Capítulo 13.

No pude disfrutar..." /> Existen personas que no deberían amar… Parte 14 – El Perla Negra


Síguenos en Facebook:


Historias

Publicado en junio 1st, 2015 | by Wendy Rios

10

Existen personas que no deberían amar… Parte 14

Capítulo 13.

No pude disfrutar la compañía de Katherine en la cena. Recuerdo cada una de sus palabras en la conversación. Sin embargo mi mente no se encontraba transcendiendo significado. Podría decirse que en mi cabeza, sólo existías tú.

Cuentas Netflix

Me encontraba dando vueltas en la cocina cual león encerrado en una jaula.

-Demonios, demonios- Decía continuamente. “Si pudiéramos ser sólo amigos, no me importaría” ¿Qué demonios te hace aferrarte tanto a mí?

Tu enfermo amor me causaba dolor y pánico. Estaba tenso, mordía mis uñas tratando de encontrar forma de olvidarte.

-Álvaro… ¿qué haces?- Preguntó Lisandro siguiendo mi paso con sus pupilas.

-Lisandro tienes que ayudarme- Lo tomé de la chaqueta y lo incliné a mi estatura. –Joder ¿por qué tienes que ser tan alto?- Le reproché.

-Calmado hombre… ¿Es por lo de Valeria?- Me tomó de ambas manos tratando de separar mi agarre.

-¿Cómo lo sabes?- Pregunté sorprendido.

-Alva, eres tan descuidado que has dejado esto en la entrada- Lisandro sacó la carta hecha un desastre. La desdobló y me la entregó.

-No debes leer lo que no te corresponde- Le miré molesto tomando la carta.

-Pensé que era un manuscrito. Y bien ¿Qué es lo que ocurre Alva?- Se sentó en una silla fijando su codo en la mesa.

-¿Qué es lo que piensas de esta carta?-

-Es muy buena redactando, pone mucho sentimiento, quizás podría ayudarme en algunos trabajos pendientes que tengo-

-No idiota, ¿qué piensas que debería hacer?- Pregunté algo apenado.

-¿La sigues amando?- Me miró de manera desafiante.

-No lo sé- Desvié la mirada.

Un dolor punzante, como si una cicatriz se estuviera abriendo completamente comenzó en mi pecho. Era como si algo de mí me dijera que es mentira. ¿Por qué?

Él se levantó de la silla y se acercó a mi rostro, mirándome de nuevo con esa penetrante mirada. Agaché la cabeza para no tener que verlo más.

Lisandro, con su dedo índice tocó mi frente alzándola de nuevo, seguía mirándome fijamente. Maldición ¿Por qué demonios es tan alto?

-Mentiroso.-

-¡¿Por qué dices eso?!- Sobresaltado quité su mano.

-Álvaro, siempre que mientes desvías las pupilas de un lado a otro-

-¿Qué clase de tipejo eres para observar todos mi movimientos?-

-Tu mejor amigo- Sonrió ampliamente.

-No me ayudas en nada, Lisandro-

-Puedes volver a verla Álvaro, ella está dispuesta a hacerlo, ¿no crees que tú también?-

-¿Crees que debería?-

-Debes sanar esa herida Alva- ¿Herida? ¿Desde cuándo me dejaste una?

-Gracias- Quizás volverte a ver quitaría estas ansias. –Sé que nunca lo digo, y no esperes que lo haga a menudo, pero, me alegra que seas mi amigo- Le sonreí, en verdad lo apreciaba, apreciaba que estuviese a mi lado. Era cierto, él era mi mejor amigo.

-Sabía que me amabas-

-No lo arruines ¿quieres?-

Él sólo se limitó a regalarme una sonrisa.

La mañana siguiente transcurrió algo agitado. Ahora tenía esa jodida preocupación de cómo volver a verte. ¿Qué debería hacer? ¿Ir a tu casa y tocar? Tampoco estaba muy desesperado. Nuevamente los nervios surgieron. Había decidido despejar mi mente hiendo a comprar las provisiones.

Me subí de prisa al vagón del metro. No quería manejar en el automóvil. Se suponía que la distracción debería durar bastante tiempo.

Me senté en el primer asiento que miré. Para mi sorpresa todo el vagón estaba casi vacío. Debí habérmelo imaginado, era demasiado temprano para que la gente estuviera despierta un domingo.

