Existen personas que no deberían amar… Parte 17
Capítulo 16.
Katherine parecía disfrutar mucho la estadía en este lugar. Yo por el contrario me sentía un tanto perturbado. El hecho de saber que tú estabas aquí me era muy incómodo. ¿Por qué sigo pensando en ti? Quizás es porque perdí mi juguete… Porque perdí a la marioneta que algún día me dio diversión. Debo alejar pronto estos pensamientos.
Emilie se acercó temblorosa. Sus dientes castañeaban de frío.
Le rodeé los hombros con una toalla.
-Gracias.- Me sonrió.
-Eres aún una niña. –Le devolví el gesto. A pesar de su edad, me sigue inspirando las ganas de cuidarla tal como a una hija. Creo que por una parte entendía a Isabel.
-Emilie, qué bueno que regresas.- Se levantó Katherine del lugar donde se encontraba recostada tomando el sol. –Escuché de un spa con estética. ¿Qué dices? ¿Quieres ir conmigo? Será divertido pasarlo juntas.- Agregó sonriendo.
Emilie no era de las chicas que les hiciera ilusión ese tipo de cosas. Pero, quizás un poco de vanidad no le robaría del todo su sencillez.
-¿Huh? ¿Sólo las dos?- Preguntó confundida.
-Jaja, claro, será nuestro momento juntas Emi. Vamos, un cambio de imagen nos vendría bien.-
-No estoy segura de querer hacer algo extravagante Katherine.- Emilie como siempre tan modesta. –Pero… Realmente quiero pasar el tiempo contigo. Así que está bien, vamos.- Sonrió.
-¡Genial! Ven.- La tomó de su brazo y se acercó a mí.- Mi amor, te llevaríamos, pero… ¡Quiero que sea sorpresa!-
-Álvaro, no creo que sea una buena idea. Tendremos que cuidarlas ahora más.-
-En efecto.- Sonreí por el comentario de Lisandro.
-Jaja, no sean tontos. Deberían tener cuidado desde hace tiempo.- Carcajeó Katherine. –Amor, regresamos en breve.- Beso delicadamente la comisura de mis labios.-Te lo encargo Lisandro.- Sonrió.
¿Por qué? ¿Por qué aún no estaba enamorado de ella? Si enamorarme me ayudaría a olvidarte, debía hacerlo pronto… Katherine, una chica hermosa, con carácter, delicada, tierna… amable…
Tenía tantas cualidades. Sin embargo, ninguna era especial. Esas cualidades podía tenerlas cualquier chica. Katherine no era única… No valía la pena seguir con alguien tan común.
Tú y ella poseían la misma descripción. Si, ninguna de las dos debía significar mucho para mí. Ambas eran exactamente iguales. O quizás no…
El que yo siguiera pensando en ti, debía ser algo que me atrajera. ¿Qué otra cualidad había en ti Valeria? ¿Podrías mostrarme más? Eras una chica que siempre me mostraba algo diferente… Nunca la misma reacción, nunca la misma expresión… Todo de ti cambiaba. Creía poder predecir algunas acciones tuyas, pero siempre las cambiabas. Rebasabas cada teoría que formula de ti.
Era divertido… Era entretenido… ¡SI! Eso era… Mi vida se volvió aburrida. Pero tú lo cambiaste. Me mostraste diversión. Me enseñaste que tan fácil podría ser controlar un ser humano. Por eso… muéstrame más. Necesito ver que hay dentro de ti. Enseña todo de ti hasta que no lo soportes más…
-Álvaro, si no te importa, quería ir al vivero de este lugar. Escuché que tienen camelias. Me gustaría comprar algunas.-
-¿Camelias? ¿Para qué rayos quieres esas flores? No me digas que te has vuelto mujer Lisandro-
-No seas machista hombre, ¿qué hay de malo que quiera algunas?- Preguntó divertido.
-No es que lo sea. Es sólo que tú no puedes mantener con vida una vaina de frijol, y me sorprende que quieras una flor tan delicada como la camelia.-
-Igual no responde a lo de convertirme en mujer.- Rió. –Bueno, en todo caso. Me has pillado. Deseaba regalárselas a Emilie. Una vez mencionó acerca del jardín de su vecina. Dijo que le gustaban esas flores. Además, la camelia me recuerda a ella. En especial la blanca. Tan pura, inocente a ojos comprensivos y delicada como cada uno de sus pétalos.-
No hay lugar a duda que cada quien interpreta los colores a su forma. Para mí el blanco, era un lienzo que debía ser pintado para dejar de ser sólo un fondo vacío. Por el contrario, Lisandro veía aquel lienzo tan expresivo como si pudiera ver algún color único, especial en él.
