Existen personas que no deberían amar… Décima parte
Capítulo 9.
Con los primeros rayos del sol, desperté. Perezoso fui a la habitación de Lisandro, yo era su despertador personal.
-Lisandro- Toqué la puerta varias veces. Por lo general, me respondía a la primera llamada. Esta vez no lo hizo. Claro, suponía que estaba molesto aún. No comprendí sus palabras de ayer, por ende, no pude disculparme.
Cansado y adolorido de mis nudillos, decidí abrir la puerta rechinante. Me detuve unos segundos, pues aún no sabía qué es lo que le diría para que todo fuese como antes. Realmente se le veía molesto y me preocupaba.
Me senté de espaldas a la entrada. Sostuve mi barbilla. Lo único que impregnaba en mi mente, eran sus dolidas palabras.
Por más que lo intentara, no podía comprenderlas. ¿Por qué te enfocas en rechazar la felicidad? ¿Dónde quedó esa ardua sonrisa? ¿Dónde quedó la persona que admiraba? ¿Querían decir que yo era transparente ante sus ojos? Pero no tenían mucha relación… Yo era feliz provocándote dolor. Mi sonrisa, ante la mayoría, era muy real. ¿Admirarme? ¿Él me admiraba?
Quise ordenar mi caótica mente. Debía concentrarme en como pedir perdón. De nuevo. Aunque no entendía ¿de qué tenía la culpa?
Decidido por fin, abrí la puerta, esperando que las palabras surgieran solas sin tener que prepararlas con anticipo.
Para mi sorpresa, él no se encontraba. La cómoda estaba perfectamente tendida. La ventana abierta, como era costumbre cuando él se levantaba.
Bajé a la cocina, todo estaba en orden, igual que la sala de estar. Los deberes de la casa ya estaban hechos. Impactado, traté de buscar una nota, que dijera por qué no estaba.
Fue un total fracaso, ninguna nota dejó pegada, o siquiera abandonada en la mesa.
Sonó mi celular, lo cogí para poder ver de quien provenía la llamada. Era él.
-Lisandro ¿dónde estás?-
-Tranquilo Alva, sé que no soportas mi ausencia- Me dio una ligera sensación de despreocupación al ver que él actuó como de costumbre. –Tu prima, Emilie, llamó en la madrugada, al parecer su vuelo salió más temprano, quería que tú la pasaras a recoger ya que vino a visitarte. Pero estabas muy dormido y no quise molestarte, así que le propuse ir yo, ella aceptó. En estos instantes estamos almorzando en un restaurant. No recordaba a tu prima tan hermosa… ¡oh! Qué tierna, se sonroja…jajaja, bueno sólo llamaba para avisarte, llegaremos en unos momentos, adiós-
-¡Oye espera! ¿Por qué la casa está tan limpia?-
-Eso es porque anoche me sentí mal por lo que te dije, no es mi asunto, lo siento por involucrarme, como no pude dormir enseguida, me dispuse a limpiar un poco, y que bueno que lo hice, tu prima irá y no quieres que vea tu desorden ¿verdad?- Pude oír una pequeña carcajada. Menos mal, Lisandro no estaba furioso.
-Vale, los espero- Colgué.
Recosté mi flojo cuerpo sobre el sofá. Miré para el techo. Blanco, un color tranquilizador para muchos. Para mí es aburrido y sin gracia, que emite luz de más.
Comencé a recordar la apariencia de mi prima, lo vago que recuerdo, era cuando ella tenía 15 años, yo tendría cerca de 19 años. Ahora Emilie, tendría 17 años.
Maldito Lisandro, espero y no intente nada, recuerdo cuando la conoció, parecía un pedófilo cada que la veía.
Me sorprendía su tan repentina visita de Emilie, me frecuentaba muy poco, una vez cada año. Bueno sería agradable volver a verla.
Decidí meterme a la ducha, quería relajar mi tenso cuerpo para poder llamar a Katherine.
El agua de la fría regadera de metal, era una severa tortura. Pero relajaba mi hirviente cabeza.
Cerré mis débiles ojos. Y apareció ella. Tan bella como la recordaba. Su piel blanca y cálida. Su dulce sonrisa. Esos bellos ojos miel. El suave aroma embriagante que emanaba su delgado cuello. Su elegante cabello castaño, radiante como finas hebras de sol. La armoniosa voz, fina como un ángel caído, cantando con un ligero toque melancólico. Sus delgados dedos que siempre tocaban mis mejillas.
No pude evitar soltar unas cuantas lágrimas. Era lo peor. Emilie era la viva imagen de mi madre.
