Existen personas que no deberían amar… Parte 23
Capítulo 22.
Me pregunté algo respecto con las relaciones humanas. ¿Realmente era necesario que todo ser humano llegase a tener pareja? Era algo complicado entenderlo para mí.
-¿Qué quieres decir Katherine? ¿Acaso hice algo mal?-Pregunté aturdido.
Negó pausadamente con la cabeza. Aquel abrazo se había prolongado aún más. Si pudiese entender sus razones, sus pensamientos o aquello que la había orillado a tal decisión estaría un poco más tranquilo.
-Álvaro… Yo no quiero destruir lo que he formado contigo.- Declaró triste. ¿Qué fue lo que formó conmigo? ¿En qué momento creamos algo juntos? Ella sólo era un distractor, aquel que me ayudaría a no adentrarme dudas.
-Lo lamento, pero no entiendo.- Exclamé confuso.
Ella sonriendo besó sutilmente mi mejilla.
-Recuerdos… Recuerdos alegres Álvaro. Yo sé que tú no me amas, nunca lo hiciste. Más sin embargo lo fingiste y por absurdo que suene, no me molestó. Lograste que yo fuese feliz, no experimenté emociones tristes en ninguno de aquellos días. Por eso antes de que decidas abandonarme, porque sé que pronto no esperaras nada de mí, seré yo la que diga adiós. Cargaré con estas bellas memorias.- Agachó su mirada.
-¿Por qué dices que no te amé?- Traté de disimular mi sorpresa.
-Álvaro, no puedes engañar a alguien que una vez abrió su corazón a otra persona. Conozco muy bien el amor no correspondido. Por eso traté de ser alguien importante para ti. Pero al parecer no lo conseguí.- Frágilmente acarició mis mejillas.
-¿Desde cuándo lo sabes?- La miré seriamente.
-Es bueno saber que ahora no lo niegas. Álvaro yo siempre lo supe. Sin embargo, en ti encontré algo muy diferente. En tu farsa entregas todo ¿no es así? No te importa que tan riesgoso sea, tú lo das todo para que sea creíble. Aquellos recuerdos se formaron a base de mentiras por parte tuya, pero mis sentimientos no fueron falsos. El 50% de aquello se conservara y el otro paulatinamente se borrara.- Terminó de hablar Katherine.
-Debiste abandonarlo desde un principio. Katherine llevamos alrededor de un año, juntos. A estas alturas debiste darte valor antes.- Comenté fríamente.
-Probablemente tengas razón. Pero no era conveniente para ti ¿verdad? ¿Qué papel jugué yo? Sólo dime en que te ayudé. Aunque sea poco, si te serví de algo, estaré bien.-
-¿Ahora qué estás diciendo? ¿Acaso eres tonta? ¿Cómo puedes decir que está bien el ser utilizado? ¿No te das cuenta? No puedo creer que aún pienses en quererme… Eso es algo muy tonto de tu parte…- Me alejé molesto de ella. -Si quieres saberlo… Sólo me serviste de distracción.-
-Lo sabía, fue buena idea dejarlo antes de ser inservible.- Sonrió como si le hubiese dicho una broma tan obvia.
-Es la primera vez que alguien me rechaza…-
-¿De verdad? Eso quiere decir que por lo menos soy especial de cierto modo.- Volvió a sonreír. Parecía feliz a pesar de lo que le había dicho. Me molestaba.
-Escucha Katherine… Hace nada has dicho que te dejé recuerdos hermosos…- Me acerqué nuevamente a ella y la tomé de los hombros. –Si te dejo un recuerdo doloroso ¿Podrías olvidar tus sentimientos por mí?-
-¿Eh? ¿A qué te refieres?- Preguntó sorprendida.
-Si rompo aquella felicidad que juras que un día creé. ¿Podrías seguir amándome? ¿Podrías perdonarme?- Forzadamente la besé. Ella comenzó a forcejear. La encerré entre mis brazos sin dejarle escapatoria. – ¿Piensas aún que soy una persona dulce?- Ella estaba temblando, parecía asustada. –Recuerda que sólo fuiste utilizada…-
-A pesar de lo que digas o hagas… No lo olvidaré. Álvaro… Tú fuiste el único que me enseñó cómo debo amar.- A penas duras agregó.
