El hombre que nunca existió
Es una tarde de septiembre, donde el cielo lleno de nubes hace ver mejor el panorama. Me acompaña mi taza de café, un teléfono que se encuentra en silencio al lado de mi laptop y la sensación de que es el mejor momento para escribir, recordando que de las maneras de sentirse mejor, para mi la única es la de dejar plasmado en letras nuestras emociones.
No importara el tipo de letra en mi computador, importa lo que este ambiente extraño y melancólico me provoca. El pensar en ese adiós que dije días atrás por orgullo o dignidad y un sentimiento de culpa ajena que me embarga, dándole paso a la imaginación, que para este momento, es la única que me da respuestas a preguntas hechas y perdidas en un ayer parecido a esta hora… y que una parte de esas preguntas la dejé en una bolsa del blitzer, que me tocó usar.
Es un querer irme para cerrar círculos y decir que por fin me propondré a dejarlos en el olvido, sabiendo que ya no tienen valor. Esta tarde acogedora me hace recordar la historia que empezó en un verano añejo donde no pedí que llegases a mi vida, ni exigí sentir esto y que ahora se va acabando dentro de mí. Vuelvo a decir que tú fuiste el culpable de mis sonrisas, sin embargo como siempre lo he dicho, yo únicamente soy responsable de las consecuencias de mis acciones.
Llegan entre mis suspiros las charlas que en cualquier momento y de pocas palabras se dieron en un inicio. La incógnita en mi rostro preguntándome ¿qué necesitabas de mi? ¿a qué viniste a mi vida? porque te hiciste presente y hasta hace poco jugaste de la manera mas ruin que se puede hacer con alguien que amó de verdad. Las veces que aclaré que no andaba buscando problemas y que no quería darlos a los demás, y que si relaciones hubiesen en tu vida, prefería que fueras feliz… porque la distancia entre nosotros siempre sería un impedimento para tan siquiera lograr algo.
Te dejé en claro que para mentiras las hay de personas que no tienen sentimientos, y respondiste “ no he dicho mentira alguna y mi intención jamás será dañarte”. Son las últimas lágrimas por recordar las veces que escuché tu voz al teléfono, los 25 000 minutos que se dieron en todo este tiempo y la infinidad de caracteres que se quedaron en mensajes que han dejado de tener interés por mí.
Duele recordar algún te amo que sentí sincero de tu parte, no sé si porque lo necesitaba creer o porque realmente habías aprendido como tratarme. Me cerré a la intuición que tenía más que acertada en mi interior, dándote la razón de que por la distancia y el beneficio del saberte necesitado de sexo, que sin más yo no podía compartir, tuve la sinceridad de decirte que para sexo se hace con cualquiera y preferiría siempre esperar estar con alguien por amor. ¿Qué me llevo a descubrir esto? Mentiras tras mentiras, porque supe que eres feliz con la persona a quien amas de verdad, esa que tienes a un lado y entonces me pregunto qué te llevo a jugar conmigo. Ahora entiendo muchas cosas, y que para colmo reciba reclamos de que yo quiero a su hombre ¡eso es mentira! porque yo quería y respetaba a un hombre que nunca existió.
A ella no le dijiste cómo pasaron las cosas, porque para malos siempre hay alguien en la historia y en este caso no me toca a mí, ya que no le dijiste que antes de ella estuve yo. Aunque pensándolo bien, quizá eso siempre fue una mentira. Lo único bueno que sacar de aquí, es que nunca tuve miedo en demostrarte mis sentimientos, porque para mujeres así, habremos pocas; de esas que conocieron qué es el amor, de las que aprendieron a diferenciar a quién se ama y a quién se quiere, que no le es difícil ser leal… porque eso es algo que se da y ante todo respeta la vida. En este caso, aun con las circunstancias, me toca respetar.
¡Y qué importa ya! lo único que deseo es que llegues a ser un hombre de verdad; alguien que respete y que antes de hacer daño a una mujer, recuerde que su madre también lo fue. Un verdadero hombre dice verdades y si con suerte llega a sentir amor, lo último que hará será humillar. Aquel que es un verdadero hombre nunca jugará a decir te amo sin sentirlo y si ha de vivir la vida, nunca estará rodeado de mentiras. Pedirá perdón cuando sabe que ha cometido un error y que eso le llevará a estar tranquilo,
Como a mí en esta tarde que me sirvió para despedirme y estar en paz conmigo misma.
-Katia Olalde