El gran día: Hoy y siempre
Todas las mañanas no son iguales, no siempre sale el sol de la misma forma e incluso hay ocasiones que no sale; esto no quiere decir que será un mal día, porque los días malos nos existen, los malos somos nosotros que muchas veces no sabemos cómo hacer del día un gran acontecimiento y que incluso uno también no se da cuenta que los grandes aconteceres también suceden cuando estamos depresivos. Porque la depresión es un estado de ánimo que aunque cueste creer, nos guía inconscientemente al gran día.
La noche también puede ser el día, la luna aclara la obscuridad y si no nos es suficiente, podemos encender las luces, pero: ¿y si necesitamos más claridad? Entonces dejemos las ventanas y puertas abiertas y que quienes quieran llegar que entren y los que gusten se vayan; encendamos las velas y sentémonos libres, haciendo el día en esta noche. Siente el aire, inhala y exhala, dejando así que este roce tu cuerpo y alegre tu alma.
Hay que dejar que fluya en nosotros, no sólo la felicidad sino también las demás emociones, porque tanto la tristeza y la alegría como la felicidad y la desesperación junto con el señor enojo, son estados de ánimo que hacen compañía a los momentos que forman historias; éstos tienen un gran vínculo en nuestras vidas, con nuestro ser, con nuestros placeres.
Asimismo están ligados a formas, los segundos impulsándolos a llegar a minutos, convirtiendo de tal manera las horas, y estas horas pueden llegar a ser momentos que en algunas ocasiones podríamos llamarlos infinitos; así compartiéndolos con aquellos, nuestros seres preciados.
La mejor receta que puede uno hacer todos los días es: beber una taza de valor, vestirnos de entusiasmo y sujetar la fuerza en nosotros para hacer que el gran día sea hoy, mañana y así sucesivamente.