Existen personas que no deberían amar… Séptima parte
Capítulo 6.
Acondicioné un cuarto para Lisandro. No se podía quejar. Lo guié hasta el lugar donde el dormiría.
-Gracias por las molestias que causo. No me hubiese importado dormir contigo.- Dijo rodeándome mi hombro con su brazo.
-He cambiado de opinión. Largo- Torcí su mano derecha hacia atrás.
-Duele…duele ¡Ah! ¡Perdón!- Gimoteó.
–Como sea, sólo deja de decir cosas innecesarias. –
-Lo siento- Agachó su cabeza y cubrió su rostro.
Suspiré. Antes de poder recriminar, pude observar que Lisandro soltó unas cuantas lágrimas.
–Oye… ¿Estás bien?– Me acerqué a su rostro e intenté quitarle la mano de su cara.
Él me miró de manera melancólica. Intentó reprimir sus lágrimas.
¿Por qué estaba llorando? No le había lastimado tanto.
–Disculpa Alva… Sentimientos encontrados- Su sonrisa volvió. Pero no era la habitual. Parecía una sonrisa llena de dolor.
Quise preguntar pero él lo notó y cambió de tema.
-Álvaro no quiero ser molesto, pero estoy cansado e intentaré dormir un poco. Gracias por todo.– Con su puño me dio un breve golpecillo sobre mi pecho. Se sentó en el extremo de la cama, mirándome, esperando a que yo saliese.
No tardé mucho en irme. Sabía que no debía insistir. Pocas veces había visto llorar a Lisandro. De esas escasas, jamás supe su motivo.
Entré a mi recámara. Me senté en la esquina frontal de la cómoda. Recargué mi nuca sobre la cabecera. Cerré mis ojos tratando de respirar más calmado.
Levemente y de manera pesada me recosté en la cama.
Cuando desperté miré el reloj. Eran las 7:20 de la mañana. Estiré mi cuerpo, bostezando incliné mi dorso hacía delante. Me paré de la cama sin mucho esfuerzo. Caminé por el pasillo hasta llegar a la habitación donde instalé a Lisandro.
–Oye despierta– Toqué la puerta tres veces. Nadie respondió.
Conozco a Lisandro. Era imposible que estuviese a estas horas despierto, por lo tanto no entró ningún pensamiento a mi cabeza de que él ya estuviera levantado. Giré el pomo de la puerta y entré de manera cautelosa.
Tenía razón, él seguía durmiendo. Las sábanas estaban tiradas por debajo de la cama. Fruncí mi ceño. Me senté en el extremo de la cama. Con mi mano toqué su espalda moviéndolo de manera lenta aunque brusca. Bien sabía que él tenía el sueño pesado.
Sentí un tirón fuerte en mi brazo. En cuestión de segundos estaba recostado al lado de Lisandro.
–Maldito bastardo- Dije en susurro. Él me estaba abrazando cual peluche de felpa. Seguía dormido profundamente. Aclaro que el poseía más fuerza que yo. – ¡OYE PERVERTIDO DESPIERTA! ¡LISANDRO JODER!–
Escuché la puerta principal abrirse.
–Álvaro te traje el desayuno– Era la voz de Isa.
¿He dicho cuánto odio mi vida?
Isa se posó en la entrada de la alcoba.
–Eh… Hola Isa– No puede evitar sentir mucha vergüenza. Ella no dijo nada. Sólo se quedó observando con ojos sorpresivos.
–Creo que interrumpo– Soltó de repente. Giró en 180° y estaba a punto de irse.
–¡Isabel no es lo que piensas!- Grité poniéndome colorado.
-¡¿Entonces, ¿qué es lo que estoy viendo?!-
–¡SOLO AYÚDAME, LUEGO TE EXPLICO!–
Isabel se acercó y apartó el agarré de Lisandro con mucha fuerza. Le costó pero lo logró. Él en ningún momento mostró señal de querer despertar. Es como un oso.
Salimos los dos hasta el sofá de la sala. Me senté aliviado de ser libre.
Vi a Isa parada aún, esperando a que yo hablara sobre el tema.
-Gracias-
-Dime que ocurrió… No me digas que tú y él… Bueno… Era tu cumpleaños… Quizá su regalo fue… ¿Tomaron de más?- No quise saber qué demonios pasaba por su cabeza.
