Hace algún tiempo amor…
Hace no más de seis meses que te conozco, hace menos de cuatro que comenzamos a tratarnos con un poco más de frecuencia, digámoslo de esta manera: en un corto lapso de tiempo te has convertido en una gran compañera; absorta siempre en tus pensamientos, en tus pesares, en todos tus divagues, has logrado comunicarme tus inquietudes, anhelos y más profundos temores, sin dejar claro está, de escucharme, al tiempo que con esa dulce y clara mirada, comprensiva te muestras ante mis tormentos.
Hace no más de tres semanas que compartimos esta especie de diario sobre nuestros sinsabores en el amor, menos de quince días han pasado desde que me has estado abrazando con más detenimiento a la hora de saludarnos, digámoslo con tus palabras: valoras un poco más mis abrazos, pues bien sabes que no me gusta proporcionarlos; poco importa lo que me gusta, mucha trascendencia ha tenido nuestra convivencia en mi persona, permeando en mi pensamiento una frecuente cuestión: ¿Qué soy yo para ti?
Hace apenas siete días desde que una conocida, muy cercana a mí, una de las protagonistas de mis historias de desamor, me ha preguntado por ti, asegurando que me siento atraído por tu persona, aseverando que hacemos una agradable pareja, hace sólo cinco días desde que algunos han notado la forma en que me abrazas, preguntándose cómo es que a ti sí te permito rodearme con tus brazos… Porque, digámoslo de esta forma: realmente detesto los abrazos.
Hace apenas cuatro noches desde que decidimos salir, no en plan de cita, a bailar durante toda una noche, sin la intención de bailar nosotros, con el deseo de bailar con otros, terminamos por danzar los dos juntos; hace apenas cuatro madrugadas desde que con frío y un poco de solemnidad nos acomodamos a descansar, juntos pero separados, uno al lado del otro, para contarnos con valor, nuestros más profundos dolores, nuestros más profundos terrores. Una vez más, digámoslo de este modo: compartimos más que el sueño y la compañía, compartimos el honor de saber que hay alguien que al igual que nosotros sufre, sufre y ahora conoce alguien con quien compartir ese sufrimiento.
Hace apenas unas horas, desde que nos han encontrado comprando conservas y justo después de aquel encuentro, nos hemos concentrado en la cuestión que se plantean los que nos rodean sobre nosotros, sobre lo que perciben de nosotros, sobre nuestras personalidades, y no advertimos que nadie nos conoce tanto como nosotros, entre nos…
Hace apenas unos minutos desde que separados por la gran cantidad de pasajeros, nos hemos hallado distanciados por un pequeño mar de gente dentro de un camión, pensando, observando al otro a la distancia, pidiendo, como si fuera la última vez que nos vemos, que el trayecto no termine, que mañana podamos repetir aquel saludo, aquel abrazo, aquel comprensivo gesto que nos permite desahogarnos de este fatal dolor.