Existen personas que no deberían amar… Parte 27
Capítulo 26.
-Hermanos… Debe ser una broma…-
“…Me molesta que los demás se aprovechen de alguien por prejuicios; ¿Qué hay de malo el que quiera cuidarte?; Eres mi mejor amigo Álvaro; Sabes, estoy feliz de tenerte a mi lado, eres demasiado amable…” Fui un iluso…
“… ¡Por favor vayamos juntos al partido del sábado!; Oye, adivina, entré en la misma secundaria que tú, estaremos juntos en la misma clase; Eres un poco cruel con las chicas, pero por lo menos eres sincero; ¡Álvaro! ¡¿Por qué no me dijiste que te habías lastimado?! Joder macho, siempre eres así. Vamos déjame ver que tan grave es…” Cada una de sus palabras…
“…Yo sólo quiero cuidarte; Eres muy importante para mí…” Todas ella eran mentiras… Él sólo se sentía comprometido ¿no es así?
Me sentía inmóvil en aquellos momentos. Siempre traté de huir de mi pasado, sin darme cuenta que estaba siendo perseguido por el mismo. Lo sabía, no podía escapar…
Todo esto parece una broma… Un estúpido castigo… Su fantasía en la que me ha envuelto… Desvanece mi conciencia por su falta de honestidad… De todas las personas… Él ¿Por qué tenía que ser él?
Pensé que nunca me traicionaría… Pensé que era mi mejor amigo… Pensé que también era importante para mí… Que también lo apreciaba… ¡Mentiras! ¡Falsedades! ¡Engaños! ¿Qué otros sinónimos necesitaba para repudiar todos aquellos recuerdos?
No podía creerlo… No, no quería hacerlo. ¿Cómo era posible que incluso en su tumba aquel hombre me fastidiara? Mi modo de pensar me aterraba… Culpar a mi padre después de fallecido era un absurdo sentimiento.
¿Qué debería hacer? ¿Realmente podría seguir viéndolo como un amigo? ¿O podría aceptarlo como un hermano? No, jamás podría… Él tenía la culpa del sufrimiento de mi madre… ¿Cómo podría perdonarlo?
Petrificado, volví a tomar la caja vino. Mis acciones motoras eran controladas involuntariamente. Movía mi cuerpo sin siquiera sentir la orden de hacerlo. Me sentía fuera de lugar, todo se volvía confuso y estúpidamente lleno de ansiedad. Busqué presuroso aquella carta. La tomé y salí rumbo a la editorial…
-¡Álvaro!… Gracias al cielo has llegado, no sabes cuánto me has salvado.- Llegó Lisandro a mi encuentro. -¿Ah? ¿Estás bien? Te ves muy pálido.- Intentó tocar mi hombro.
Reaccioné rápidamente de manera alertada y esquivé su mano. No quería ni siquiera tocarlo. Lo odiaba… Yo estaba empezando a odiar a esta persona.
-Si… Estoy bien- Ni siquiera podía verlo a los ojos.
-Ya veo… Gracias por las molestias…- La conversación comenzó a enfriarse. Él me miró preocupado, parecía querer decirme algo, pero decidí interrumpirlo.
-Lisandro… ¿Tardaras mucho?-
-Quizás un poco… ¿Por qué?-
-Quisiera que me acompañaras a un sitio.- Mi voz parecía opacada.
-De acuerdo. Entonces supongo que está bien que me acompañes, quedarte aquí solo no sería educado. Vamos- Hizo un movimiento con su cabeza de que debía entrar.
Él iba a la delantera. No podía ni igualar su paso. Decidí quedarme detrás de él, pensando en todo lo que habíamos vivido juntos…
“…Nunca pensé que ustedes dos se llegarían a encontrar algún día…” Ahora esas palabras tenían sentido…. Herido una y otra vez… Siempre es lo mismo para mí. Supongo que ya debería estar acostumbrado.
Lisandro no despegó su mirada de mí. Ambos sentados distanciadamente, esperando mientras revisaban su trabajo.