Inhalé agitadamente y contuve el sollozar. No quería volver a sentir mis ojos hinchados. No de nuevo esa sensación de ardor.
Camine hasta mi cuarto, cabeza abajo. Tratando de controlarme a la hora de ver a Emilie.
Me vestí lo más apresurado posible. Unos pantalones y una playera negra.
Baje a la habitación principal esperando a mi prima. ¿De qué hablaríamos? ¿Cómo luciría ahora? ¿Será la misma de siempre? Fueron preguntas que invadieron mi cabeza.
Me desconcerté al oír el tono de mi celular.
-Al habla Álvaro- Contesté sin revisar el número procedente.
-Hola Alva, soy Katherine, ohm… tengo que hablar contigo, ¿podríamos reunirnos?-
-Oh, lo siento Kate, no podre, tendré visita. ¿De qué quieres hablar?- Pregunté en tono preocupado. Sin embargo, tenía una vaga idea sobre el tema.
-Bueno, es algo muy importante… sobre… ya sabes…- Se notaba nerviosa. –El beso- Susurró.
Me sorprendí un poco, su tono era igual de inocente. No podía afirmar nada, no sin antes conocer la relación que tenía con Samuel, después de todo ella podría estar fingiendo.
No me quedaba más que seguir actuando.
-Oh… Podríamos hablarlo mañana-
-¡Por supuesto!- Emocionada gritó. Eso me dio un aire de desconfianza. Tenía que tener cuidado. Samuel aclaró algo cuando nos vimos, él aún no terminaba de mover. Cualquier cosa podría pasar. Quizás sea una trampa por parte de él.
Llevarme con Katherine para mostrarte mi infidelidad. Entraba esa posibilidad. Era una treta muy fácil de adivinar.
-Perfecto, yo te aviso la hora- Colgué. En ese instante, se escuchó la perilla abriéndose de la puerta. Era Lisandro entró, pero no pude ver a Emilie con él.
Me miró unos segundos y sonrió.
-Tranquilo, Isa la secuestró- De manera natural y sarcástica agregó.
Suspiré y aflojé la espalda. Salí junto con Lisandro, para contemplar como Emilie, era cruelmente torturada por abrazos y cumplidos.
-¡Oh mi hermosa princesa! Mira tu bella carita, pareces una muñequita a punto de romperse.-
-No digas cosas tan vergonzosas, ya no soy una niña- Su voz tan delicada sólo hacía que Isa gritara como una mamá viendo a su hijo de preescolar recitando un poema. –Álvaro… Ayúdame- Casi susurrando alzó su frágil mano pidiendo auxilio.
Sonreí al ver que ella no había cambiado. Caminé hasta ella e Isa. Pero me detuve sintiendo un dolor en mi pecho, como una espina brotando apresuradamente.
Su mirada…. Su mirada, la misma de aquella mujer amable… Sentí frío.
“Álvaro te quiero tanto.” Esa frase se escapó de mis recuerdos.
Sacudí mi cabeza, hice un gesto de reproche y tomé su suave mano, apretándola.
Ella me miró y sonrió al ver que estaba mejor. Emilie sabe qué recuerdos me trae el sólo verla.
-Ha pasado tiempo prima- Le devolví la sonrisa.
-Demasiado- Contestó.
-Bueno dejemos a la familia un rato en su encuentro- Isa le soltó para que pudiésemos saludarnos. Ella y Lisandro se adentraron a la casa.
Sintiéndose libre, Emilie me abrazó tiernamente riendo. Como lo pensé, era el mismo aroma. Débilmente alcé mis manos y rodeé su espalda. El simple contacto con su piel me daba tranquilidad.
A veces odiaba el existir de Emilie, recuerdos dolorosos me empreñaban, pero también me alegraba poder recordar dulces momentos.
-Gracias por venir- Quité su cabello de su rostro, y besé su frente. En el momento escuché el sonido de una bolsa caer.
-Tenía razón…- Reconocí tu voz en el instante… Miré hacia el frente, te encontrabas agachando tu rostro con tu mano en la boca. Tu cabello te cubría. Pero en el piso se marcaban las gruesas lágrimas que soltabas. –Debí creerlo cuando me lo dijo… ¡Soy una idiota!- Saliste corriendo limpiando tus ojos.
Emilie no me preguntó nada, pero su simple mirada lo decía todo, quería saber quién eras.
-Espera aquí- Le dije tocándola de los hombros, separándola del abrazo. Ella sólo asintió con la cabeza.
Le sonreí y corrí en tu dirección. Me detuve y sujeté el poste, grité tu nombre. Volví a correr.
-¡Valeria!-
Te perdí de vista ante aquella multitud de gente. Así que después de todo Samuel habló, idiota.