-A estas alturas ¿Todavía puedes considerarme alguien así? Ni Valeria puede ser tan estúpida.-
-Quizás… Pero… Algún día te daré las gracias por esta experiencia. No volveré a equivocarme nunca más.- Comenzó a lagrimar.
-¡Y es por eso es que jamás aceptaré algo tan enfermizo como el amor!- Exclamé separándome bruscamente de ella.
-Álvaro…-Suspiró levemente. -Sólo ten cuidado cuando intentes recuperarla. El corazón humano es el más débil. Somos frágiles, tan delicados y una vez abierto, todo mundo puedo dañarlo.- Aún con lágrimas en sus ojos, me abrazó tiernamente.
Está chica era muy extraña. Pero… Aquella acción por parte suya me había tranquilizado.
-Ahora ¿qué estás diciendo?… Que problemática eres…-Calmé el tono de mi voz. ¿Qué demonios estaba haciendo? El desesperarme para que me dijera que no me amase había sido algo estúpido. -Katherine… Lo de hace rato… Yo… Yo sólo-
-No digas nada. Está bien, yo sé que no eres esa clase de persona. No llegarías más lejos. Sólo fue para darme un susto y un regaño. No hay problema. – Me interrumpió regalándome una última sonrisa.
-De recuerdos no se vive…- Agregué secamente.
-Pero tampoco moriré de ello.- Fue su respuesta.
La vi marcharse, quizás para jamás regresar. Pude escuchar un sollozo por su parte. Parecía ser que continuó llorando.
Me senté flojamente en el sofá, pensando acerca de mis reacciones. Fui un idiota por haberme exaltado de esa manera. No comprendía sus sentimientos tan obsesivos. Recuerdo que siempre fue así. Mi primera novia hizo lo mismo, aferrarse de una manera compulsiva.
“El tener una pareja siempre fue lo que oía anhelar de las personas. Compartir un pedazo de tus pensamientos con alguien más. El amar y ser amado. Tenía que ser un trato justo. De igual valor y significado. Sin embargo, eso era mentira. No todas las personas entregaban el mismo sentimiento. A veces la balanza se inclinaba más a la derecha que a la izquierda y viceversa. Nadie entregaba el 50% y nadie lo recibía. Todos daban la cantidad que pudiesen aguantar, pero nunca eran rellenados para formar el cien por ciento que necesitaban.
Si pusiera el ejemplo de Lisandro, sería más entendible. Él regalaba un 55 por ciento en la relación, o sea que su estatus bajaba a un 45 por ciento. Para poder complementarse, necesita recibir la misma cantidad entregada y de igual manera aquella persona. Así ambos se complementarían. Pero nunca fue así. Lisandro obtenía 35 o incluso el 20 por ciento del afecto. O a veces, recibía más del que podía controlar. Quizás un 60 o incluso 75. Eso hacía que hubiese un desequilibrio y que pronto la relación se esfumase.
Yo consideraba aquello tan innecesario. Era como apostar en un juego al azar. No tenías idea en que momento perderías o en cual ganarías. Tu único conocimiento y estrategia, era confiar. Confiar en la persona que amabas, que querías, por la cual siempre suspirabas.
Isabel me agobiaba siempre con sus preguntas acerca de mis relaciones amorosas.
-No te hagas ideas absurdas Isa. Yo nunca he tenido novia.- Eran mis respuestas ante tales interrogaciones.
-¿Por qué no? Álvaro ya estás en edad de tener una. Oh vamos, yo sé que hay una chica que te debe interesar.
-No, no existe.-
-Por lo menos intenta buscarla.- Me rogaba siempre. –Quizás no ha llegado la indicada, pero algún día te enamoraras.- ¿Algún día? Ella estaba insinuando que siempre en la vida de un ser humano, debía existir aquella emoción, aquella sensación tan hechizante.
Mi primer beso había sido robado. Es gracioso proviniendo de un hombre. De cierto modo fui abusado. Recuerdo que ocurrió en secundaria. Las amigas de aquella chica me habían acorralado diciéndome que ella tenía algo importante que decirme.
