Existen personas que no deberían amar… Parte 24
Capítulo 23.
-Por última vez… ¡Ve por ella jodido escritor de pacotilla!- Escuché sus palabras tan seguras. ¿En qué momento se dio cuenta de mis sentimientos?… Él realmente estaba ayudándome con ella.
-Álvaro…- No sabía qué decirle. Estaba anonado, confuso y un tanto triste.
-Perderás tu oportunidad y todo por una presunción.- ¿Presunción? Me había descubierto… Álvaro había descubierto la triste mascara forjada a base de engaños y negaciones. Intenté ocultarlo… Pero, él lo notó.
-Gracias…- Dije tocándolo del hombro. Este gesto de su parte nunca lo olvidaría.
-Una cosa más…- Me detuvo antes de que me marchara. Sentí un fuerte golpe en mi pómulo. Maldita sea… ¡¿Dónde demonios esconde esa fuerza?!
-¡¿Eso por qué fue?!- Grité molesto por su acción.
-¡¿Todavía te atreves a preguntarme?! Fue por no decirle nada a tu mejor amigo… Idiota.- Vaya sorpresa… Realmente él es un tonto… Pero, tiene razón. No debí ocultarle a mi mejor amigo lo que sentía. Soy una de los pocas personas a las que Álvaro le ha abierto su verdadero ser… No fue justo el que yo le mintiera.
– Me alegra que lo seas- Le sonreí. Le agradecía su amistad, que por lo menos antes mis ojos era sincera.
-Escucha Lisandro, confió en que la querrás siempre… Por eso, me alegra que estés enamorado de ella.- Me sentí aliviado ante aquella afirmación. Y pensar que me odiaría por eso… Creo que esta debe ser una lección para mí… El querer esperar lo que no piensan las personas, es como querer predecir el futuro. Álvaro tenía razón, eso era imposible.
-Álvaro… Oír eso de tus palabras me es grato. Así que ¿qué clase de amigo sería si no cuido tu confianza? Gracias… Gracias por hacerme ver mi error- Corrí pasando por su lado.
-¡Hey! Lisandro… Ni se te ocurra volver sin ella… Flores servirán mientras seas honesto con tus sentimientos. Créeme que serás correspondido-
-Gracias por el consejo…-Estaba feliz ante su sugerencia. Él realmente aprobaba que yo tuviese una relación con ella. -Oye Álvaro, tú también deberías ser honesto, pero contigo.- Agregué antes de marcharme.
Él es una persona que ha creado una barrera a su alrededor… Y por más gracioso que suene. Siempre ha de tener conflictos consigo mismo. Sobre todo con sentimientos que no comprende, e intenta engañarse negándolos. Está equivocado, igual que lo estuve yo… Por eso, si logró ayudarlo sería como pagar toda mi gratitud.
Llegué deprisa a la terminal, rogando que Emilie no hubiese subido a aquel autobús. Aunque si lo hubiese hecho, no me sorprendería que yo decidiera comprar un boleto para alcanzarla en su parada, porque ya no quería negar lo que sentía por ella. Es cierto que me dije que no me importaba verla feliz con alguien más, pero ahora que lo pienso. Siempre alejé a sus pretendientes, sin darme cuenta yo mismo me contradecía y me ignoraba.
Entre la multitud, mi desesperación sólo iba en aumento. ¿Qué debía hacer? Su frágil rostro no entraba en mi ángulo de visión.
-Disculpe señorita… ¿Ya ha salido el autobús de las 4?- Me acerqué a la recepción.
-Oh… Déjeme contactar con el conductor, creo que hubo en pequeño retraso.- Comenzó a marcar en un teléfono negro. Miré el reloj… ¡Maldición! Había pasado un cuarto de hora, era imposible que aquel transporte siguiese aquí. –Señor, el autobús con destino a Madison ya se ha ido ¿Ha perdido el transporte? –Agregó apunto de hacer un reporte.
-No… Pero… ¡Espere! ¡¿Ha dicho Madison?!- Ese no era el lugar donde vivía Emilie. -¡¿Acaso la ruta no era a Danville?! Por favor dígame que se ha equivocado…-
-Para nada. Quizás usted se ha confundido de hora… Aunque por el momento no tenemos salidas hacía Danville… ¿Acaso hay un problema?- Me quedé atónito. Emilie iba hacía un rumbo equivocado. -¿Señor? ¿Va todo bien?- Escuché preguntar a la recepcionista un poco preocupada.
