En el viaje de la vida
Me he detenido a observar, a admirar lo largo que he viajado y lo mucho que he recorrido. Y sin duda ha sido mucho, tanto que ni siquiera había notado que tan lejos he llegado, estuve tan enfocada en llegar a la meta que olvidé disfrutar del camino, olvidé disfrutar de los paisajes por ir de prisa y como loca.
Olvidé disfrutar de las cosas que aunque son pequeñas, sin duda cambiaron mi rumbo. Estuve tan concentrada en todo menos en el disfrutar. Me enloquecí con eso de hacer todo perfecto para sobresalir, olvidando lo que realmente importaba «Yo». Siempre iba tan deprisa y mirando el reloj para llegar a tiempo que nunca me detuve a observar el camino.
Las pequeñas cosas hacen la diferencia y yo sólo no lo noté. Me convencí de que era mejor demostrarle a los demás que podía, que demostrarme a mí misma por qué lo luchaba. Me preocupé más por lo que pensaban los demás, que por mi propia satisfacción.
Me volví ambiciosa pero no de la ambición que te lleva al éxito, sino de aquella que te deja solo con tu triunfo. Porque mas vale ir lento en el camino acompañado, que solo en la meta. No porque me haya vuelto mediocre, sino porque quiero llegar a la meta acompañada para disfrutarlo con alguien. Porque la soledad es la compañía con más contrastes, puede ser buena pero puede ser peligrosa.
Es difícil mantenerme con una idea precisa, tal vez porque me dé miedo estar ahí sin alguien. No soy egocéntrica ni quiero aplausos, quiero a alguien con quien disfrutar de la alegría , así como de la tristeza, quien entienda de mi loco camino que no me suelte de la mano sin importar qué sea lo que pase.