Capítulo 14.

-¿Álvaro? Oh sa..." /> Existen personas que no deberían amar… Parte 15 – El Perla Negra


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Historias

Publicado en junio 1st, 2015 | by Wendy Rios

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Existen personas que no deberían amar… Parte 15

Capítulo 14.

-¿Álvaro? Oh santo cielo, sí eres tú. ¿Cuánto tiempo ¿verdad?- Se acercó a mí una bella joven. Sus gruesos labios rojos y su cabello sostenido en una cola de caballo la hacían lucir un poco mayor para mí.

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-Lo siento… Pero ¿quién eres?-

Ella carcajeó levemente.

-Siempre has sido así Álvaro. Soy Itzel Cowpland ¿me recuerdas?-

-¡Oh! Cuánto tiempo, lo siento Itzel, te vi tan cambiada que te desconocí-

-Jaja, siempre con tus excusas-

-Me atrapaste- Le guiñé el ojo izquierdo.

-Pero tan encantador como siempre, y dime ¿qué paso con Valeria? Supe que terminaron- Dijo de manera seductora.

-¿Cómo lo sabes?-

-¿Recuerdas a Violeta? Al parecer Valeria está saliendo con su hermano, Joel, que acaba de regresar de Australia-

-Ya veo, bueno quizá no era la indicada para mí- ¿Por qué me dolía tal frase?

-Tienes razón cariño-

-Da igual… ¿Qué has hecho de tu vida?- Traté de olvidar ese tema y de zafarme de sus manos que acariciaban mi pecho.

-Oh, que aburrido, estoy trabajando como vicepresidente en un balneario turístico. No todos heredamos la empresa de nuestros padres Álvaro.- Contestó divertida.

-En eso tienes razón-

-Por cierto, recibí estas entradas para mis amigos, pero como la mayoría están ocupados con sus hijos y trabajo pensaba tirarlas, de suerte que te encontré. Toma puedes quedártelas, me ilusionaría mucho que visitaras mi área de trabajo, dan unos excelentes masajes tienes que probarlos.- Dijo dándome cinco entradas.

-Gracias, pero son demasiadas…

-Oh cariño invita a quien desees, bueno nos vemos- Me interrumpió y se marchó.

Ahora que lo pienso, Emilie desde su estadía en la casa, no hemos salido juntos. Aprovecharía esta oportunidad, para agradecerle lo que ha hecho por mí y para disculparme por mi actitud tan inmadura.

También sería buena idea distraerme. Invitaría a Katherine para no pensar en ti. Por supuesto tenía que invitar a Lisandro. De lo contrario estaría todo el tiempo molestándome.

El otro boleto se desperdiciaría, pues Isabel se había ido de vacaciones con su novio.

El sábado partimos al balneario. Katherine y Emilie se llevaban tan bien, eso en el fondo me agradaba.

La vista del grande manantial me dejó sorprendido. Qué hermoso era. Las aguas eran tan cristalinas. Los árboles frondosos daban mucha sombra. Y hermoso pasto verde mojado daba un olor agradable.

-Enseguida regresamos- Katherine tomó del brazo a Emilie y se la llevó al vestidor.

Se alejaron apenas unos metros, el probador no se encontraba lejos.

-Es la primera vez que veré a Emilie en bañador- Agregó Lisandro tumbándose en el césped de aquel exótico lugar.

-Pobre Emilie, tener que soportar que unos jodidos bastardos como tú, que se interesen en su cuerpo.- Le dije.

Él carcajeó y guardó silencio unos cuantos segundos.

-Me enamoré de ella… eso es todo.-

-¿Eh?- Sorprendido exclamé, esta vez parecía tan seguro de sus palabras. Es verdad que siempre se lo decía, pero tanto ella como yo, lo tomábamos como una simple broma. Sin embargo ese tono tan distinto en sus palabras me estaba haciendo dudar.

Él por otro lado, ignoró mi gesto, parecía perdido en sus pensamientos.

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Cuando dos personas están destinadas a estar juntas… no importa el tiempo ni las personas. El destino siempre hará que se unan…

Que buena broma. Pensé riéndome por aquel párrafo que leí alguna vez en un libro. Mirando como ella sonreía besando a su mejor amigo.

-Tenías razón…- Dije en susurro.

