ve fijamente y posa sus manos en mi cuello- Nunca dejes de hacerlo, te hace lucir sexy.

De repente y si darme tiempo para asimilarlo me besa, siento la suavidad de sus carnosos labios, la calidez y a la vez el ardor del beso, siento su lengua invadiéndome y proclamándome como suyo, recordándome cuanto la deseo, lo mucho que me gusta y regalándome ganas de querer más y más de ella: Después de tanto tiempo con ella jamás me cansé de hacerla mía, siempre he sido adicto a ella, a su piel, a su cuello, a su espalda, a cada rincón de su cuerpo, nunca tuve suficiente de ella, ella tenía veneno entre sus piernas, me mataba y a la vez me revivía al tenerla.

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Estoy inmutado por ella hasta que se detiene, me deja así, con ganas de ella, de su sabor, de su olor, me suelta y vuelve a tomar su maleta:

-El taxi ya debe estar esperándome- se vuelve hacia a mí y acaricia mi mejilla- Fue un placer.

Sonrío tristemente- El placer fue mío.

Cierro los ojos y escucho el ruido de la puerta cerrándose, me tiro en la cama, veo el techo y continuo escuchando sus pasos cruzar toda la casa, logro percibir el ruido de la puerta principal, aprieto los ojos para contener las lágrimas, pero éstas se me escapan cuando escucho cómo se cierra la puerta. Quiero correr y alcanzarla, quiero pedirle que no se vaya, pero la amo lo suficiente para quererla libre, me enamoré de ella porque amaba su manera intrépida de volar y uno debe respetar a lo que se ama dejándolo existir con la mayor plenitud posible.

Ella se ha ido y hasta el viento que hace un momento helaba hasta la sangre de mis venas se ha ido con ella, fueron 36 pasos los que ella dio al marcharse, fueron 36 pasos los que me sentenciaron a vivir sin ella…

Son esos 36 pasos que recordaré cada día y cada noche de mi existencia.

 

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La escritura comenzó a llenar los pequeños espacios de mi vida cuando descubrí lo maravillosa que era; tengo 22 años y he decididó tomar el camino que las letras me indiquen.



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