Existen personas que no deberían amar… 3ra. Parte
Capítulo 2.
Tu relación con Samuel, cada día empeoraba más. Fue muy tonto de su parte enojarse cada vez que se enteraba que estabas conmigo.
Cuando me encontré con él, su rostro se veía realmente furioso, parecía un animal salvaje a punto de atacar. En este caso se contenía tratando de ignorar mi tan abierta sonrisa.
–Si quieres ganar, debes pensar tus movidas.– Le dije sin dejar de sonreír.
–No seré parte de tu asqueroso juego, imbécil.– Respondió de una manera muy agresiva.
-Al contrario mi estimado Sami, yo creo que ahora estás muy adentro. Apresúrate a mover sabiamente que me aburro.- Con él podía actuar de manera honesta. Era lo que más le molestaba y para mí, era lo que más me gustaba de ese tipo.
–No seré un peón. Deberías dejar de ser tan alzado, ¿no lo sabes? La vida gira cuando menos lo esperas. Trata de que todo tu sucio plan no de vuelta, sería malo para tu imagen.- Afirmó tratando de darme a entender que tu amabilidad me cautivaría.
-“El cazador se convierte en presa” ¡Ja! No creo que esa frase me pueda mover de mi posición.- Solté riéndome.
Él se encogió de hombros con una mueca de duda.
–Sólo espero que no ocurra, me molestaría que te quedases con ella sin que se entere quién realmente eres.-
Se alejó de mí dándome un pequeño empujón en mi hombro.
Eso que dijo era imposible, la única vez que llegaste a cautivarme había sido ya hace tiempo y no se había vuelto a repetir.
Sonreí y me dirigí a mi departamento.
No tardé mucho en llegar, lo primero que hice fue saludar a mi casera, Isabel, quien siempre estaba en la entrada de la villa de residencia.
-Álvaro, estás muy despeinado, esto no puede ser, debes arreglarte.- Isabel siempre fue como una madre para mí, pese a su corta edad de 27 años.
Desde que mis padres fallecieron en ese accidente automovilístico, ella se encargó de mí, pero a pesar de mis 20 años ella me sigue tratando como su hijo dependiente.
Isabel posiblemente es una de las personas que realmente quiero.
-Oh lo siento Isa, lo arreglaré en cuanto llegue.– Traté de pasar pero no me dejó.
–¡No! -Gritó- Yo te lo acomodaré, debes llegar decente.- Sacó un peine y comenzó a cepillarme el cabello de una manera muy amable. Cosa que hizo que me sonrojara por cada cepillada que pasaba sobre mi cabello.
Debo ser honesto, estuve enamorado de ella hasta los catorce.
-Isa, enserio está bien, no pretendo salir.- Le dije retirando sus manos.
–No importa Álvaro, me molesta verte con ese peinado, córtate el cabello un día que tengas tiempo ¿quieres?.– Su tono cambió a un tono enojón, por supuesto no estaba enojada.
Realmente me gustaba pasar el tiempo con ella, realmente le quería.
Le solté las manos dándole a entender que podía continuar. Ella me sonrió y terminó su batalla con mi cabello.
-Casi lo olvido.- Dijo sacando un pequeño pero bien envuelto paquete de su bolso. -¡Felicidades! Enhorabuena eres más anciano.- Me entregó el pequeño presente y esperó paciente a que lo abriese.
¿Cómo se me pudo olvidar mi cumpleaños? Había estado tan ocupado planeando como enamorarte y mis defensas contra Samuel que no me di cuenta.
-Gracias, ¿cómo es que lo recordaste?- Pregunté desenvolviendo en paquete con mucha calma.
-¿Es broma verdad? Es imposible olvidar cuando de pequeño me decías en todo momento “Isa, Isa no olvides que mi cumpleaños es el 17 de febrero, no lo olvides ya viene” Era muy gracioso que lo hicieras un día después de este.- Sonrió cerrando sus bellos ojos color miel.
Terminé de quitar el papel al regalo.
-¡¿Pero qué?!…– Fue lo único que pude decir cuando saqué una caja de condones.
-Sé que los necesitaras picaron.- Isa guiñó su ojo izquierdo dándome a entender que iba en serio.
–¡ISABEL ESTO ES MUY INNECESARIO CRÉEME!- Le grité, no enojado, sino avergonzado.
-¡Jaja! Claro que no tonto, ese no es tu regalo.– Sacó otra pequeña caja color marrón sin envoltura y se abría sólo alzando la tapa –Este es tu verdadero regalo.-
Tomé la caja y dudé en abrirla, la miré de reojo y ella sólo sonrió.
Levanté la tapa y saqué una cadena de plata con un guardapelo adornado, con unas cuantas piedras de diamante alrededor, el cual abrí y me quedé por un momento observando la fotografía dentro.
-Esto es…-
–Sí, nuestra primera foto juntos, el día que nos conocimos.- Terminó de decir Isabel por mí.
Recuerdo ese día como si hubiera sido ayer, nunca podré olvidar cuando Isabel trato de defenderme de aquel sabueso.
A veces me pregunto… ¿Realmente dejé de amar a Isa hasta los catorce?