-Álvaro espera, Leslie tiene algo que contarte, espérala ¿quieres?- Decían agarrándome dos chicas de los brazos. Era muy obvio saber el motivo. Una declaración que por supuesto declinaría. Pero en ese momento, prácticamente estaba prisionero.
-Los dejamos.- Corrieron soltando unas risillas algo molestas. Leslie parecía nerviosa. Su largo cabello rubio rojizo caía en risos. Sus tiernos ojos verdes se desviaban de mi mirada.
-Álvaro, lamento que mis amigas te hayan hecho esperarme.- Sonreía tímidamente.
-Descuida, no me importa. Y bien… ¿Qué es lo que tenías que decirme?- Pregunté un poco agobiado.
-Bueno… Hemos sido compañeros por tres años y te considero un buen amigo. Hemos compartido muchas cosas ambos, así que supongo que es normal que mis sentimientos hayan fluido por ti…- ¿Buenos amigos? Ni siquiera entablábamos una conversación estable. Las únicas veces que lo hacíamos era por trabajos en equipo.
-¿Y qué sentimientos son esos?- Pregunté como si no supiese la respuesta.
-Yo… Te quiero… Quiero que los dos seamos…-
-Jamás pasara.- Le dije fríamente. Ella me miró sorprendida. Como si nunca esperara que la rechazara. –Lo siento, pero si sólo es eso, me tengo que ir. Tengo cosas más importantes que hacer. Así que adiós.-Apunto de marcharme, ella me tomó de la camisa del uniforme y me inclinó a su altura. Lentamente sus labios tocaron los míos, y de una manera algo lenta, se unieron más estrechamente. La sensación era nueva y no puede evitar sentir un hormigueo.
Por breves segundos permanecimos de esa manera. Escuché unos gritos provenientes de sus amigas que habían estado observando el momento.
-Lo siento… Pero, no lo acepto.- Exclamó arrogantemente. La miré desafiante. Comencé a repudiarla por aquella acción.
-Entonces espera lo peor.- Le entregué no sólo mi primer beso, sino también el segundo.
Tomé su barbilla y rocé sutilmente la comisura de sus labios. Por lo menos disiparía las dudas de Isa.
Mi primera novia, Leslie, me entregó alrededor del 65 por ciento de su amor. Yo sólo le obsequié un 10 o quizás menos. Su amor se desbordó de mis manos. Tanto que me agobié… Era molesto y abrumador. No era paciente, no era calmado y me incomodaba demasiado. Me sentía encadenado. Es gracioso. Yo era un adolescente que ya sentí la presión de un matrimonio…
-Álvaro ¿quién era ella? Me molesta que quiera estar siempre contigo.- Farfullaba enojada.
-No tengo ni la menor idea. Conoce mi nombre y hemos hablado un par de veces. Pero ni siquiera sé quién es.- Si hubiese querido mentirle, habría sido mucho más ingenioso. Aquello era la verdad. Sin embargo, cuando trató de sincerarme, pareciese que soy un mentiroso.
-¡¿Crees que soy idiota?!- Gritaba en un tono agudo.
-Ahora lo creo… Te estoy diciendo claramente que no conozco a la chica.-
-Imbécil… ¡Te odio!- Salió corriendo del aula, llorando.
-Álvaro, debiste ser más sutil- Suspiró Lisandro.
-Tú deberías ser menos curioso.-Le regañaba siempre.
-Lo que digas… ¿Iras por ella?-
-No. No pienso continuar con alguien así.- Aclaré fríamente.
-Eso es cruel de tu parte. Por lo menos intenta terminar como es debido Álvaro.-
-Creo que no podre, terminaré abofeteado si voy ahora. Por eso esperaré a que se relaje.-
Lisandro sólo se rió y me dio palmaditas en mi espalda.
-El problemático eres tú- Agregó sonriendo.