-Isa no pasó nada. Por favor no malinterpretes-
-Pero yo te vi… Esa escena era muy comprometedora Álvaro– Las mejillas de Isa se pintaron de rojo.
– Sólo olvida lo que viste-
–No me importa si eres homosexual, tengo varios amigos que quizá te agraden, aunque ya tienes a Lisandro– Lo dijo de una manera demasiado inocente.
– . . . –
Inhalé profundamente cerrando mis ojos. La miré un poco decepcionado.
–Tienes razón… Para que negarlo.- Se sorprendió con mí comentario y me miró aún más confundida. –Lisandro es mi pareja–
–¡¿Entonces por eso Valeria salió llorando?!- No sabía que Isa te vio ayer. Tuve razón en algo, tú lloraste.
–¡Isa claro que no! No soy homosexual… El idiota de Lisandro estaba dormido, yo lo fui a despertar y creo que estaba teniendo un sueño de pedófilo, es por eso que encontraste esa escena. Y lo de Valeria… Bueno, tuvimos una discusión. Iré a disculparme, por eso quería avisar a Lisandro. No pensé que todo terminara así-
–Oh ya veo, comprendo. Lo siento Álvaro–
–Tranquila, solían decirme lo mismo en la escuela cuando me veían con él-
–Debió ser horrible–
–En efecto, sin embargo sólo los ignoré–
–Bueno cambiando de tema… ¿Cómo está la mamá de Lisandro? Me enteré que se encontraba muy grave–
Recordé entonces una frase que él mencionó y que yo no le di importancia. “Bueno me mudé hace ocho meses a la casa de mi madre. Ella está muy enferma, pero vine de visita por tu cumpleaños”
¡¿Cómo no me di cuenta?! Soy lo peor…
–Isa podrías disculparme un momento tengo que hacer algo–
Subí rápidamente las escaleras dejando atrás a Isabel. Sólo escuché cuando dijo que regresaba después.
Entré al cuarto. Lisandro seguía dormido. En serio este tipo es un oso. Volví a intentar despertarlo estando a la defensiva ante otra agarré suyo.
-¿Qué pasa Alva?– Preguntó cansado.
–Eh… Me preguntaba si te apetecía ir a algún lado. Después de todo sólo estarás aquí dos días- No era el momento para preguntarle sobre su madre. Tenía que buscar otro lugar, uno un poco más adecuado, en donde pudiese sacar el tema.
-¿Te encuentras bien? – Tocó mi frente para poder descartar una calentura.
– Claro que sí– Aparté su mano y le sonreí.
–Macho te has resfriado–
–¡JODER! ¡¿QUÉ NO PUEDO SER AMABLE UNA VEZ?!–
-Jaja, claro que puedes, sólo que es extraño que seas amable conmigo.–
-Pues no te acostumbres.-
–Vale, no hay que desaprovechar esta oportunidad.- Sonrió, su risa era diferente a la de ayer- Parecía feliz y eso me tranquilizaba. –Quiero ir a la plaza general. Recuerdo que había unos hermosos pinos, la brisa bailaba de manera exótica y única y las hojas de los árboles de jacarandas la seguían. Me agradaba contemplar esa belleza. Quisiera revivir esos momentos.– Eso fue muy polémico.
-De acuerdo, iremos después del desayuno, ¿te parece?–
–Por supuesto.-
Giré para irme y preparar la mesa. Cuando sentí que me tomaban de la manga de mi playera.
–Gracias Alva, me alegra que no hayas cambiado.- Lisandro me soltó y se volvió a recostar.
Me sentí más culpable aún. Suspiré de manera triste y bajé a la cocina.
Terminado el desayuno. Salimos directos a la plaza. Evité comentar el pequeño drama de la mañana. Era muy innecesario.
Una vez llegando, Lisandro se instaló en una banca. No se divisaba mucha gente. El jardín era amplio, había de suponer que estaban esparcidas por los múltiples lugares.
Me senté a su lado.
–¿Te acuerdas de este lugar?– Preguntó sorpresivamente.
–Vivo aquí desde hace tiempo. He venido varias veces–
–¿Pero no recuerdas algo significativo de aquí?–
–Te diría que me dejases pensar, pero en verdad no recuerdo algo representativo de este lugar-
-Eres muy cruel Alva– Sonrió inclinando su nuca hacía arriba. – ¿Por lo menos recuerdas cómo nos conocimos?-
En ese momento, al ver el árbol de fresno delante de mí un inocente recuerdo olvidado invadió mi mente.