-Ahora me crees- Comentó Álvaro dando media vuelta a punto de marcharse.

-Aunque hubiese preferido no saberlo- Agregué sonriendo, tratando de no mostrar mi amargo dolor.

Álvaro detuvo su caminar y regresó a verme. Su mirada tan inexpresiva se tornó un poco molesta.

-Idiota- Dijo finalmente marchándose.

Yo seguía sonriendo, esperando a que se fuese completamente. En verdad agradecía su preocupación por mí, porque aunque la niegue, él se preocupa por mí. Aunque intente ocultar sus emociones, él es tan transparente.

Cuando por fin su silueta desapareció de mi vista, mis ojos no retuvieron más aquella agua salada.

-Carolina…- Entre suspiros dije su nombre. -¿Por qué lo hiciste?- Susurré avanzando lentamente.

La amaba, era lo más importante que tenía. Carolina se había convertido en alguien tan especial para mí. Pero ahora, ahora sólo quería olvidarla. Álvaro cientos de veces me lo dijo.

-El amor es una farsa y ella lo conoce bien- Fueron sus palabras.

Que ciego fui. Que predecible también. Es tonto, lo sé, nunca me imaginé en este estado tan despreciable. Enamorarme fue quizás mi peor error, el amor sólo es una vil mentira… Espera… ¿Qué demonios digo? Estaba sonando como Álvaro.

Calmado Lisandro sólo es una mala experiencia. Me auto regañé. Dejé a la dulce pareja, Carolina parecía feliz. ¿Reclamarle? No, sólo me vería como un idiota, además de que en el fondo estaba consciente de que la había perdido.

Caminé sin un rumbo establecido, quería alejarme.

He perdido. Lo sabía. Quizás siempre lo supe…

Las lágrimas no se irán, maldición. No creí nunca sentir mi cuerpo tan vacío o incluso sentir dolor el ver sonreír a alguien más. Aun así, la sigo amando… una parte de mí quiere correr y alejarla de ese tipo… de luchar, pero, es muy tonto, yo sabía a lo que me enfrentaba. Nunca competiré con alguien como él.

Sumergido en mis pensamientos, mirando de frente, ignoré el frágil cuerpo que chocó conmigo.

-Duele…- dijo casi en susurro.

-¡Lo siento!- Exclamé apenado. Rápidamente le ofrecí mi ayuda.

-Gracias.- Sentí una suave mano y muy pequeña posada en mi áspera palma. Hizo un poco de fuerza y el contacto de sus dedos fue más cercano.

-Está bien, fue mi culpa.- La miré. Tan linda con sus bellos ojos color castaño. Su tierna carita de porcelana. Sus frágiles labios rojizos y pequeños. Su largo cabello lacio.

Reaccioné a su respuesta un poco tarde. Su belleza me había dejado cautivado.

-Para nada, fue mi culpa.- Ella me sonrió de una manera adorable, pura e inocente que por un momento olvidé el amargo recuerdo de mi amada.

-¿Estás bien?- Me miró preocupada, su mano aún sostenida con la mía parecía una bendición. Delicadamente y casi temblando tocó mi mejilla y me miró nostálgicamente.

Recordé entonces que mis ojos debían estar hinchados aún. Mi mano por fin se separó de la suya. Limpié presuroso mis parpados.

-Oh ¿esto?, no es nada, una pequeña basura. Hoy corre mucho viento.- Inventé una excusa.

Hizo una mueca de confusión. Intentó volver a sonreír.

-Ya veo, tienes razón.- Lo dijo como evitando hacerme otra pregunta, supongo que no quería incomodarme. Se lo agradecí, pues para ser honesto yo tampoco lo deseaba. –Tengo que irme. Espero y el viento no vuelva a lastimarte.-

Sonreí a su inocente comentario. Pensé que nunca más la volvería a ver. Pensé que sería como aquellas personas tan encantadoras a simple vista que por un breve momento te cautivan, pero que jamás te las has de encontrar otra vez.

El haberla visto me había hecho bien, por eso, no me importaría no verla de nuevo. Esto era un adiós definitivo. La vi avanzar poco a poco.

-Adiós…pequeña- Dije con un susurro.

Lentamente desapareció, cruzando aquella calle.