-Si empiezas de cursilerías sacadas de tus escritos. Te aclaro que no me interesa oírte.-
-Lo siento, no era mi intensión Alva. Sólo que de verdad deseo hacerle este insignificante regalo.-
-Idiota, ella no lo tomara así. El aura emocional que provocara en Emilie será más del que puedas controlar. Te advierto que si intentas algo más, tendrás que buscar desde ahora una buena funeraria.- Le dije molesto. El hecho de que él tuviera este tipo de consideraciones con ella, no era algo que podía tolerar. Emilie nunca se enamoró. Ahora que lo pienso, ella me había preguntado que era algo tan trivial como el amor. Quizás nunca tuvo un novio.
-Jamás me lo permitiría Álvaro. Ella es muy importante para mí, como lo es para ti. Tómalo como un simple regalo de amistad.- Sonrió forzadamente.
Suspiré.
-Aún no lo entiendo. Pero, no puedo negarte que esas flores realmente le gustan a ella. Sólo por verla feliz aceptaré que le ofrezcas tu regalo.-
-Que miedo das Álvaro. De todas formas has accedido, aunque un regalo no puede ser aprobado o rechazado ¿sabes?- Me miró desafiante.
-Sí, pero ¿qué crees? Eso no funciona conmigo Lisandrito.- Me burlé de él.
-Jaja, está bien. Tú ganas. Vamos.-
Comenzamos a caminar hacía el lugar. Lisandro llevaba la plática a flote. Hacía tiempo que no conversaba tanto con él. Últimamente se encontraba ocupado con sus redacciones. La editorial lo presionaba un poco. Mientras yo, cuidando a Emilie y pasando tiempo con Katherine. Sin lugar a dudas me había distanciado considerablemente de él.
-Entonces, ¿qué preferirías? ¿Quedarte abandonado en el desierto o estar encerrado una hora con la personas que más odias?-
-Eres un crío Lisandro. Mira que hacerme tales preguntas inesperadamente mientras hablábamos de la vegetación. De verdad eres un desastre.-
-Oh vamos, no seas tan agrio. Contesta.-
-Sin lugar a duda, quedarme en el desierto. No soportaría tu compañía tanto tiempo.-
-. . . ¡Oye! Que malvado eres Alva.- Carcajeó.
No pude evitarme reírme junto con él. Este idiota de verdad me sacaba sonrisas. ¿Cómo lo hacía?
-Mira hemos llegado.- Señaló el vivero.
-No estoy ciego Lisandro.- Hice una mueca de reproche y enfado.
Pude divisar a una chica tropezar. Sentí su cuerpo chocar con el mío. Era una joven pelirroja con grandes ojos verde.
-Oh lo siento. No tuve cuidado. Pero por lo menos caí en buenos brazos.- Sonrió provocativamente.
Perfecto… Lo que necesitaba, recordad la vieja técnica de las chicas del Instituto Galo. Me molestaba.
-Descuida.- La aparté.
Pude notar que se acercaron sus amigas. Ahora acosando a Lisandro. Muy bien Lisandro. Pensé. Me había llevado a un lugar que me desagradaría.
-Parece que están un poco solitarios. ¿Les gustaría pasar el rato con nosotras?- Dijo la pelirroja pestañeando innecesariamente de más.
Me acerqué a ella y le aparté rozando su mejilla, un mechón de su largo cabello. Le sonreí de manera tranquila. Posé mis labios cerca de sus oídos.
-Por supuesto que no cariño.- Me alejé de ella. – ¿Qué te hace pensar que si estoy solo desearía la compañía de alguien tan corriente como ustedes?- Le sonreí burlonamente.
Lisandro se sorprendió un poco. Es cierto que rechacé a muchas chicas en el instituto, pero había sido de una manera sutil. Sin embargo, en estos momentos, no estaba con humor para “amabilidades”.
