Estas cosquillas en mi pecho

Es curioso ¿no? Yo no quería enamorarme, no me sentía lista y más importante: no me sentía capaz. En el recuento de los daños de la última relación, me encontré totalmente destrozada, pero lo curioso es que no te tenía contemplado.

Apareciste como si nada pasara, quizá un Martes, pero no me di cuenta de lo mucho que me gustabas hasta esa noche que me pasé observándote en la fiesta. Siempre tan misterioso y enigmático, pero a la vez siempre alerta. No ha sido nada fácil, sin duda, al principio me costó el trato, estaba tan acostumbrada a ser cerrada, sinceramente ya no quería que me lastimaran más, acostumbrada a ser seria, a no dejar salir mis sentimientos, a no mirar a los ojos. La situación fue que en tus ojos encontré ese brillo que hace mucho no veía en las personas, esa pasión por la vida.

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Digo que es curioso porque a la par que voy intentando definirte, voy recordando cosas de mí, cosas que realmente disfruto y ya no hago, cosas que hago pero que realmente me causan conflicto. Estas pláticas donde recorremos nuestros gustos: películas favoritas, música, libros, etcétera; se vuelven algo crucial para mí, a la vez que me vas conociendo me voy re-descubriendo yo.

Estas noches donde me haces reír hasta que me duela el estómago cuando creí que había olvidado cómo reír, me recuerdas lo mucho que me gusta ser feliz. Y dirás: ¿y a quién no? pues sí, es así de sencillo, pero por un tiempo olvidé lo que era ser genuinamente feliz. Me olvidé de cómo era vivir con estas mariposas –así les dicen- recorriendo mi estómago día y noche, y de cómo es este furor de estar enamorada, es como estar drogada todo el tiempo, idiotizada por lo maravillosa que es la vida.

No quería enamorarme porque tenía miedo, pero tú me has llevado de la mano, me has ayudado a creer en esto de nuevo y me has enseñado que lo mejor, sin duda, viene cuando menos te lo esperas.