Quizás eso podría ser cierto. Pronto me di cuenta de que nunca podría estar con una persona… No, no lo lograría, en primera porque siempre fui una persona que prefirió la soledad. Segundo, sólo pienso en mí. El amor es una de tantas fuerzas que desconocemos, no se puede decir que es buena o mala. Soy un egoísta. Si dejo entrar a alguien en mí ser, a mi corazón, a mi alma, cuando decida irse sentiré un profundo vacío, y una vez más sólo estaré preocupado por mí. Hay veces en que deseo que nadie se vaya de mi lado. Estoy rodeado de personas e incremento cosas sin sentido. Una vez que se vuelva invaluable, sé lo que se siente perderlo. Sufrí una vez aquello, por eso, no quiero volver a sentir algo tan atajante.
Aquellos pensamientos tan abrumadores que me hacían preocuparme debido a la rutina que lleva el ser humano con aquellos algoritmos de nacer, crecer, reproducirse y morir; pronto decidí olvidarlos. Me atormentaban, me molestaban. Hasta que un día me pregunté ¿Realmente necesito una pareja? ¿Realmente necesitamos nuestra “media naranja”? O quizás sólo lo hacemos para rellenar la soledad que sentimos… Pero, si me gusta estar solo ¿No sería algo tonto buscar el amor de mi vida? ¡Patrañas! Yo no tengo tiempo para amar a otro humano”
Aquel recuerdo se había convertido en una decisión importante en mi vida. Yo no necesitaba amor… No necesitaba a alguien a mi lado. Sólo me sería un estorbo.
Subí a la terraza, por lo menos para enfriar mi cabeza. Había sido un idiota y aun así ella siguió sonriendo.
-¡Te encontré!- Exclamó Emilie llegando por detrás y tapándome los parpados.
Retiré sus brazos con una sonrisa y me abracé con ellos.
-Nunca fui bueno en las escondidas Emilie.- Ella sólo rió ante mi comentario. Estar con ella me relajaba, me tranquilizaba y me hacía sentir mejor su compañía.
-Lisandro te estaba buscando. Deberías ir a verle.- Se sentó a mi lado.
-Te doy todo lo que quieras si prometes no decirle donde estoy- Le jalé la mejilla como haciendo un complot.
-¿Qué dices? Sabes que te delataría a pesar de eso.- Me revolvió el cabello.
-Que cruel eres Emilie, mira que tu pobre primo está triste-
-Oh vamos Álvaro, sabes que eres mi primo preferido.-
-Soy tu único primo, querida- Ambos carcajeamos. Si Emilie no hubiese llegado creo que estaría más inquieto. Puede ser que ella sea la única persona con quien no tengo que fingir.
-Lo sé, por eso no debes enfadarte conmigo- Sonrió tiernamente.
-Nunca lo haría.- Así es, jamás podría enojarme con ella. Ella nunca sería una molestia para mí. Aunque no pueda expresarle lo que siento, Emilie siempre será como una pequeña hermana para mí. –Emi… ¿Tú crees que soy un idiota?- Pregunté recordando el amargo momento de hace rato.
-¿Eh? Para nada, eres una persona que admiro mucho. ¿Cómo podrías serlo?-
-Lo dices porque somos familia.-Reí un poco.
-No, jamás haría eso. ¿Por qué la pregunta? ¿Va todo bien Álvaro?-
-Katherine y yo terminamos la relación… Pero creo que el único responsable fui yo.-
-¿Lo dices enserio?… Lo siento Álvaro, no sé qué decirte. Yo no comprendo del todo eso…-Su rostro parecía disculparse conmigo.
-Está bien… ¿Crees que hice algo mal?-
-No. Tú eras muy tierno con ella, eras amable y cariñoso. Me ha caído de sorpresa lo que me has dicho. Pensé que ustedes eran el uno para el otro…- Parecía triste. Es cierto que Katherine y ella formaron una amistad.
-Eso es mentira Emilie… Nunca fui honesto con ella.-
Emilie permaneció en silencio. Frágilmente tomó mi mano y la estrechó con la suya. Sólo ella entendía en que momento las palabras no servirían conmigo.
Por un breve silencio ambos contemplamos las estrellas en aquella noche. Era de cierta forma tranquilizador y pacífico.