-Eh… Él no quiso decir realmente eso… Estamos agradecidos por su invitación, pero, nosotros ya tenemos nuestra compañía.- Intervino Lisandro.
-¡Repítelo idiota!- Gritó la pelirroja furiosa, ignorando completamente a Lisandro.
-Lo que oíste. Me desagrada la idea de estar con alguien así de vulgar y fácil.-
Furiosa por mi comentario, intentó darme una cachetada.
La tomé de la muñeca, deteniendo el impacto de esta con mi mejilla.
-No hace falta que te lo tomes tan a pecho. Que tu belleza no te haya funcionado no amerita esa rabieta. – La solté bruscamente. –Vámonos Lisandro.- Continué mi rumbo.
Escuché múltiples disculpas por parte de Lisandro.
-Álvaro, eso fue excederse.- Dijo un poco molesto y avergonzado. Lisandro debería ganar un premio por su nobleza.
-Me deshice de ellas, no sé de qué te quejas.-
-Álvaro, deberías tener respeto por las personas.- Lo que pudo haber terminado como una plática amena entre dos amigos, acabaría por convertirse en una sesión de psicología.
No le dirigí la palabra hasta entrar al vivero. Olvidar lo sucedió sería más sencillo, que darle más vueltas al pequeño engranaje que se había formado.
Preguntamos al encargado acerca de las flores que Lisandro buscaba. Teníamos que caminar varias parcelas.
-Olvídalo Lisandro. Prefiero esperar a que vuelvas que caminar todo ese tramo. Y conociéndote, preguntaras por cada una de las flores que veas en el camino.-
Siguió insistiendo, pero se rindió ante tanta negatividad por parte mía. Así que sólo se fue junto con el encargado.
Sé que era un regalo para Emilie, pero aun así mi pereza era tan grande que no deseaba ir.
Me quedé contemplando algunas rosas y lirios que había en ese lugar. Blancas, rosas, rojas, amarillas… cada una de ellas era hermosa a su manera.
Al observar una rosa de un fuerte color rojo, noté a una joven sentada abrazando sus pies, con su cabeza apoyada a sus rodillas. Me acerqué un poco más y noté que eras tú. No te encontrabas con tú novio. Parecías triste.
Así, que él consiguió ponerte triste en poco tiempo. ¿Era esa otra de tus facetas?
Salí del vivero y me acerqué a ti.
-Hola.- Te sonreí y me senté a tu lado. Si tengo la oportunidad de descubrir aquella cualidad tuya que hace sentirme de esta manera. No me importaría regresar contigo.
-Álvaro ¿Qué haces aquí?- Preguntaste sorprendida.
-Valeria, si te molesto sólo dilo. Seré obediente si me lo pides.- Te dije coquetamente.
Te ruborizaste un poco y reíste.
-No, no me molesta. Estoy feliz de que estés aquí. Pero me sorprende que te encuentres solo.-
-Digamos que lo mismo pensé. ¿Dónde está tu amado novio?-
-Estaba coqueteando con una pelirroja y sus amigas.-
Y aquella chica se molestó porque le dije fácil. Ahora entiendo que odian la sinceridad.
-¿Enserio? Eso no es propio de ti.- No, no lo era. Deberías haber estado haciendo tu drama justo como lo hacías conmigo. -¿Dónde está la Valeria celosa?- Me burlé un poco de ti.
-Digamos que no me importa…- Fueron aquellas palabras tan frías que me hicieron sentir más tranquilo.
-Entonces ¿por qué esa cara triste?- Acaricié tu mejilla dulcemente. Me pregunto si está caricia podías convertirla en sentimiento.
-No es por él…- Apagaste tu voz y me miraste tristemente. Lo sabía. Aún sigo siendo necesario para ti.
Ahora que sabía el origen de mis ansias por tenerte, podía estar orgulloso y confiado de recuperar, lo que siempre fue mío.
-Entonces juntos olvidemos tu preocupación.- Me levanté y te ofrecí mi mano para que hicieras lo mismo. Me sonreíste y tendiste tu palma sobre la mía.
Aún eras mi juguete favorito. Eras la pieza del tablero que más utilizaba. Eras el dulce que tanto anhelaba. Aquel que deseaba que pronto me enseñara lo que tenía bajo su envoltura, de lo contrario la arrancaría para poder saborearlo hasta el punto de que ese sabor se desvaneciera lentamente…