¿Cuántas veces me han mentido? ¿Quién realmente es honesto conmigo? Nadie. Yo mismo me respondí. Ahora comprendía perfectamente la atención de su madre, la sobreprotección de Lisandro… Se sentían culpables… Sólo fue lastima… Se burlaron de mí… Todos.
-¿Nos vamos?- Preguntó Lisandro quitando mi nube de pensamientos.
-Si…- Me levanté en seco y de manera distante caminé presuroso.
Él no me despegó la mirada en todo el camino. Ninguno se atrevía a romper el silencio. Yo iba tragando un sabor amargo, reprimiendo cualquier pensamiento, para que no saliese antes de tiempo.
-Álvaro… Este lugar es…-
-Así es…-
-¿Por qué vamos hacia allá?- No respondí a su pregunta. Prefería quedarme callado hasta llegar. En el fondo me dolía tanto… No sé cómo lo soporté.
Bajé del automóvil cerrando la puerta bruscamente. Llegué a la entrada de mi antigua casa y saqué las llaves de la entrada principal. Volver aquí sólo me haría más daño… Lo sabía, pero lo quería de esa manera.
Al escuchar el sonido de abertura, entré rápidamente, seguido de Lisandro. Quien sólo seguía mis pasos.
-Álvaro… Has estado actuando raro. ¿De verdad va todo bien?-
-¿Cuándo pensabas decirme?-
-¿Eh? ¿Decirte qué?- Me molesté un poco ante su exclamación tan estúpida. Regresé a verlo. No podía aun creerlo. Deseaba que esto fuese una pesadilla. Una simple broma…
-Tú… ¿Desde cuándo lo has ocultado? ¿Desde cuándo lo sabes?-
-¿Qué estás diciendo?… Lo sabía, no te encuentras bien… Vamos, tengo que llevarte a descansar…- Me tomó del brazo.
-¡No me toques!- Me jalé bruscamente. – Sólo dímelo… Necesito oír que es cierto…-
-No sé de qué me estás hablando…-
Furioso ante sus respuestas “ignorantes” subí las escaleras que conducían al segundo piso. Si el señor Brais decía la verdad, todo seguiría tal cual lo recuerdo y aquello estaría en su lugar.
Entré a la habitación que era de mis padres. Los muebles seguían en el mismo orden. Tenía que encontrarla pronto.
Revisé cajones haciendo un fructuoso desastre. De pequeño nunca me atreví a husmear aquella carta, pero ahora la necesitaba.
El último cajón era de los álbumes familiares. Tomé un grueso libro y lo abrí toscamente. La carta por fin cayó. Sabía que una amistad se perdería… Sabía que algo de mí se iría. Pero lo racional desapareció ante tal acto de inmadurez.
El tener aquella correspondencia en mis manos trajo consigo recuerdos olvidados. Era la segunda vez que la tenía en mi palma, pero ahora, sabría su contenido.
-Lisandro… ¿Podrías leer esto?- Escondí el sobre de la misma para evitar que leyese el remitente. Inseguro aceptó. Yo no tenía el valor de leerlo. Sería una tortura escucharlo, pero de ese modo estaría mejor. La ojeó unos segundos.
-¿Dónde encontraste esto?- Me miró muy horrorizado. Supongo que reconoció la letra de su madre…
-Sólo léela. No omitas nada. Sabré si lo haces.- Él parecía nervioso y preocupado. Ninguno de los dos sabíamos que es lo que había sido escrito en esa carta. Pero algo era seguro, fuese lo que fuese, nos lastimaría a ambos.
-Álvaro… Está bien, lo haré.- Comenzó a leer…
“Sé que me has pedido abstenerme de hacer este tipo de cosas… Puede que te estés enfadando con el simple hecho de haber leído el remitente. Puede también que sea egoísta y demasiado. Compartes días conmigo y con ella.
¿En qué momento acepté? Ni si quiera yo lo sé. Me he preguntado qué es lo que hice mal. Seguramente es debido a las pequeñas diferencias y dudas que he vivido.
Quisiera regresar el tiempo, aunque probablemente esto llegué a ocurrir de nuevo. No llegaré a comprender jamás lo qué es el amor. Es extraño y muy difícil para mí. Enamorarme de una persona casada… Eso no iba con mis principios morales.