-Emilie… Está bien si aún decides irte- Con ella no debía ser egoísta, aunque en el fondo sufriese por ello. No debía herir lo más importante que tenía. Su afecto, su cariño, su alegría que compartía conmigo era irremplazable. Era única y sincera. –Estaré bien- Sutilmente la abracé. Su fragancia penetró mi ser. Ella era frágil, por eso, no debía tenerla por mucho tiempo, de lo contrario terminaría rompiéndola.
-…Gracias.- Débilmente dijo. Sentí unas cuantas lágrimas rodar en mis hombros. Me molestaba no saber la razón de su tristeza. Tenía una vaga idea, pero no podía afirmar que en realidad eso fuese. Me odié en aquellos momentos. Yo era dependiente de ella, Emilie siempre me sacaba de apuros y nervios que me ponían en duda, pero, yo no podía ni siquiera darle unas cuantas palabras de consuelo.
Contemplé toda la noche a Emilie arreglando sus maletas. Pronto su cuarto parecía vacío. Su aroma sería lo único que se quedaría en aquella habitación.
Lisandro había salido, ante la noticia de su partida, sólo dijo que tenía algo pendiente que hacer y por lo tanto la despediría en la mañana. Emilie simplemente agachó su cabeza y le regaló una sonrisa. Estaba molesto con él, sus palabras tan frías con ella sólo la herían.
Llamó a sus padres, dándoles la noticia de su repentina decisión. Escuché atentamente cada una de sus palabras. Ante mis oídos, todas ellas eran falsas.
Una vez alistado todas sus cosas, se sentó en la cama. Aliviada y un poco exhausta se recostó.
-Lo bueno es que eres ordenada, sería más trabajo si no lo fueses.- Me senté en la silla de su escritorio. -¿Qué harás con tus estudios?-
-Bueno, por fin terminé el año en Galo. Supongo que lo más factible para mi sería transferirme aprovechando el lapso de las vacaciones.- Comentó abrazando su almohada.
-Me estaba acostumbrando a tus desayunos Emi… Los extrañaré incluso más que a ti- Bromeé un poco con ella.
-Eres un tonto-Comenzó a reírse. No podía dejar que se fuera con recuerdos tristes o desagradables.
-Sólo perdona al idiota de tu primo y promete que vendrás a visitarlo.- Sonreí.
-¡Es una promesa!- Corrió a abrazarme. Demonios… De verdad la extrañaría demasiado…
Isabel casi me fulmina cuando se enteró de la noticia. Me culpaba de no haberle detenido o por lo menos haberlo intentado. Quería rogarle que se quedara. Pero eso ya no dependía de mí. No, no dependía de mí, sino de él…
-Adiós Emilie. Cuídate mucho pequeña.- Se despidió Lisandro con una ardua sonrisa.
-¡Si! Adiós, gracias por las molestias que pude causarte.- Le devolvió el gesto. Parecía alegre, me dolía ver que estaba fingiendo. Ella no era ese tipo de persona.
-Emilie… Te voy a extrañar. No es divertido ir de compras con Álvaro.- Dijo Isabel haciendo pucheritos.
-Lo siento Isa. Vendré de visita y juntas vaciaremos los centros comerciales. Por supuesto si prometes no mostrar mi lencería- Comenzó a ponerse colorada.
Isabel rió por su comentario y afirmó con su cabeza. Emilie compartió la misma reacción.
-Emi, cuídate mucho.- La abracé por un largo tiempo. El decirle adiós nunca me fue muy sencillo y mucho menos ahora.
-Lo haré…- Correspondió a mi abrazo.
Ella caminó hasta la entrada de la terminal, no sin antes voltear y agitar su mano despidiéndose.
Lisandro había permanecido callado con una mirada sería. Él tampoco era de esa manera… Ambos eran unos mentirosos… Tan falsos con sus sentimientos.
Al llegar a casa, él seguía de la misma manera. Se sentó en el sillón y sacó su manuscrito para revisarlo. Él había decidido continuar con su rutina, como si realmente no le importase la partida de Emilie.
-Lisandro… ¿Acaso eres un idiota?-
-¿Eh? ¿De qué hablas Álvaro? ¿Hice algo mal ahora?- Preguntó sorprendido.