Regresé a paso lento. Emilie se encontraba sentada en la banqueta. Preocupada alzó la mirada y se levantó.
-¿La alcanzaste?- Preguntó forzando su voz.
-No- Contesté agitado – Ella es mi novia- Aclaré –Ha malinterpretado nuestro abrazo-
-Lo siento- Su ojos se tornaron tristes y acuosos.
-No tienes la culpa- Toqué su cabeza para calmarla. –Ven vamos adentro, que quiero que dejes tus maletas porque es mi turno de pasear contigo- Le sonreí, odiaba verla triste.
-Sí- Agregó débilmente.
Metió sus maletas en mi habitación. Bajamos a la sala para irnos a la plaza comercial con Lisandro e Isa.
Maldito Lisandro, nadie lo invitó. Daba igual, Emilie se sentía feliz.
Isa no paraba de hablar con mi prima en todo el camino, Emilie escuchaba atentamente regalando su tierna sonrisa, ella sólo hablaba pocas veces.
Paseando de tienda en tienda, desesperado por la cantidad de ropa que Isa escogió para Emilie.
Lisandro sólo sonreía por la tan grande paciencia de Emilie. Isa no sabe diferenciar una muñeca de juguete con un ser humano.
-Emi ven- La jaló del brazo con delicadeza hacia otra tienda, esta vez de ropa interior. Pude notar lo colorada que Emilie se tornó.
Lisandro y yo esperamos sentados en una banca, frente a la tienda. Viendo como Isa escogía múltiple lencería. Doy gracias que la naturaleza optó por hacerme hombre.
-Lisandro… ¿Qué fue lo que hiciste cuando Dulce pensó que la engañabas con Karen?-
Él me observó y confundido inclinó la cabeza hacia el lado izquierdo.
-¿A qué viene esa pregunta?-
-No me esquives con otra.- Le rogué.
-Terminé con ella- Pensó unos segundos y apoyó su mejilla en sus nudillos. -¿Qué ocurrió esta vez con Valeria?-
-¿Por qué piensas que ocurrió algo?- dije molesto.
-Tú nunca te has interesado en mis relaciones- Agregó rápidamente sin dejar de observarme irónicamente.
-Bueno está bien… Ella malinterpretó cuando me vio con Emilie, yo la estaba abrazando y ella llegó, entonces…-
-Oh por eso gritaste su nombre- Me interrumpió.
-Sí- Apagué mi voz. ¿Por qué me sentía tan mal? Quizá se deba a la expresión de mi prima al creer que ella fue la culpable. Tal vez esa fue la razón de querer aclararte todo.
-Álvaro… Esta vez tú no tienes la culpa, Valeria tuvo desconfianza, eso ocurre en las relaciones, incluso en aquellas donde fluye mucho el amor.-
-Entiendo- Lisandro me dio tres golpecitos en la espalda.
-Ánimo hombre, veras que se arreglara- Me limité a sonreírle por sus palabras consoladoras.
“Debí creerlo cuando me lo dijo” Esa oración se adentró en mi mente. En tan cortas palabras, me afirmabas tu desconfianza. Si habías venido a verme fue porque dudaste por segundos.
-¡Listo! Miren que monos pantis- Llegó Isa mostrando una lencería con encajes rojos de bellos bordados.
Lisandro y yo nos regresamos a ver. Pude notar sus mejillas rojas y que se diga de las mías. Sentía la cara hervir.
-¡AH! ¡Eso es vergonzoso Isa!- Emilie intentó gritar, trató de quitarle la prenda sin mucho éxito. Nunca había observado a Emilie tan colorada. Estaba temblorosa, creo que eran muchas emociones para ella en esos momentos. –Oh… Álvaro….-Señaló hacía atrás de mí.
Giré en dirección a la que ella apuntaba. No podía creerlo, eras tú, abrazada de Samuel. Era fácil adivinar que estabas llorando y por supuesto ese idiota tratando de consolarte.
Sentí un dolor punzante en el pecho… Este no era mi plan. Me desconcerté un poco cuando sentí el contacto de una cálida mano.
-Vamos- Emilie tomó mi palma e hizo que me levantara. Isa y Lisandro no dijeron nada, permanecieron quietos, dándome a entender que debía ir.
Caminé agarrado de la mano de mi prima. Ella avanzaba calmadamente. Yo sin embargo, tenía un poco de nervio, no sabía que decir, Samuel podría decirte lo de Katherine.
-Tranquila, todo estará bien desde ahora-
-No… No lo estará fui una tonta…-Tus palabras y las de él fueron más intensas a cada paso que Emilie y yo nos acercábamos.