Sabía que debía alejarme. Tenía que evitarte e ignorarte. Admirarte desde lejos sería lo mejor. Eso era seguro. Pero, soy una persona muy despiadada. O al menos ese concepto quiero emplearme. Me aproveché de tu pelea con Fernanda y decidí acercarme. Fue un grave error… Aunque no me arrepiento, y eso es lo peor.
Te preguntaras con qué objetivo es que estoy haciendo esto. Te escribo porque es un modo de desahogarme. A veces siento impotencia. A veces siento celos. Pero supongo que es lo que merezco por ser la amante. Hay muchas desventajas para mí, Rafael. Tengo que tragarme todo yo sola. Hay veces en las que quiero huir, o bien, gritarle al mundo lo que siento. Pero sé que sería algo demasiado cruel. No sólo para tu mujer, sino también para tu hijo. Tú me has tratado de consolar, diciéndome palabras gentiles y amables. Pero eso no quita el hecho de que yo soy sólo una acompañante.
Mi hijo. Nuestro hijo, fue una bendición para mí. Estaba feliz el poder recibirlo en mis brazos. Pensé que hasta ahí terminaría nuestra relación. Pues tenías que tener cuidado. No me importaba alejarme de ti o el que te marcharas definitivamente. Yo estaba feliz con nuestro pequeño. Pero nunca te fuiste, permaneciste a mi lado junto con nuestro bebe.
Si te escribo, no es para molestarte. Es para agradecerte. Tu afecto así mí, tu cariño hacia nuestro hijo y los momentos que has compartido con nosotros.
Te amo… Pero aun así es equivocado lo que siento….”
No sólo logró engañar a mi madre… Sino también a la de él… Ambas eran ciegas, ambas eran tontas… Ambas se aferraron a él con ese estúpido sentimiento. Y lo que es peor, ambas sabían que se estaban haciendo daño al amarlo, pero ninguna lo dejó…
Lisandro permaneció callado. Parecía un poco afectado. Había gesticulado una cara de tristeza…
-¡¿Cuándo me pensabas decir que compartimos el mismo padre?!- Le aventé los análisis en la cara. Estaba realmente exaltado. Furioso y lleno de dudas.
-¿Cómo encontraste esto?- Su voz quebrada parecía apunto de sollozar.
-¡Lisandro por dios! Parecía que los hubieses puesto apropósito. Pero, ya no importa. ¡Sólo dime desde cuándo sabes esto!-
-Álvaro… Yo…-
-¡Deja tus parloteos y dímelo claro!-
-Desde que éramos niños…- Sentí un cubo de agua fría recorrer mi cuerpo… Así que era verdad después de todo… Él sólo sentía pena por mi situación…
-¿Por qué nunca me lo dijiste?…-
-Hay cosas en las que sólo el tiempo puede decidirlas. Nunca encontré el momento ni el lugar. Para mí también fue difícil aceptarlo. Por eso hice los análisis, yo tampoco quería creerlo… – Su voz parecía calmada… Como si realmente esto para él fuese algo sin importancia.
Sentí que la rabia se apoderaba de mí. Que en sus venas corriera la misma sangre me molestaba. Cada lágrima que mi madre derramó, probablemente fue él quien la causó.
Apreté mi puño haciendo que mis nudillos empezaran a tronar. Con toda la ira reservada, le lancé un puñetazo a su rostro.
-¡¿Crees que eso es algo que se pueda ocultar?! ¡¿Acaso tienes idea de cómo me siento?!-
Pude contemplar un poco de sangre de su labio. Con su palma intentó tomar su mandíbula.