Decidí caminar, ir algún sitio y despejar mi mente. Sin embargo, no fue necesario. Su rostro de aquella chica merodeaba en mi cabeza. Su sonrisa, su mirada, su voz… todo de ella predominaba en mis recuerdos. Sabía que eran frágiles y que pronto se desvanecerían como un eco. Por eso, recordaría todo para disfrutarlo un poco más.

Al día siguiente, en la hora del descanso del colegio. Carolina actuó de forma habitual. Quizás desde siempre fue así.

No me molestó en lo absoluto. Su hipocresía era algo graciosa.

-Mi amor, recuerdas nuestra primera cita. Me gustaría ir un día de estos de nuevo. Sólo para recordar agradables momentos.- Sonrió tomándome de la mano.

Recuerdo que el roce de su piel con la mía me estremecía y me invadía de felicidad. Pero…ahora me dolía de una manera sumamente mortífera.

Triste le sonreí. ¿Qué más podía hacer? No tenía el valor de decirle algo. Pero… me preguntaba por qué. No quería llorar… no enfrente de ella. Me humillaría. Jamás sufría, jamás lloraba en su presencia. Fui feliz. Ahora comprendo que no debí amarla. ¿Qué debía hacer en esta situación?

-Disculpen…- Escuché de nuevo su voz… La miré. Su hermosa cara volvió a salvarme. Mi pequeño ángel otra vez me salvó. –Anda… si eres el joven de ayer… – Me sonrió tan amablemente. Me invadió una gran paz y alivio. ¿Cómo lo hacía?…

Pude notar la mirada furiosa de Carolina. No quería que empezara uno de sus tantos dramas.

-Lo siento, creo que me estas confundiendo.- Traté de sonreír.

La pequeña cambió pronto su semblante. Parecía confundida. Miró rápidamente a Carolina y agregó.

-Oh disculpa. Te pareces a un amigo… lo siento, soy una tonta.- Volvió a sonreír. –Disculpen el mal entendido.- Me sentí culpable por hacer que se disculpara por nada. La vi alejarse. Quizás necesita ayuda con algo, sin embargo la ignoré. Soy un idiota…

Pronto, reaccioné. ¿Qué hacía ella en el instituto? ¿Estaría buscando a alguien? ¿Quizás información para ingresar?… Le estaba dando demasiadas vueltas al asunto.

-Lisandro… Tengo que irme, luego hablamos.- Dijo Carolina un poco molesta al verme tan pensativo.

En otros tiempos si ella hubiese dicho aquello, saldría corriendo a detenerla y le rogaría perdón sea por lo que sea. Pero, ahora sólo quería estar con aquella chica. Ayudarla. Verla. Hablar con ella… Quizás sólo estaba tratando de distraerme. Que despreciable soy…

Carolina por fin desapareció de mi vista, animoso apresuré mi paso para encontrar a la chica. No debía estar lejos. Debía disculparme y agradecerle por fingir. Esa pequeña entendía muy bien cada situación.

Miré a todos los lados a cada paso. La ansiedad se hizo tan grande al no poder encontrarla. ¿Cómo había podido ir tan lejos en breves segundos?

A punto de rendirme, pude oír su frágil voz…

-No, gracias… yo… yo tengo que encontrar a mí…-

-Oh vamos, te divertirás con nosotros.-

-Preferiría no hacerlo.-

-No seas tímida, ven…-

-Ha dicho que no.- Tomé del brazo al chico que estaba a punto de ponerla mano encima. Esos tipejos tenían fama de ser casanovas y lo que es peor, acorralar a chicas entre varios hasta no dejarles escapatoria.

-Lisandro, ¿qué demonios quieres? No ves que estamos ocupados.- Se quejó Alejandro, el que lideraba a ese par de bastardos; el padrino.

-A la chica.- Lo miré desafiante y molesto.

-¿Qué dices? Si ella estaba pasándola bien con nosotros, ¿no es así pequeña?-

La joven agachó la mirada, pude notar que estaba temblando.

-…N…No.- Dijo casi en susurro.

-No digas mentiras, te acercaste tan provocativamente a preguntarnos sobre alguien. Como si no supiéramos esa excusa. Jaja, mejor di lo que realmente quieres.-

-Yo… eso es mentira… yo nunca…-Pude notar unas cuantas lágrimas de su hermoso rostro.

No recuerdo con exactitud que sentimientos me invadieron en aquel momento. Pero… creo que si hubiese empleado un poco más de fuerza le podría haber roto la mandíbula a ese idiota.