-Buenas tardes- Dijo ella en tono suave.
Volteaste a verla, y por acto de reflejo, miraste como sujetaba su mano.
-Qué cruel…- dijiste en voz quebrada.
Samuel se paró en frente tuyo, con los brazos cruzados.
-¿No es suficiente lo que le has hecho? Todavía vienes a mostrar tu infidelidad-
-Por favor…. Cállate…- Emilie apartó a Samuel y te tomó del brazo, jalándote delicadamente. –Soy su prima… Un placer conocerte- Sonrió dulcemente. –Puede que no lo creas… Confieso que ni siquiera tengo un plan para que me creas…- Emilie agachó su mirada.- Lo siento has de pensar que soy molesta…Pero… ¡Álvaro es mi primo, casi mi hermano!- Te miró nerviosa.
La miraste unos segundos, limpiaste tus ojos. Notaste que ella tenía un ligero parecido hacia mí. Samuel quedó atónito, no supo qué decir, no esperaba tal acción por parte de Emilie.
Lisandro llegó, pocos segundos después.
-Créele Valeria, dice la verdad, esta pequeña, es la prima de Álvaro, puede que sea demasiado hermosa como para creerlo, pero…-
-¡Lisandro!- Gritó Emilie sonrojada y muy nerviosa.
-Lo siento… Lo siento.- Dijo Lisandro sonriendo.
Quise regresar a ver a Samuel. Quería ver su cara, era lógico que las llevara de perder.
-Lo siento- Fue lo único que dijiste.
Este era el momento, el momento en el que por fin perdieras.
-Emilie, Lisandro, ¿me podrían dejar a solas con Valeria?- Emilie movió la cabeza afirmando. Lisandro tomó del hombro a Samuel.
-Creo que eso aplica para ti también- Agregó
-¡Valeria él te fue infiel!- Gritó. –Por Dios no seas tan estúpida date cuenta- Se sobresaltó un poco. Desesperado porque le creyeras.
-Tienes razón… Debí darme cuenta que aún persistes con querer separarme de Álvaro- Firmemente le aclaraste.
-Y lo logró- Dije con una voz fría y nostálgica. Lisandro, Emilie y tú, regresaron la mirada así mí, sorprendidos por mis palabras. Samuel anonado cayó de golpe sobre la banca. Él sabía que había perdido.
-Nos retiramos- Emilie jaló a Lisandro de su manga junto con Samuel, este aceptó sin mucho esfuerzo, y se marcharon.
Tú seguías mirándome fijamente.
–Nada puedo hacer… Lo siento Valeria, aquella tarde un pensamiento se quedó en mí, cuando hablaste de Samuel, tu voz dudosa fue fácil de percibir, quise ignorarlo y en un instante, hice que desapareciera. Yo nunca quise este final para los dos… Siempre lo supe desde el fondo de mi corazón, terminar contigo sería lo mejor. Aún si había dolor, lo prefería de esa manera, aunque me reusé a esa decisión muchas veces. No podía hallar un buen momento para hablar. Créeme que le sonrío al pasado que yo tuve a tu lado, pero me temo que esto es el final. Mi alma está en pedazos no lo niego, dime si no te diste cuenta que en coincidencias supimos que el destino jamás no quiso unir. En nuestra relación no había nada más que hacer, entre mis manos yo deje tu amor desfallecer. Así fue como nuestra relación se fue apagando más nada pude hacer, en mi mente llueve un mar de emociones que no puedo hablar. Si tan sólo una vez pudiese volver a nacer, desearía encontrarme contigo de nuevo, aunque la historia se repita de nuevo, sería feliz, por eso, no queda nada que hacer.– Nunca me había cansado de hablar tanto y peor, tener que inventar cada palabra mencionada.
Me alejé de ti sin siquiera permitirte decir algo.
-Álvaro… lo siento- Pude oír el llanto que estabas reprimiendo. En verdad eres ruidosa y molesta, pero sobretodo eres una sollozante de primera.
Emilie y Lisandro se encontraban conversando con Isa. Antes de reunirme con ellos, decidí saludar a Samuel, quien se encontraba sentado cerca de la fuente.
-Sami, ¿Qué ocurre?- Me senté junto a él. No hubo respuesta – Te dije que te estabas arriesgando ¿verdad?- Le dije como si estuviese hablando con un infante. –Bueno alégrate hice lo que querías, terminé con ella. Sólo que… ¡Sorpresa! ella piensa que es la culpable por haberte hecho caso- Le sonreí.
Por instinto sabía que el intentaría golpearme, lo esquivé y él sólo quedó agachado, llorando. Un llanto en silencio.