-Puede que nunca lo entienda… Tienes razón… Pero… ¡¿Tú crees que es fácil para mí?!- Me regresó el golpe. -¡¿Crees que fuiste el único que sufrió?! ¡Álvaro intenta ponerte en mi situación!-
-¡Ni siquiera lo haré! ¡No tienes idea de mi infierno en este lugar! ¡En estos momentos tengo muchas dudas!… Lisandro tú eres el mayor… Tu naciste primero… ¡Ahora no sé quién es el bastardo de los dos!-
-¡¿Quién es el estúpido que lleva su apellido?!-
-Un apellido no es nada… Él siempre estuvo más pendiente de ti ¿no es así? En la carta lo dice… ¡Por dios! ¡Te dejó tener una maldita mascota! Cuando a mí ni siquiera me permitía tener un pez…-
-¿Pendiente de mí? Ser hijo de la amante no ameritaba privilegios Álvaro… ¡Yo siempre sería visto como un error! ¡¿Me escuchaste?! ¡UN ERROR! ¡Sentía pena por mí!-
-¡No me vengas con tales estupideces! ¿Dices que son privilegios el ser utilizado como una herramienta? ¡Estás totalmente equivocado!-
-No es lo que quise decir… Pero, a ti siempre te presumía como su mayor orgullo… Siempre me contaba de ti… Siempre diciéndome lo que esperaba de ti… Siempre denigrándome… ¡¿Sabes que tan miserable me sentía a la hora de compararme contigo?! Yo ya te odiaba sin siquiera conocerte.-
-¡Por lo menos sabías de la existencia de un medio hermano!… Yo ni siquiera tuve el honor de ser informado… –
-Álvaro… ¿Consideras eso un honor? Me echaba en cara lo que tú llegarías a hacer. Lo hizo con la intención de que me esforzara más, de que fuese alguien en la vida, pero sin rebasarte. Porque él desde el principio me aclaró que no podría.-
Hubo una breve pausa. Un pesado silencio que se prolongó durante unos segundos.
-…Lisandro, ese idiota llevó a la muerte a mi madre…- Me calmé un poco. Sentía un fuerte sabor amargo en la garganta.
-También a la mía…- Me sorprendí ante su exclamación.
-¿De qué hablas?-
-Álvaro, tu madre no fue la única víctima. Tú tampoco eres el único que lo odia. Quizás sea sólo lo que compartimos como hermanos. Odio por nuestro padre. O al menos así era como nos obligaban a decirle… Mi madre murió de depresión. Ese amor tan compulsivo la llevó a una tristeza profunda.-
-Lisandro… Es muy difícil para mí comprenderlo… Incluso siento ganas de ahorcarte. Dime… Tu amistad… Tu protección… Tus insistentes ganas de permanecer a mi lado ¿Fue por esto? ¿Por este estúpido lazo de sangre?-
-Jamás… Álvaro, yo te odiaba. ¿No lo entiendes? Te despreciaba sin haberte conocido. El día del funeral de tus padres, mi madre fue invitada por la única persona que sabía de su relación amorosa. El licenciado Brais le llevó la noticia. Mi perro había muerto hace nada y ahora mi padre… ¿Cómo lo soportaría? Fue cuando te vi… Álvaro Crowley, el hijo deseado, el hijo que sería heredero. El mayor orgullo de nuestro padre. No podía creerlo. Era el mismo pequeño que me había consolado. Pero había una diferencia, ese niño que estaba ante mis ojos era otro… Ahora era mi hermano. Me habías enseñado una lección tan grande. No debí hacer prejuicios por las tontas ideas que ese señor me metió. Al ver tu rostro tan apagado y decaído, comprendí que tan equivocado estaba con respecto a tu persona. En mi crecieron las ganas de protegerte, de cuidarte, de permanecer a tu lado. Te veías tan solo, pero a la vez parecías un roble; fuerte y difícil de derrumbar. Llegué a admirarte… Eras una persona que guardó sus emociones tan calmadamente. Mientras yo, exaltándome y siendo tan expresivo…- Unas cuantas lágrimas rodaron de sus parpados. Suspiró prolongadamente un poco aturdido.
-No entiendo cómo puedes admirar eso de mí… Si fue lo que más odié de mí ser…-
-Lo sé… Me di cuenta de que era equivocado que hicieras eso… Por eso traté de poder ayudarte. Tú siempre lo hacías conmigo Álvaro. Nunca como hermanos, siempre fue como amigos.-
-Lisandro… Quiero estar solo… Necesito pensar tantas cosas.- Sin darme cuenta, mis lágrimas ya habían caído desde hace tiempo. –Tú también deberías estar solo. Supongo que lleva tiempo trascenderlo…-
-Álvaro… Yo ya tuve mucho tiempo para asimilarlo. Entiendo tu sentimiento ahora… Creo que es mejor dejarte a solas. Lo siento…- A punto de marcharse lo detuve.