-¡¿QUÉ TE PASA BASTARDO?!- Enfurecido se levantó del piso e intentó golpearme. Tampoco recuerdo de dónde surgieron tales reflejos. Dos golpes en la cara y uno en el estómago. Fueron suficientes para dejarlo fuera de combate.

Tuve demasiada suerte, lo admito. Ninguno de sus acompañantes intentó ayudarle. Mejor para mí, aunque lo intentara no podría con cinco más.

-¿Estás bien?- Le extendí mi mano a la chica, a mi ángel. Seguía cabeza abajo temblando. No respondió. ¿Realmente estaba tan aterrada? La abracé delicadamente. No quería verla llorar, no lo soportaría. ¿Cómo se llama esto? ¿Amor a primera vista?, no lo sé, pero algo era seguro, no quería terminar con este abrazo. –Todo estará bien… no hay nada que temer…-Salieron aquellas palabras por si solas.

Ella se aferró a aquel abrazo. Sentí sus cálidas lágrimas. Estar de esa manera me hacía sentir feliz…

-Está bien si también lloras.- Me sorprendí ante su comentario… ¿Qué estaba diciendo?… Yo no quería llorar… no ahora… Pero… Mis lágrimas me traicionaron y resbalaron sobre su cabellera tan fina. ¿Tan vulnerable me veía?

Mi dolor y su miedo prolongaron más aquel tierno abrazo. Oía su palpitar, olía su aroma, sentí su suave piel y cuerpo cerca del mío. Aunque aún no era apropiado aceptarlo, estaba enamorándome de ella. O quizás ya lo estaba.

-Lo siento…- Dije en un suspiro y sollozante.

-¿Eh?… ¿De qué hablas?- Preguntó limpiando sus mejillas.

-Lo siento por mostrarte mi lado más deplorable…- Ni yo entendía de dónde salía tanta confianza para hablar así con ella…- Lo siento por mentirte hace rato, quizás no hubieses estado en esta situación… por eso… Lo sien…-

-Gracias.- Me interrumpió besando mi mejilla, llevándose unas cuantas lágrimas en sus labios. –Gracias por salvarme.- Me sonrió de una manera tan dulce. Esas palabras que ella dijo fueron aquellas que yo debí haberle dicho. Sin embargo, en ese momento estaba tan feliz de poder estar una vez más con ella. Es demasiado tarde… Nunca lo esperé, ella dominó mi corazón tan rápido.

-Ven, vamos.- Delicadamente la aparté y tomé su frágil mano. Ella sorprendida me miró, sin embargo no se opuso. –Mi nombre es Lisandro, Lisandro Riveil es un placer.- Le dije avanzando rectamente.

-¿Eh?… ¡Oh! Mi nombre es Emilie Miller…- Bajó un poco el tono de su voz.

Emilie… Un lindo nombre. El simple hecho de pronunciarlo era tierno. Sostuve su mano con más aferro. Cálida, tanto que podía derretirme. Suave, como algodón puro y natural. ¿Qué estaba haciendo?… ¿Qué demonios estaba haciendo con ella? ¿Por qué todo había terminado así?

-Así que… Emilie, ¿qué te trae al instituto Galo?- Pregunté sin mirarla, no podía, su mirada me ponía nervioso. Sentía que si la veía quería abrazarla nuevamente. Que penoso era mi caso, enamorarme de una cara linda… no, no era eso. Quizás sólo llevo dos días de verla, pero siento que sé algunas cualidades de ella, o quizás sólo las estoy inventando para sentirme mejor. Que risa he de dar.

-Busco a mí…-Pausó.- A alguien muy importante para mí. –

Quedé un poco pasmado, quizás un novio…su novio. Pero… Si tenía novio ¿por qué sostenía mi mano? ¿Por qué me abrazó con tan poca importancia?… ¿Sera igual que Carolina? ¿Le importara un bledo los sentimientos de los demás? Eso es cruel… Demasiado. No. ¿Qué demonios digo? ¿Qué clase de estúpidas conclusiones estoy sacando? Estoy haciendo prejuicios… Que idiota soy.

-Puede ayudarte si lo deseas…- Le dije aflojando un poco nuestro agarre de manos.