–Felicidades, nos alegra poder celebrar contigo una fecha tan importante.- Interrumpió mi pensamiento el novio de Isa, Rogelio, con el cual llevaba 6 años.
Ya recuerdo el día en que se me olvido el pensamiento de amar. Ese tipo rompió mis sueños de tener una relación con Isabel.
–Gracias Rogelio es muy amable de tu parte.– Le dije sonriendo falsamente, siempre actué haciendo parecer que Rogelio me agradaba cuando era todo lo contrario.
–No digas eso, siempre has cuidado bien de Isa y eres un gran camarada.- Él abrazó a Isabel haciendo que se sonrojara. Antes me hubiese enojado y encelado, ahora solo veía a Isa como una amiga.
Te preguntarás: ¿Entonces por qué lo detestas? Bueno eso es fácil de responder. La única razón de que lo siga odiando es porque él es más alto que yo.
–Creo que es hora de que me retire. Gracias por los obsequios.- Realmente no quería quedar a verme las escenas de pareja feliz que ellos dos me estaban mostrando, me era muy incómoda.
-Oh claro cuídate.- Isa me besó en la frente, en verdad seguía muy enserio su papel de madre.
-Disfruta tu primer regalo campeón- Agregó Rogelio.
-Calla no arruines la sorpresa tonto.- Le regañó Isa dándole un jalón en la oreja derecha.
¿Sorpresa? ¿A qué se refería con eso?
-No será… ¡Demonios!- Salí corriendo rumbo a mi departamento deseando que mi idea de la sorpresa estuviera equivocada.
Llegué agitado a la entrada de mi condominio.
Maldición los deportes nunca han sido lo mío. Recordé entonces cuando de pequeño entregaba cientos de justificantes para saltarme las actividades que el maestro se había tomado la molestia de escoger. Por supuesto no siempre me funcionaban.
Isabel se preguntaba cómo era posible que yo estuviese tan delgado, pese a no practicar nunca un deporte. Debo decir que ni yo lo sé. Quizás sea herencia de mi madre, ella era delgada. La estatura alta debería ser de mi padre.
Dejando ese vago recuerdo, una vez frente a la puerta, decidí abrirla. Lo hice de manera agresiva. Rogaba que no fueras tú…
-¡Sorpresa!- Gritaste sosteniendo un pequeño pastel de frutas.
Odio mi vida…
Ese gorro de fiesta era sumamente ridículo y la decoración en la sala principal era muy exagerada.
-No puedo creer que te hayas acordado, amor eres la mejor.- Fingí felicidad por tu presencia y besé tu mejilla.
-¿Como lo podría olvidar cariño?, eres lo más importante para mí.– Sonreíste y me diste un pequeño beso rápido en los labios.
Desde hace unos días tus besos sabían a fresa me preguntaba porqué lo percibía.
Primero tu aroma y ahora tu sabor. ¿Qué me estaba ocurriendo?
-Oh Álvaro, tienes el cuello de la camisa mal puesto, déjame ayudarte.- Me rodeaste con tus delicadas manos y acomodaste de manera sutil mi camisa.
Demonios… Sigo insistiendo que dejes de usar ese perfume.
Te alejaste y te jalé para poder abrazarte, deseaba poder oler por más tiempo tu aroma.
Fue un momento de silencio y pude escuchar el palpitar de tu corazón y tu ligera respiración.
Comencé a sentir otra vez el mismo dolor en el pecho…
Deberías dejar de ser tan alzado, ¿no lo sabes? La vida gira cuando menos lo esperas. Trata de que todo tu sucio plan no de vuelta, sería malo para tu imagen.
Con ese pensamiento te alejé lo más rápido que pude de mí.
Te sorprendiste y me miraste con un poco de preocupación.
¿Qué demonios me ocurría?
-Eh… lo siento amor estoy un poco cansado.- Aún con eso, tu semblante de la cara seguía igual.
-¿Seguro?- Preguntaste inocentemente, mirándome de una manera triste.
De nuevo ese dolor en el pecho, con mi mano lo apreté y pude notar que te preocupaste más por mí.
Trataste de tocarme a lo que yo reaccioné y alejé tu mano.
Me volviste a mirar con un rostro lleno de nostalgia y a punto de llorar. No entendías qué estaba pasando y diré la verdad… Yo tampoco.
-Siento haberte molestado, jaja, mejor me voy, cuídate.– Dijiste con una sonrisa demasiada falsa y pasaste a mi lado casi corriendo, queriéndote ir lo más rápido posible.
Fue idea mía ¿O vi caer de tu rostro unas cuantas lágrimas?
Si estaba en lo cierto… ¿Por qué no estaba feliz con ese hecho?
El cazador se convierte en presa.
Di un puñetazo contra la pared, sentí una pequeña punzada en mi mano por el acto.
-Esto no puede ser…-
Cogí mi chaqueta y las llaves de mi departamento. Tenía que olvidar ese pensamiento a toda costa.
Tomé un taxi y pedí que me llevase al centro médico más cercano. Este dolor no era normal, y yo no quería dejar entrar a mi cabeza una idea tan tonta como el.