“Me encontraba sólo. Mis padres se habían ido a una importante comida, así que aproveché para salir a tomar aire fresco. Me desagrada el modo de pensar de mi padre. Siempre encerrado en la casa. Por fin pude salir a disfrutar la ventisca.
Miré a un niño llorar sentado cerca del pequeño árbol seco y muerto. Me acerqué, sus lágrimas eran constantes. Agaché para verlo mejor. Él lo notó e intentó cubrir sus ojos.
-¿Por qué haces eso?- Pregunté calmadamente. –Las lágrimas son lindas- Intenté quitar sus manos.
-¡NO ME TOQUES!- Me gritó y me empujó. Caí agresivamente. No me dolió. Él me miró preocupado y asustado. –Lo…lo siento- Se calmó y volvió a sollozar.
-Descuida, no me lastimé- Me levanté con un poco de dolor. Me senté a su lado y saqué un pañuelo blanco que Isa me había regalado. Limpié sus gruesas lágrimas.
-¿Tú también te burlaras?- Preguntó repentinamente.
Paré de limpiar sus ojos acuosos. Lo miré y sin mucha inexpresividad le aclaré. – ¿Burlarme? ¿Por qué? –
-He recibido risas y humillaciones por estar llorando.-
– Odio hacer prejuicios a primeras impresiones. Tus lágrimas tienen motivo, yo no soy quien para juzgarte- Sonreí para poder calmarlo. –Si quieres contarme para desahogarte adelante.
Él me vio. Pareciera que no esperaba esa respuesta. Había dejado de gemir.
-Mi perro ha muerto atropellado por mi vecino-
-Oh… bueno yo nunca he tenido una mascota…
-¡No era una mascota!- Alzó la voz sobresaltando.-Era mi mejor amigo
-Disculpa…- Él volvió a llorar. Vaya que la estaba liando más. En esto de las relaciones sociales no tengo mucha experiencia.
Recordé entonces una pequeña caja de dulces que llevaba conmigo. La saqué y tomé un pequeño bombón, lo introduje en su boca, sus lágrimas dejaron de salir.
-Come- Le dije sacando más dulces y dándoselos. No sabía cómo consolarlo, así que utilice el método que Isa hacía conmigo.
Él escupió todas las golosinas. Me miró y comenzó a reír. -¿Qué haces? – Preguntó entre risas. Lo miré sorprendido. No espera tan repentino cambio de humor.
-Oh… ¡Has dejado de llorar!- Exclamé.
-Eso parece, gracias.- El niño se levantó y me alborotó mi cabello. Era alto. No lo había notado debido a que estaba sentado. –Me tengo que ir, volvamos a vernos.-
-Claro, cuídate.-
Él se fue corriendo. Olvidé preguntar su nombre. Es una pena. Pensé que por fin haría un amigo.
Mis pensamientos se desvanecieron en cuanto llego Isa de manera agitada.
-¡Álvaro, oh pobre Álvaro!- Se hincó y me abrazó – Siento lo de tus padres, pero descuida pequeño yo te cuidare- No entendí de que estaba hablando. ¿Qué había ocurrido con mis padres?
No lo supe hasta más tarde que me dijeron que ellos habían chocado con un camión de carga. Lamentablemente ninguno de los dos pudo sobrevivir.
Desde ese momento, me volví alejado hacía los demás. No quería dejar entrar a nadie por temor a perderlos. Tuve severos problemas en el colegio, nadie me entendía y muchos me juzgaban. Quise por lo menos buscar al niño que conocí esa tarde de abril, pero nunca lo encontré.
Tiempo después conocí a un tal Lisandro, se volvió mi hermano mayor, él me cuidaba y me protegía“
Ahora tenía sentido de él porque Lisandro menciono eso años atrás “Me molesta que los demás se aprovechen de alguien por prejuicios” ¿Por qué no me di cuenta en ese instante? Realmente soy idiota.
–Disculpa-
-¿Eh? ¿Por fin te acordaste?– Preguntó sonriendo.
–Sí… – Respondí un poco apenado.
–Me alegro– Dejó de mirarme, volteó a ver el gran fresno ahora lleno de vida.
