Ella y su única compañía: la soledad
Ella era un alma solitaria y silenciosa, de esas que ignoras, pero que están ahí. Ella trata de pasar desapercibida, lo suyo es la tranquilidad, vivir en calma, claro, si a eso se le puede llamar “vivir”. No espera por nadie y tampoco va a en busca de algo, simplemente se deja llevar por las circunstancias del destino. Todos la ven, pero pocos se detienen a mirarla; a veces por miedo, por precaución, por lástima, o sencillamente porque no parece mostrar ningún atractivo, nada en ella luce interesante, sólo es una persona más, un número más en este inmenso planeta.
Pocos saben la verdad, pocos conocen la realidad, un día ella era el alma de las fiestas, soñadora, amigable, sociable, amorosa, el centro de atención de todo lugar a donde iba. Hasta que un día, uno de sus más grande sueños se convirtió en pesadilla… Toda su vida cambió en un sólo instante. Sus alas rotas, el corazón destrozado, la mirada caída, el ánimo por el suelo, sus ganas de seguir adelante se extinguieron por completo; sin embargo se levanta cada día con la esperanza de poder recuperar esa sonrisa, de que un día llegue ese “Hola” que tanto anhela, y está segura que pronto será.
Ella es un baúl de aprendizaje, de anécdotas, es la prueba viviente de que los errores cuestan caro, pero también sabe que nunca es tarde para volver a empezar; pues la vida siempre te brinda otra oportunidad. El mejor consejo que ella puede dar es “Nada está perdido, aún cuando así lo creas, pues después de la tormenta la calma siempre llega, el punto más oscuro es poco antes de amanecer.”
Ella no es una causa perdida, sólo está asustada, tiene miedo, ese miedo inmenso a creer, a confiar, a volver a vivir y disfrutar.
Si un día alguien llega y le demuestra que el amor no duele, que siempre hay nuevas oportunidades para volver a amar, ella volverá a sonreír, y sus ganas por cumplir un futuro lleno de sueños regresarán. Y si, en efecto, ella está segura que ese momento algún día llegará.
Moraleja: Lo que se va un día regresa, o quizá no, quizá llega algo mejor. Las ganas y la paciencia van de la mano, sujétalas fuerte, que aunque el camino sea largo, lo importante es salir del bache. Y así como ella, camina lento, sé sigiloso, disfruta con calma, aprecia lo que tienes en ese momento, pues después puedes vagar lamentando haberlo perdido.