-¿A qué hora sale el siguiente autobús a Madison?- Salí de mi mar de pensamientos. Tenía que alcanzarla, ella ya no era una niña como para sentir miedo, de seguro encontraría como regresar. Pero… No quería dejarla sola, ya no más.
-Déjeme revisar… Ohm… El próximo es a las 4:50-
-Perfecto. Necesitare uno.-
-¿Lisandro?-Oí su tierna voz llamar mi nombre.
-Emilie… ¡Emilie!- La tomé de los hombros y delicadamente la abracé.
-¿Huh? ¿Qué ocurre Lisandro? Estás actuando raro…- Dijo sonriendo y dándome unas cuantas palmaditas en mi espalda.
-Emilie… Tú… Pensé que habías tomado el autobús equivocado.- Estaba un poco confundido.
-Jeje, de hecho si lo hice. Pero, cuando llamaron para abordar, me di cuenta que no era mi destino. Me sorprende que Álvaro se haya confundido, él no suele ser ese tipo de persona… Quizás algo le preocupó y por eso se ha equivocado. Menos mal que has llegado. Estoy feliz- Rió dulcemente.
Escuché atentamente cada una de sus palabras. Maldito Álvaro… Él había planeado todo. Emilie tenía razón, él no era la clase de persona que confunde este tipo de cosas, y menos tratándose de ella. Sonreí ante tal acción por parte suya. Siempre haciendo cosas sin sentido… Siempre ayudando a los demás sin darse cuenta… Que tonto es.
-Señor… ¿Va a querer el boleto?- Preguntó la recepcionista rompiendo mis pensamientos.
-¿Boleto? ¿Qué boleto?- Emilie parecía curiosa y preocupada.
-No gracias… Sólo ha sido un error. –Me dirigí hacia la recepcionista. –Lo siento Emilie… Es sólo un malentendido.- Intenté disimular, me había puesto nervioso… Y vaya que demasiado.
-Tú… ¿Tú ibas a comprar un boleto hacía el lugar donde me dirigía por error?- Gesticuló una mueca de sorpresa.
-Sí…-
-¿Sabías que me equivocaría de autobús?-
-No… Es sólo que… Pregunté acerca de tu salida y me di cuenta que era el equivocado.-Me enredaba con mis palabras.
-Pero… ¿Qué es lo que hacías aquí?- Noté que sus manos comenzaron a temblar. Sus ojos se tornaron un poco rojos y acuosos.
-Bueno… Veras… Yo sólo…-No sabía cómo o qué decir.
-No lo entiendo… Siempre rescatándome de situaciones como esta…Siempre estás cuando te necesito y cuando me doy cuenta, ya me has salvado, pero… ¡¿Por qué no lo entiendo?! ¿Podría ser que soy muy tonta? Estoy feliz, sin embargo… Duele… Me duele el no poder hacer lo mismo… Lisandro, lo siento. Soy de lo peor.- Quebró en llanto.
-Te equivocas…- Limpié las lágrimas de sus parpados. Con ambas manos tomé sus mejillas. –Tú siempre has sido mi salvación… El cruel soy yo Emilie… No darme cuenta de tus sentimientos fue lo peor que pude haberte hecho.-Rodeé su cuerpo en mis brazos.
-¿Eh? ¿De qué hablas? Yo nunca…-
-Te amo…-
-Lisandro… Detente…- Sentí su cuerpo a punto de despegarse del mío.
-Te amo… Desde que nos conocimos- La jalé de nuevo.
-¡Ya basta!- Se separó bruscamente. –No necesito tu lastima… No quiero que lo hagas porque te sientas comprometido… Deja de jugar conmigo de esa manera… Por favor.- Volvió a llorar, pero esta vez de una manera silenciosa.
En ese momento, comprendí las palabras de Álvaro. Siempre traté de no lastimarla, pero sin darme cuenta, poco a poco la herí. Fui un ciego y un idiota. Ignoré por completo los sentimientos que por mis acciones sin cuidado se habían formado. La hice sentir de esa manera… Tantas veces jurando que la protegería… Sólo ese día me di cuenta de mi gran error. Después de todo… Él tenía razón, fui un egoísta.