-¿De verdad?… ¡Gracias! Me salvas demasiado Lisandro.- Me sonrió… Este sentimiento se estaba haciendo más grande… ¿Por qué? Es imposible, es ilógico… Es verdad que no existe algoritmo para el amor… Pero si lo hay para el enamoramiento. Su rostro no debió ser el único estimulo. ¿Qué era? –Oye… Ella era tu novia ¿verdad?- Preguntó de manera inocente.

Me sorprendí un poco.

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-Digamos que lo era…- En otro momento eso me hubiera dolido, pero ahora no, mi pequeño ángel, Emilie, se encontraba tomando mi mano. No me dolía en lo absoluto.

-¿Lo era?-

-Aún está en proceso. No sé cómo decirle que lo nuestro finalizó.-

-Eso es horrible…- Hizo un gesto de estar molesta. Se veía más como una niña a la que le acaban de quitar su paleta que alguien que realmente está molesta. Me dio gracia.

-Digamos que ella hizo algo que me dolió.-

-El viento…-Susurró.

-¿Eh? ¿El viento?-

-Ella, ella es el viento de ayer ¿no?- Preguntó curiosa. ¿Por qué alguien que conocía muy poco estaba enterándose de mi vida? Se dio cuenta tan fácil…

-Si…- Dije entre quebrado. Palabras de odio y traición se reflejaban en mi mente. Esta herida me causaba confusión.

-Lisandro… ¿La amabas?-

-..Por supues…- Dudé. Ya no podía decir que la amaba porque ni yo lo sabía. Juré que fue mi vida, que fue mi todo… Pero si Emilie entró demasiado rápido a mi corazón, eso podía ser mentira. Tan sencillo fue deshacerme de su amor… Fue tan frágil… Casi cristal. –No lo sé.- Fue mi respuesta.

-Ya veo.- Apartó la mirada y se quedó callada un momento.

-Dejemos este tema. Mejor concentrémonos en buscar a tu novio…-Demonios, esa palabra salió por si sola… ¿Desde cuándo me traiciono?

-Yo no tengo novio.- Esas palabras me volvieron aún más feliz. Involuntariamente la abracé con un brazo sin dejar de soltar su mano. Ella sorprendida sólo dejó que su cuerpo se acercara más al mío. ¿Qué me ocurría?… Quería estar con ella de esa manera por siempre. Quería protegerla. Quería que siempre sonriera para mí, porque me tranquilizaba el simple hecho de verla. Me estaba volviendo dependiente…

-¡¿Qué demonios haces Lisandro?!- Escuché un grito proveniente de una voz muy familiar.

-¡Oh! ¡Álvaro!- Emilie se separó de mí y corrió a abrazar a Álvaro. Sonrió, le sonrió a alguien más… Soy idiota, quizás no tenía novio, pero quizás tenía un amado. De seguro ha de pensar que soy un tonto. No, realmente lo soy.

Álvaro correspondió a su abrazo y besó su mejilla. Me sorprendí un poco la reacción de él, no suele ser de las personas que demuestren muy fácil sus sentimientos. En algo tenía razón, esa pequeña era un ángel. Si logró que alguien como él le mostrase afecto, debía ser una obra divina.

Sonreí para mis adentros. Me alegraba por él y por ella. Sin embargo sentía una profunda tristeza.

-¿Huh? ¿Lo conoces?-Preguntó Emilie sorprendida.

-Claro, digamos que es especie de amigo.- Le devolvió una sonrisa.

-Jaja, por supuesto. Así que enhorabuena Álvaro, es una hermosa mujer.- Le dije sonriendo. Emilie se sonrojó un poco.

-Lo sé, no hace falta que me lo digas.-

-Deberías proponerle matrimonio ahora, de lo contrario me adelantare. – Pude notar como ellos cambiaron su semblante a confusión.

-Lisandro… ¿Qué demonios piensas? Emilie es mi prima.- Dijo Álvaro un poco enfadado.

-¿De qué hablas? No comparten apellido…-

-Idiota. Ella es parte de la familia de mi madre, es hija de mi tía Raquel. Por lógica no compartimos apellido Lisandro… ¿Qué idiotez habrá pasado por tu cabeza? De todos modos, ¿cómo la conoces? ¿De dónde ha salido la confianza de aquel abrazo bastardo?- Me preguntó enojado.

