Gracias viejo amigo, viejo amor…
Con el mismo chispazo que iniciamos también terminamos; no fue un final feliz, fue un final necesario…
Con el tiempo nos fuimos distanciando, el deseo dejó de confabular con la realidad, perdiendo el sentido de nuestras miradas y la coherencia de nuestras palabras, dejamos de robarnos besos y sonrisas, las noches eran un poco menos intensas y más solitarias; fuimos siendo un poco menos amantes y un poco más cobardes, al paso de los días, nos fuimos perdiendo para no encontrarnos nunca más.
Se te hizo fácil reemplazar el deseo en otros labios y nuestros recuerdos por otros tantos; sabía lo mucho que ansiabas volar; entonces te dejé libre, mientras yo valientemente me quedaba abrazada a la fuerza de un gran amor.
Me enamoré con locura, con ese tipo de amor que no se soporta, que causa un poco de ternura, con sabor a miedo e intriga, por esa existente posibilidad de que fuese un amor en vano; le quitabas peso a mis hombros, eras esa pieza faltante… Mi todo… Esa chispa que encendía mi alma, y la ilusión de mis días.
No puedo mentir, a pesar de que fingía demencia diciendo que no me importaba, que no me dolía, mi mirada delataba otra historia; durante mucho tiempo cargaba un poco de tristeza en mis pupilas, nostalgia en la mirada y una gran pena en el corazón; me sentí perdida, perdí el control de mis días y me costó un horror volver acomodar mi vida cuando te alejaste por conquistar a otra víctima, otra desdichada enamorada.
Esa es la verdad, si no me crees, pregúntale a la luna, a mi almohada, a las paredes de mi habitación, quienes fueron testigos del insomnio de mis madrugadas más amargas; he de aceptar que te amé como nunca imaginé, pero me amaba más a mí, no podía permitirme compartir mis momentos con alguien que se proponía a hacerme sentir que valía menos de lo que soy; terminé por rehusarme a continuar con tu egoísmo y en semejante mediocridad al empeñarme en querer permanecer en una relación así de destruida.
¡Y vaya! ¡Qué tristeza me causó! Fuiste mi desastre más bonito, mi más amada desventura…
Dejé de intentar descifrar los motivos y la respuesta al tan mentado«¿En qué fallé?», sólo dejé de buscar al culpable de nuestro infortunio final; en mi defensa puedo decir que tal vez, nadie rompió mi corazón, fui yo quien rompió las expectativas de un amor ideal.
Al final entendí, que quererte fue mi travesura más ambiguamente adictiva, aunque me dolía en el corazón, también me hacia muy feliz, pero desprenderme de ti, tranquilizó mi alma y me hizo libre. Comprendí que tu recuerdo nunca se irá, ahora lo abrazo como a un amigo más; aún te guardo en un pequeño espacio en mi corazón, pero ya no en mi vida…
Gracias, porque ahora ese pasado ya no es tan pesado, ya estoy lista para amar de nuevo sin mirar atrás.