-¿Piensas irte caminando acaso? Eso déjamelo a mí. Llévate el auto… En mi estado no creo que se conveniente manejar…-Le aventé las llaves. Sus reflejos lograron atraparlas.
-Oye… Sé que nunca podremos vernos el uno al otro como hermanos, ya que nuestro lazo como tal no se fomentó. Pero quiero que sepas, que siempre serás mi amigo…- Se despidió dejándome solo en la oscura y fría casa.
Esperé un rato más antes de poder comenzar a llorar desenfrenadamente. Grité tan exaltado… Todo lo que alguna vez debí llorar estaba siendo derramado.
El haberme contenido mucho tiempo hacia que mi pecho se apretara… Era horrible… Era tonto… Era una forma de librarme de lo amargo…
Ni siquiera yo, podría reconocerme en esos estados tan deplorables. Tan desquiciados. Tan humillantes…
Mi cuerpo flojo se tumbó en la esquina de la habitación. Sentía los ojos hinchados y las mejillas pegajosas. Es por eso que las emociones son peligrosas… No pueden nunca tener control sobre ellas… Te transforman tan fácilmente…
Recordé entonces la supuesta carta escrita por Rafael. Nerviosamente, rasgué el sobre y saqué una delicada hoja de papel con unas cuentas letras… No había duda alguna, era su letra…
“¡Felices 26 Álvaro Crowley! Has dejado por fin de ser un niño iluso. Ahora estás en edad de saber realmente tu propósito. Siempre quise un hijo que cumpliera mis expectativas. Sabes, esta carta está siendo redactada en mi oficina. Me puse a pensar seriamente, sobre el futuro y ahora eres mayor… Pero justo en estos momentos eres un niño de 6 años.
Fernanda, tu madre. Me ha dado un grandioso regalo. No sabes lo feliz que me hace saber que tengo un primogénito. Sé que sabrás llevar a flote el apellido. Tu abuela dice que de seguro te parecerás a mí. Confío en que así sea.
Sé que abrirás está carta en tu cumpleaños. Justo el día que heredaras mi empresa. Álvaro, recuerda que para ser alguien necesitas tener en claro tu futuro. Yo soy tu padre y te ayudare en esa decisión. Por eso fueron tus años de estudio y dedicación. Desarrollar tus inteligencias, fue lo primordial que pensé cuando naciste.
Siempre esperé grandes cosas de ti Álvaro… Incluso tu madre está de acuerdo conmigo. Juntos seremos una familia exitosa…
También ahora que tu mente es más madura, sé que sabrás perdonar las tonterías de tu padre. Después de todo, somos humanos ¿no? Quizás a estas alturas ya sabrás acerca de tu hermano. Bueno, tu medio hermano. Sé que puede resultar complicado entenderlo. Pero quiero que sepas que ambos para mí son importantes.
Después de todo, son mis hijos. Puede que haya sido duro contigo. Pero quiero que sepas, que siempre esperé lo mejor de ti. Volverme padre, no estaba en mis planes, lo acepto. Pero su llegada me hizo ver ciertas cosas. Yo quiero que mis hijos triunfen, que nunca sean pisoteados por tonterías exteriores… Espero muchas cosas de ti Álvaro. Confío en que no me decepcionaras…”
Arrugué la carta hecho rabia. Él había llamado tontería a Lisandro. Incluso ante tales declaraciones era un completo idiota… Su estúpida carta me llenó de cólera. Fui un imbécil al leerla. Por más que lo intentará, ese hombre jamás cambiaría… Ser utilizado por alguien como él, era desagradable.
Todo lo que veo ahora, es una mancha borrosa de mi mente transitoria… Que poco a poco desaparecerá. ¿Esto es lo más lejos que mis gritos pueden llegar? Mi subconsciente me gritó “Quiero ser salvado…” Aunque sabía que eso era imposible…