-Siempre decías lo importante que ella era para ti… Siempre diciéndole que la amabas… Siempre actuando de una manera tan amable… Y ahora que se ha ido, parece ser que te importa un cacahuate.-
-Álvaro…-Pausó unos momentos. -¿Qué podíamos hacer? Era su decisión después de todo.- Agregó melancólicamente.
-Ni se te ocurra hacerme sentir como un egoísta Lisandro. En el fondo sé que tú también lo eres… ¿Por qué no eres sincero?-
-Estas delirando. Sé que es difícil decirle adiós, pero cálmate, no es como si nunca la volverás a ver. Por eso…-
-La amas ¿no es así?- Interrumpí sus conclusiones agobiantes.
-…Te digo que te calmes…- Intentaba desviar el tema. -Álvaro, no te hagas ideas equivocadas… Yo no… No podría… No debo- Parecía triste. Lo sabía… Estaba enamorado de ella.
-Su autobús salé a las 4, si te apresuras podrás alcanzarla.-
-No… No iré. Alva, sé que la lastimaré. No deberías darme la oportunidad de ir. Ella es muy preciada no sólo por ti, sino también por mí. Si la lastimó, jamás me lo perdonaría.- Su voz parecía quebrada.
Di un suspiro profundamente largo.
-¿Desde cuándo es el sentimiento?- Pregunté algo molesto.
-Desde que la conocí… El día en que terminé con Carolina, ella logró que yo la olvidara de una manera rápida. Por eso, puede que ocurra lo mismo con Emilie… Temó olvidarla como lo hice con Carolina.-
No pude evitar carcajear ante su respuesta. Él sorprendido me miró.
-Sabía que eras idiota, pero no sabía que eras tanto. Me ofende tu afirmación. Emilie no es fácil de olvidar… No la compares con otras personas Lisandro. ¿Cuántas novias tuviste después de Carolina?-
-¿Eh?… Cuatro- Aclaró mi pregunta.
-¿Y olvidaste con una de ellas a Emilie?-
-¡Por supuesto que no!- Volví a sonreír ante su exclamación.
-Y es por eso que los escritores son los peores amantes, el estar siempre inventado hace que se imaginen un desenlace en su vida y creen una historia a base de suposiciones. Emilie no es uno de tus personajes Lisandro. No te hagas conclusiones rápidas. No quieras inventar un futuro como el de tus novelas. No lo conseguirás.-
-…Lo siento, pero…-
-Por última vez… ¡Ve por ella jodido escritor de pacotilla!-
-Álvaro…-
-Perderás tu oportunidad y todo por una presunción.-
Él me miró por segundos sorprendidos, como si nunca hubiese esperado esa reacción por parte mía. Me sonrió y se levantó del sofá.
-Gracias…- Dijo tocándome el hombro. Nunca en mi vida, creí decir aquellas palabras.
-Una cosa más…- Le detuve antes de que se marchara. Con un poco de fuerza, le solté un puñetazo en la cara.
-¡¿Eso por qué fue?!- Gritó un poco molesto.
-¡¿Todavía te atreves a preguntarme?! Fue por no decirle nada a tu mejor amigo… idiota.-
– Me alegra que lo seas- Volvió a sonreírme.
-Escucha Lisandro, confió en que la querrás siempre… Por eso, me alegra que estés enamorado de ella.-
-Álvaro… Oír eso de tus palabras me es grato. Así que ¿qué clase de amigo sería si no cuido tu confianza? Gracias… Gracias por hacerme ver mi error- Corrió pasando por mi lado. Está persona y Emilie… Eran muy importantes para mí. Deseaba verlas felices… Aunque yo no entendiese del todo ese sentimiento.
-¡Hey! Lisandro… Ni se te ocurra volver sin ella… Flores servirán mientras seas honesto con tus sentimientos. Créeme que serás correspondido-
-Gracias por el consejo… Oye Álvaro, tú también deberías ser honesto, pero contigo.-
-¿Oh?- Antes de por decir algo ante su comentario, él ya se había marchado rumbo a la estación donde Emilie probablemente esperaba paciente su transporte…