El conductor no tardó mucho en llegar, bajé con cautela y pagué con el cambio exacto. Apresuré mi paso hacia la entrada, era muy necesario descartar este pensamiento.
Fui a la recepción y me atendió una bella mujer que no aparentaba sus 45 años, ella muy amablemente me indicó que tenía que ir al consultorio 1-A.
Agradecí y crucé un gran pasillo con miles de posters del cuidado humano y del entorno.
-Veamos, joven Álvaro, no presenta un antecedente de algún familiar diabético, hemos descartado la enfermedad de insuficiencia cardiaca, los síntomas que nos ha brindado no corresponden a esta. Para mayor seguridad es necesario hacer una prueba de un electrocardiograma.- Fue el diagnóstico que el doctor Blake me brindó.
-Estoy de acuerdo con usted, quisiera saber lo antes posible la causa de este dolor.-
El doctor me invitó a recostarme en una gran camilla cara arriba.
–Te pido quitarte todo objeto que pueda alterar los resultados, en palabras comprensibles, desaloja si es que posees, relojes, pulseras, anillos, monedas, pendientes o bien tu cinturón.-
Saqué poco vuelto que tenía en el bolsillo izquierdo de mi pantalón, me quité un anillo que tú me habías regalado por nuestros 7 meses juntos, desabroché mi cinturón y lo puse sobre una mesa.
Retiré mi camisa y me tumbé sobre la gran camilla blanca del consultorio.
–Perfecto joven Álvaro, debo aclarar que la prueba del electrocardiograma no tiene ningún tipo de complicación. No pasa corriente eléctrica por el cuerpo sí que no hay de qué preocuparse. En raras ocasiones, las pegatinas pueden dar una pequeña irritación en la piel o puede notar alguna molestia al retirarlas, pero no es nada grave.- Dijo el hombre graduado de bata blanca.
Él colocó seis tipos parches en la parte izquierda del pecho, desconozco el nombre de esas cosas, para mí eso eran, pequeños parches.
Antes de empezar con la prueba, me pidió que guardase total silencio, que me mantuviera quieto y que mi respiración fuese calmada.
Para poder realizar eso, cerré mis ojos intentando relajarme…
“¿Cómo lo podría olvidar cariño?, eres lo más importante para mí.”
-Joven Álvaro respire hondo-
“Siento haberte molestado, jaja mejor me voy, cuídate.”
–Relaje su respiración… ¡Cálmese!– Escuché el grito del doctor Blake.
-Lo siento…-
-Descuide, sólo intente no pensar en ese recuerdo que estaba teniendo, parece ser muy agitador- Como si fuera voluntad mía pensar en ti.
La prueba del electrocardiograma terminó mejor de lo esperado, no tardo ni 5 minutos en darme los resultados.
-Ohm… veamos…- Cada gesto que hacía tratando de interpretar los resultados me era desesperante. –Bien felicidades, descartamos con mayor seguridad todo tipo de problema del corazón, usted está perfectamente sano.–
Si tan sólo me hubiese dicho que yo poseía una pequeña arritmia, me hubiera alegrado el día.
-Disculpe joven Álvaro-
¿Me pregunto si no se cansara de llamarme así?
-Dígame doctor.-
-Perdone mi imprudencia pero quisiera hacerle una pregunta.-
-Eh… Claro con mucho gusto.– Asentí sin dejar de ver los resultados que ahora estaban en mis manos, tratando de averiguar quizás un pequeño error que determinase que tuviera una enfermedad. En verdad la deseaba, pero con la suerte que poseo, era claro que no.
-¿Tiene usted novia?- Preguntó sin más.
Me sacó de mis pensamientos y me adentró otros a mi mente. ¿Por qué preguntaba eso de repente? O mejor dicho ¿Para qué necesitaba saberlo?
-Oh… Sí, desde hace 7 meses, aunque creo que nos hemos peleado o yo que sé, usted sabe las típicas peleas de una pareja que son pasajeras, supongo.- Respondí un poco desconcertado.
–Ah, ya veo, entonces no se preocupe de nada y vuelva a casa. Le sugiero que llame a su novia y pida disculpas aunque usted no haya originado el pleito, debe saber que las mujeres por lo general son más orgullosas.–
–Ohm… No creo que este sea el caso.– Afirmé de manera bastante clara. –A todo esto… ¿A qué se debe su pregunta?-
-Bueno verás, no soy psicólogo y tampoco experto en relaciones humanas, pero sí sé decirte cuando una persona está enamorada. -¿Enamorado? ¿Yo? ¿De ti? Imposible…
-Como sabrás Álvaro, el corazón es un órgano que bombea sangre. Una vez que tus emociones empiecen a fluir y cada que tengas a la persona que le haga hacer eso a tus hormonas, tu corazón bombeara más rápido, eso ocasiona tus dolores. Siempre ocurrirá eso cuando ames de verdad, dolerá tu pecho cuando veas a tu amada feliz o triste.-
No respondí en ese momento.
Me levanté de la silla mirando hacia el piso.
-Tiene usted toda la razón…-
Continuará…