–No es el momento ni el lugar. Quizás ya es demasiado tarde, pero quería preguntar ¿cómo sigue tu madre?–
–Alva… ella murió hace 6 días– Dijo con su voz quebrada. –Seré sincero, usé como escusa tu cumpleaños para poder verte y desahogarme con alguien. Lo…lo lamento.– En la última frase, rodaron unas cuantas gotas de agua transparentes en sus mejillas.
Me paré de la banca. En verdad soy lo peor. Él es mi único amigo. Lo abracé. Él se aferró con sus manos a mi espalda. Tenía mucho dolor reprimido, ahora todo lo que había encerrado se estaba desbordando.
–Disculpa por no darme cuenta– Lo sostuve más fuerte tratando de que no sollozara…
Lisandro y yo volvimos al departamento. Se había calmado después de un rato de desahogo masivo.
Encargué a Lisandro con Isa. Tenía que salir y disculparme contigo. No debía dejar pasar más tiempo. Comenzarías a sospechar y era lo que menos necesitaba. Suficiente había hecho con no llamarte ayer.
Supuse que ese tal Samuel no desaprovecharía la oportunidad de meterte ideas tontas en tu cerebro. Así que apresuré mi paso.
Un sabueso decidió que el mejor momento para poder morder a algún individuo, era justo cuando yo caminé por la gran calle a lado de su territorio.
Mi pantalón ahora desgarrado, ensuciado por la tierra de aquel pavimento y empapado por un charco de agua.
Juro que si alguien mi hubiese ofrecido una moneda por mi aspecto, no sabría decir de qué sería capaz.
Por fin frente a la gran casa color beige, me dispuse a tocar infinidad de veces.
Abrió la puerta blanca una señora. Debía ser tu tía, Elena, la habías mencionado en cuatro ocasiones. Por supuesto vivías con ella.
–¿Qué se le ofrece joven?– Preguntó extrañada. Pude comprobar que no recibían muchas visitas, es lógico, son los típicos barrios escondidos.
–Buenas tardes. Sólo venía buscando a Valeria, necesito conversar con ella. ¿Se encuentra?–
Elena, me observó de pie a cabeza. Me regaló una sonrisa pícara. Jaló mi antebrazo y me adentró con ella a su casa.
–Pasa cariño, pasa, te estuvimos esperando– ¿Esperarme? Rápidamente llegué a la conclusión de que tú le habías contado nuestro problema a tu tía. Elena hacía el papel de una madre que nunca tuviste. Me limité a sonreírle. Indicó que me sentara sobre el gran sofá negro de cuero.
–¿Quién es tía? – Llegaste a la sala preguntando. Llevabas un muy corto short de mezclilla, una fina blusa floja verde de manga larga. Qué hermosa te veías, parecías una delicada muñeca de porcelana a punto de romperse con el suave toque de una brisa.
Empecé a odiarme, tú tienes la culpa, ¿cómo son posibles tales pensamientos poéticos?
Aparté mi vista de tu rostro. Lo cubrí con la palma de mi mano para evitar que vieras mis mejillas ruborizadas.
–Álvaro…– Sonreíste forzadamente. Tus ojos mostraban tristeza, agachaste la mirada.
–Bueno jovencitos los dejo- Tu tía corrió hacia un pasillo, creo que fue a la cocina. No he explorado tu casa, así que desconozco los lugares de cada cuarto.
–¡Oh Álvaro!, ¿qué te ha pasado? – Abriste los ojos como platos llanos, corriste y me tomaste del hombro. Reaccionaste temerosa y me soltaste –Eh… Perdón.- Volviste a agachar tu mirada. -¿Estás bien?- preguntaste al unísono.
–Claro… Pequeñas complicaciones– Me alegró ver que aún te preocuparas por mí. Todavía este juego seguía a pie.
Tomé tu mano, me acerqué a tu rostro y besé tu mejilla.
–Perdóname fui un tonto– Susurré a tu oreja, haciendo que sintieras un hormigueo recorrer tu cuerpo. –Sólo mírame, soy un desastre, sin ti me perdería fácilmente– Abracé tu cuerpo. Emanabas un frágil aroma a lirios.
–Álvaro…– Correspondiste a mi abrazo. Sumergiste tu cabeza en mi cuello, dejando que te consolara por tus liquidas lágrimas.