-Oh, Lisandro me resca…-

-Sólo me pidió ayuda para encontrarte… pero… ¡Era muy hermosa que no me resistí!- Mentí. No debía preocuparlo.

Emilie me miró unos segundos y pronto pude ver su decepción.

-Ya veo. Así que de ahí la confianza…- Álvaro suspiró. –Aléjate de ella jodido pervertido.- Dijo rodeando a Emilie en sus brazos como protegiendo a un conejo de un hambriento lobo

Carcajeé un poco, realmente era un idiota… El más grande quizás .A pesar de que tenía oportunidad con Emilie… no lo haría. No debía. Álvaro es una persona valiosa para mí, quizás por lo que ambos compartimos. Quizás por lo que nos une de manera fuerte. Quizás por su amistad… no puedo herirlo ni a él ni a ella. Así como olvidé a Carolina, la puedo olvidar a ella… No quiero lastimarla, no quiero verla triste…Jamás me permitiría hacerla llorar. Nunca me lo perdonaría y perdería todo… Por eso, si mi único privilegio es verla, por mi está bien… después de todo, aún soy un desconocido para ella.

No debí amarla… Nunca debí. Ella será prohibida para mí. Y como buen humano, lo deseare, deseare eso tan prohibido, pero no cometeré el error de tenerlo… No, no lo tendré.

Estoy feliz de haberla conocido, estoy agradecido de darme valor en abandonar a la que alguna vez creí mi amor… Estoy agradecido de que ella sea mi nuevo amor. De que ella llene el vacío que hubo. Por eso… no puedo estar con ella. La cuidaré de lejos. La amaré de lejos. La veré feliz con alguien más, veré como le sonríe, como le entrega su amor… Pero, seré feliz de sólo verla sonreír…

Existen personas que no deberían amar… Quizá Álvaro tenía razón, sin embargo, para mi aún era mentira…“

-Oye Lisandro… ¿Lisandro? ¡Lisandro!- Le grité, maldita sea, odiaba cuando se perdía de esa manera.

-¿Eh? ¿Qué ocurre Álvaro?- Reaccionó por fin a mis llamadas.

-De verdad eres un distraído, quizás el peor. Vamos, las chicas nos están esperando.- Caminé seguro de que él siguiera mi paso.

-Y bien, ¿qué les parece?- Katherine comenzó a modelar. Que linda se veía. Ese conjunto le asentaba perfectamente. Emilie parecía avergonzada, aunque no lo entendía del todo, su traje de baño rojo, le ajustaba de una manera especial. Estaba hermosa.

-Los dos se ven preciosas.- Besé la frente de Katherine y rodeé los hombros con mi brazo.

-En eso tienes toda la razón, se ven hermosas. Aunque para qué miento, no puedo dejar de verte Emilie, lo siento Katherine pero mis ojos se concentran más en ella. –Le sonrió. Emilie se sonrojo y agachó la mirada. Este idiota debería ser más cuidadoso con sus palabras. Mira que ilusionarla de tal manera. Nunca lo perdonaré si ella sufre.

Lisandro idiota. Pensé.

Katherine y Emilie avanzaron a la pizarra de actividades.

-¡Oh! Grandioso, mira Emilie tienen un acuario.- Dijo Katherine señalando la actividad.

-Nunca he visto un acuario, me gustaría ir.- Agregó entusiasmada. –Álvaro ¿podemos ir?- Me preguntó inocentemente.

-Si, por favor Álvaro.- Se le unió Katherine.

-Jaja, temo que no podrás negárselos Álvaro, las mujeres unidas consiguen lo que sea.- Carcajeó Lisandro.

-Creo que tiene razón.- Suspiré. –Está bien iré a preguntar a recepción. No tardo.- Me alejé rumbo al lugar. Demonios se hallaba muy distanciado. Pero, admito que esto sirvió para poder apreciar mejor el paisaje. Todo era tan calmado, tan sereno, tan bello.

Llegué a la barra y me dispuse a preguntar la información y acerca de los horarios.

-Disculpe…-

-Disculpe…- Al mismo tiempo oí una voz muy familiar que hizo mi cuerpo estremecer.

¿Es el destino o casualidad? ¿Destino? ¿Realmente existe eso? No, es imposible. Opté por casualidad…

-Oh, Álvaro…-

-Valeria…-

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