Eres mi alma gemela
Te conocí, tardé años en reconocerte y cuando lo hice… Te amé. Sí. Aunque no lo creas, te amé. Me atreveré a decir que el amor que te ofrecí, nadie lo sentirá como yo. No te amé por ser lo correcto o haberte descubierto, ya lo hacía desde antes y me negaba a aceptarlo. Todavía recuerdo sentirme estremecer y en calma a la vez cuando me sostenías en tus brazos. Entendí que no tenías que amarme también… Aún así, en el silencio lo hiciste, lo sé. Me amaste tal cual yo a ti.
Aprendí que a distancia no dejarás de ser mi alma gemela, que tampoco es menester algo más allá de esta amistad. Es extraño que esto pase, quiero decir, darse cuenta la conexión tan fuerte que hoy rehusamos continuar. Te amaré por más que luche contra esto. Amaré siempre haberte encontrado sin haber buscado. Callaste y no hay para cuando escucharte, fui yo la valiente, al desnudar sin pensar las palabras que te niegas ahora retomar. Que antes, sé muy bien las hiciste tuyas. Mis acciones, mi tiempo y tenerme al momento de sonar el teléfono, era todo tuyo.
Atiborré cuanto permitiste y cuanto pude la relación jamás aceptada, con la que te sentiste cómoda y la que no quisiste dejar ir hasta que las cosas sobrepasaron tus expectativas. ¿Ves a caso todo lo que confundimos? Te sigo sintiendo conmigo, algo distante, pero siempre conmigo. Sabes muy bien y yo también lo que tenemos y que ahora te empeñas en disfrazar de ignorancia. No sabes que mi silencio es causa tuya. Pero mi vida… Espero comprendas que para mí fue el mejor tiempo invertido. Muchos buscan frenéticos a su alma gemela y yo, yo te encontré sin siquiera imaginar que eras la mía.
Las circunstancias nos alejaron, no nos separaron. Decidí dejar de ver a través de tus ojos, al momento que decidiste dejar de mirarme, ya no leo tus pensamientos como antes por que quiero aprender a vivir sin ti.
Si alguna vez lees estas líneas, espero las aguas hayan calmado. Puede ser que entre tantos parajes, haya quedado al menos un corazón roto que aún se esté recuperando, que a duras penas logró latir cuando se vio solo, no es algo que cambiaría de tener que volver a vivir.
Gracias por enseñarme qué es un alma gemela, por mostrarte ante mi como tal, por persistir contra viento y marea. Ya no importan las adversidades, han sido superadas y prevaleceremos ante todo. Quiero que cuando leas, sepas toda la verdad, sepas que fui tu aprendiz, que reí, lloré, odié y amé hasta saciar mis sentidos, que todo eso fue posible contigo. Conocí los límites y lo que hay detrás de un muro por más miedo que tuviese, ir de tu mano pasándolos fue la mejor experiencia.
Quiero que sepas que a tu lado nunca tuve miedo a ser quien soy; cuando estuve lejos te llevé en mi corazón. Pensaba en ti día y noche, eras mi fuerza entonces. No me sentía sola ni lejos de ti, pues siempre estabas al pendiente, bastaba con escribirnos cada semana para saberte conmigo. Sé que en mis batallas estarás, sé que en mis derrotas me acompañarás, que no importará qué pierda mientras se construya el camino… Estarás para tomar mis manos y dejarme llorar en tus brazos. No necesitas tener todas las respuestas ni las palabras correctas, tu presencia aligerará mis pesares.
Debería recordarte aquello que ya sabes, para que no lo olvides, tan sólo para que reafirmes que me tienes incondicional… Puedo hacer que las cosas sean lo mejor para ti, aun si no me lo pides, iré en pensamiento y te acompañará un pedazo de mi alma por si hay momentos en que desees mirar hacia atrás y sea tentador volver, allí entro yo, te diré que no desistas, que el camino es tuyo en totalidad. Y si estoy en desacuerdo, recuerda que a pesar de eso te apoyaré, pendiente de ti. Fuimos el trabajo hecho a semejanza y no tuve que recorrer kilómetros ni continentes para toparme contigo, sólo hice caso a comenzar lo que cambiaría mi vida y de no haberlo hecho, deambularía por limbos inciertos.
Alma mía, mi gemela incondicional, te amo por ser quien eres y ofrecerme tanto después del tiempo pasado y las heridas curadas. Eres una cicatriz a mi colección, de las que no deseo borrar, eres el pasado real de lo que no me atrevo a contar.