Menos mal, eras fácil de dominar. De nuevo surgió el agrado y las ansias de ver tu rostro llorar. Me emocioné. No estaba derrotado. Jamás aceptaré perder, nunca me declinaré ante algo tan estúpido como el amor.
Sostuve tu mentón. Observé tu rostro pálido y rojizo por el llanto. Qué feliz estaba de poder contemplarlo de esa manera de nuevo. Besé tus pequeños labios.
La alegría sólo aumentó cuando no percibí el sabor a fresas. El supuesto amor o agrado que te tenía estaba desapareciendo.
Besé tu frente, eso hacía que el nivel de sonrojo creciera en ti. Te abracé y pude escuchar una risilla proveniente de la esquina de la pared. Era tu tía. Se veía como una pequeña hermana espiando a la mayor.
Le guiñé el ojo y levanté mi pulgar. Ella hizo lo mismo con una ardua sonrisa y se retiró. Tu familia es igual de ingenua que tú.
Arreglado nuestro problema, me dispuse a retirarme, no sin antes degustar una rebanada de tarta de chocolate y naranja, acompañado del famoso Té Earl Grey. El sabor omnipresente del chocolate complementaba de maravilla con ese gusto tostado y abrasivo del té negro. Por otra parte esquivando ese ameno acompañamiento, tuve que responder a las incómodas preguntas personales de tu tía. Sigo insistiendo que deberían darme un premio a mejor actor…
Llegué a casa realmente cansado, a punto de desparramar mi cuerpo en el sofá de lo tan agotado que me encontraba, claro que lo haría ¡Si no hubiese sido por Lisandro que llegó y abrazó con fuerza mi débil cuerpo!
–Has llegado– Su tan redundante sonrisa regresó. Bueno, por lo menos ahora su humor era diferente. Se encontraba mejor.
Sólo que había un detalle… Realmente su abrazo dolía.
–¡LISANDRO MUÉRETE MIL VECES!-
–¿Eh? Eso es imposible Alva…– Estiró mis cachetes como una abuela a su nieto.
–¡No si invento una fórmula para revivir muertos!– Me zafé de su abrazo y lo miré con cara de pocos amigos.
–Qué tierno- Enfatizó la última. –Eres un pasivo Alva-
-…-
–¿Qué ocurre?–
–Nada…Quiero que juguemos a las escondidas–
–¿Escondidas?… Vale, pero ¿por qué jugaríamos a eso?–
–Te estoy dando oportunidad de esconderte antes de que… ¡BUSQUE CON QUE MATARTE!- Grité y golpeé su cabeza con mi puño. -¡Maldita sea Lisandro!–
–Jaja, ¿A dónde fuiste Alva?- Cambió de conversación repentinamente.
Suspiré y me recosté sobre el sillón.
–Fui a ver a mi novia para disculparme. Tuvimos una pequeña discusión.-
–Ohm… Ya veo. Tienes que presentármela algún día–
–¿Para qué?–
–Para conocer a mi rival– Se sentó a mi lado y me observó detenidamente.
–Lisandro en verdad no te entiendo–
Sonó mi celular en ese momento. Atendí su sonar, era Katherine.
La llamada se prolongó más del tiempo que estimé. Ella y yo teníamos tanto en común. Lisandro sólo esperaba paciente a que yo colgase.
Por fin Katherine decidió despedirse. Apagué mi móvil con una sonrisa notoria.
-¿Tu novia?– Preguntó Lisandro con ojos pervertidos.
–Por supuesto– Volví a incorporarme en el sillón junto a Lisandro. No pensaba decirle la verdad.
¿Para qué involucrarlo? Pensé. No tenía caso decirle. Simplemente era un distractor más para evadir este estúpido sentimiento.
–Oye Lisandro… ¿Has jugado al ajedrez?– Mi mirada se fue directo a un temeroso y frío vacío.
–Muy poco– Respondió sorprendido por la pregunta tan fuera de lugar.
–¿Qué es lo que hacen los peones en el ajedrez?–
–Defender al rey– Sonreí al escuchar la respuesta que esperaba.
En efecto, un peón defiende al rey contra cualquier ataque. Sin embargo hay que planear muy bien las estrategias y los movimientos.
Con certeza podía decir que tenía dos peones bajo mi custodia. Katherine y Lisandro me serian útiles.
Jamás en mi vida he perdido un juego y nunca aceptaré hacerlo…