-No es lastima…- En otros momentos, me hubiese alejado. Pero, esperé tanto tiempo y una vez que hubiese desbordado lo que sentía por ella, sabía que no se detendría.
Sentí mi corazón acelerarse. Rogaba que no me odiase o rechazara después de lo que estaba a punto de hacer.
Pausadamente, tratando de no lastimarla. Besé por primera vez, aquellos labios entreabiertos que tanto deseaba. ¿Dónde quedó el Lisandro que había prometido jamás tenerla? No lo sé… Pero, me alegraba no encontrarlo.
Después de tanto tiempo, de nuevo sentí aquella emoción vibrante. Me sentía nervioso y extrañamente emocionado.
Al abrir mis ojos contemplé su rostro. Ella tenía sus parpados cerrados. No parecía tener una cara de disgusto. Estaba ruborizada y pude sentir el palpitar de su corazón. No quería separarme de ella, pero, no me podría controlar si seguía.
-¿Por qué lo hiciste?- Apartó su rostro con las mejillas rojas.
-Te dije que te amaba… No es mentira. Creí que volver a amar sería imposible. Me asustaba el hecho de aferrarme a un único amor. Tenía miedo de olvidar… De no volver a emocionarme de esa manera que me costó encontrar… Pero, tú apareciste en mi vida. Tu amabilidad, tu gentiliza y tu forma de hablar paralizaron aquellos sentimientos. Por eso, perdóname.- Ella me observó extrañamente… Creo que podría haber muerto, me sentía inquieto ante su próxima respuesta. ¿Qué es lo que me diría? Estaba aterrado.
-Lisandro… Gracias.- Me abrazó sutilmente. –Gracias por dejarme ver de nuevo aquella persona oculta. –Sonrió. -Escucha… Nadie te criticara si te emocionas por algo, o si ríes con todo tu corazón. No temas a una falsa soledad… Yo haré todo lo posible para no verte sufrir, porque yo… ¡Te amo!- Comenzó a temblar un poco.
Emilie era mi ángel… Mi amada… A la cual intenté olvidar muchas veces… Aunque en el fondo sabía que sería imposible. Noté su tierna sonrisa con unas cuantas lágrimas.
-Emilie… Jamás temeré si permaneces a mi lado. Debes saber que soy problemático, celoso y olvidadizo. Así que si me aceptas de esa manera prepárate para las consecuencias.-
-Sí…- Besó mi mejilla.
Debí alejarme cuando tuve la oportunidad… Ya no había por donde regresar. Debí huir, pero sin querer o quizás sólo un poco, caí al hoyo que tanto temí. Sin embargo el frío lugar que me imaginé, era muy diferente al que siempre creí. Para dejar que mi corazón se emocionara, para reír desde el fondo de él, para encontrar el significado de la vida diaria, el del amor… Yo quería que me dieran permiso…
-Oye… Estoy un poco molesta- Murmuró Emilie.
-¿Oh? ¿Por qué?- Pregunté sorpresivamente. ¿Podría ser que se estuviera arrepintiendo tan pronto?
-Robaste mi primer beso… ¡Me siento rara!- Inocentemente ocultó su rostro.
Está chica… Era demasiado tierna y pura. Que ella dijera eso, me hizo sentirme demasiado alegre. Ser su primera experiencia, ser al primero que le entregase sus labios, me volvería más egoísta. Quería apreciarla por siempre. A mi frágil ángel…
-Entonces te mostraré más cosas…- Le susurré seductoramente.
-¿Qué…? ¡¿Qué estás diciendo?! ¡No quiero saber nada, eres un tonto!- Se ruborizó de una manera única.
-Oye no pongas esa cara… Ya no eres una niña.- Le apreté la mejilla.
-Ahora entiendo a mi primo. Eres demasiado alto…- Sonreí ante su comentario. Aunque parecía molesta, de verdad era hermosa al tratar de parecerlo.
-¿Vamos a casa?- Le extendí mi mano con una sincera sonrisa.
-¿Eh?… ¡Sí!-Volvió su alegre mirada. Y como la primera vez, el contacto con su mano, fue una bendición para mí… Tan cálida, tan suave, tan pequeña y tan frágil.
En aquellos momentos no me importaba perderme de nuevo… Porque sabía que ella me encontraría y sacaría del frío laberinto que yo solo creé…