-¿Álvaro?- Escuché una voz que fue casi una puñalada en mi pecho.

-Valeria…-

Sonreíste y te sentaste a mi lado. ¿Por qué de todos los lugares, me la tengo que topar justo ahora? Pensé.

-Cuanto tiempo ¿no?- Preguntaste sonriendo de manera triste. Tus ojos mostraban unas cuantas lágrimas a punto de salir.

-Bastante- Respondí tratando de fingir una sonrisa.

Agachaste la mirada tratando de que tu cabello cubriera tu rostro enrojecido.

Una ligera sensación de calma invadió mi garganta. No habías cambiado en nada. Sólo que ahora tenías el cabello un poco más largo. ¿Por qué diantres noté ese cambio?

-¿Qué escuchas?- Noté tus audífonos en tus oídos.

-Ah, es una nueva banda, la vocalista tiene una hermosa voz, ¿quieres escucharla?- Dijiste extendiéndome el auricular derecho.

-Claro- Lo tomé y lo coloqué en mi oído.

Tuve que acercarme mi cuerpo más para que el cable pudiese alcanzar. Miré como te tensabas levemente al estar junto a mí y tiraste un poco el cable de los audífonos.

-Lo siento- Te disculpaste un poco sonrojada. Le diste Play para que la canción comenzara.

Sin darte cuenta inclinaste un poco la cabeza hasta mi hombro izquierdo. Simplemente eso me hizo sentirme orgulloso.

-Álvaro, ¿te gustaría escuchar todo el disco? Creo que nuestro viaje habrá terminado cuando acabe.- Preguntaste sonriendo.

¿Qué debería hacer? Deseaba quedarme, deseaba poder respirar más de tu aroma.

-Me gustaría- Respondí casi al instante. ¿Por qué me traiciono?

Las preocupaciones de los niños y adultos son las mismas. Las molestias, el rechazo, la angustia y la presión. Todo con la misma voz desgarrada. La necesidad de ser alguien en la vida y cumplir las expectativas de otros. La necesidad de huir de los demás sólo va en aumento. Pero, yo no tenía preocupaciones. Recuerdo que el mundo me daba igual, nada me importaba, no hasta que terminamos. Mi preocupación eres tú. Mi ruta de escape está bloqueada por ti.

Los alaridos de la cantante nos satisfacen. ¿En qué momento el sonido habitual cambió? Llevabas el ritmo con los golpecitos que dabas a tu rodilla con los dedos. Fue cuando me di cuenta que nos estábamos poco a poco separando. No lo quería.

Me dijiste que nuestro recorrido duraría hasta que el disco se terminara. Por eso en secreto le di repetir. No sé por qué lo hice. Pero en verdad deseaba que nuestro viaje no terminara.

Pero enfrente de la parada olvidaste lo que dijiste.

-Lo siento Álvaro, tengo que bajar aquí- Te levantaste y tomaste tus cosas. Me quitaste los audífonos de un tirón suave. –Gracias- Dijiste gentilmente. –Gracias por aceptar mi propuesta, amigos nada más. Nunca mirar hacia atrás ¿verdad?- sonreíste y bajaste del vagón.

¿Amigos? Valeria, ¿en qué momento lo acepté? El agobiante dolor, irritación, infelicidad y aversión crearon un profundo hueco por mi inmadura decisión.

Pude notar por la ventanilla que te encontrabas con un sujeto, alto, moreno, cabello azabache cobrizo. ¿Un amigo? No, no era un amigo, uniste tus labios con los de él. Te costaba sonreír, parecías triste.

Nuestros alaridos nos lastiman a ambos. ¿Por qué compartías tu sonrisa con alguien más? No lo quiero.

El vagón comenzó a avanzar. Lentamente noté como te alejabas abrazada de ese tipo.

¿Por qué? ¿Por qué me dolía verte de esa manera? Aunque sea un pensamiento inadecuado y aunque sé que no lo quiero aceptar, tu amabilidad ha permanecido inalterable. Lastimándome… Aquella sonrisa que me brindaste no la quiero. Ruego me odies. Hazlo pronto antes que me hunda en este dolor… ¿Dolor? Debe ser una broma…

Cuentas Netflix


Publicado por



Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Subir ↑