Hoy volvió el retrato de Julia…
Hace apenas dos meses que apareciste en mi vida, te vi parada en el balcón del edificio y enseguida noté que mirabas a todas partes con el semblante un poco perdido, llevabas una falda negra acompañada de una blusa blanca, zapatos de tacón y sombrero negro, tus labios lucían rojos y de miel parecían tus ojos; volteaste a verme, fijándote de quién era el atrevido que te veía con tanto esmero.
Tratando de evitarte te encontré en alguna plática, cercana, desde el balcón echabas un vistazo, cuidando de atrapar alguna de mis miradas a tus ojos, por cierta extraña razón venías hacía mí, mientras te acercabas un tanto presurosa saludaste a mis acompañantes a los cuales por fin puse atención; una amiga te presentó con el resto, sin embargo dijiste conocerme, que hace días algún amigo tuyo te había dicho mi nombre, un poco sonrojado me disculpé por no recordarlo.
Después de aquella tarde me di la tarea de evadir cualquier tipo de encuentro contigo, es obvio que nadie nos había presentado, pero sé que recordabas la forma en que puse mis ojos en los tuyos; pese a mis sobrados intentos terminé por toparme contigo en algún pasillo, fue cuando quise dar marcha atrás al plan inicial y acercarme un poco a ti, tomar algunos riesgos y preguntarte un poco por la chica que yo veía.
Pasaron algunos días y no puedo negar que comencé a pensar en ti, la distancia que mantuve comenzó a disminuir y estas ganas irracionales de hablarte se incrementaron conforme fueron pasando los días, incluso te tomé algunas fotos mientras mirabas al horizonte con el semblante perdido, las conversaciones se volvieron más constantes y empecé a conocer a la mujer que eres.
Dejé de verte unos tres días, y por primera vez me cuestioné qué sería de ti durante este tiempo, ignoré si podía dejar de pensar en ti durante esos días y en lo que te diría en nuestro próximo encuentro, ya me costaba admitir que las cosas no estaban pasando, incluso llegué a mentirle a la foto en la que te pedí que salieras, le dije que no te extrañaba y que sólo es una imagen tuya a la cual no tengo que decirle lo que me pasa cuando te veo.
¿De qué sirvieron los últimos nueve días? De nuevo te ausentaste durante tres, en esta ocasión ya no me cuestioné si te extrañaría o no, pues supe que lo haría, sin embargo no tuve intención de tomar la iniciativa, aunque esto significase que no hablaríamos hasta que nos encontráramos de nuevo, cuando tus ojos me hicieran caer en otra larga conversación, de esas que sólo tú sabes mantener durante horas.
Dentro de cuatro días te irás un mes completo, esa noche hablamos durante horas, incluso había perdido la noción del tiempo hasta que noté en el reloj de arriba de mi cama marcadas las tres de la mañana, al tiempo que la batería de tu teléfono marcaba cinco por ciento; decidimos descansar y tras dos días de tu misma indiferencia y algunos intentos vacíos por comunicarnos, decidí no verte el día antes de tu partida.
Preferí mantenerme distante, pero esa mañana comprendí que no podía seguir haciendo lo mismo, después de alguna reunión con los amigos de siempre, regresé para verte una vez más, lucías muy bella, esa camisa roja encajaba perfecto con el pantalón claro y con el gorrito negro que cubría tu cabello, las trenzas que te hiciste resaltaban más la finura de tu rostro y cuando te pusiste las gafas no pude ocultar una sonrisa.
Volviste a casa desde hace dos días y he preferido no escribirte, supongo que el obsequio te gustó, pues te mostraste complacida, la indiferencia regresó y yo no sé si debo acercarme, parece que hay alguien más y desconozco si te importa, he vuelto a mentirle a tu foto diciéndole que no te extraño, pero anoche las cosas se pusieron extrañas, el retrato de Julia regresó, no a mis manos sino a mi mente.
Volvió, no sólo su foto, sino su recuerdo; volvieron todos los dibujos y los trazos que me obsequió, también los hilos de su pantalón y ese blanquito acordeón; volvieron el papel que le regalé, los poemas que escribí, las noches que le canté, y uno que otro beso que yo le di. Sin querer volvió, vio tu foto y primero le mintió, le dijo que me importaste, pero luego dijo la verdad…
Que nunca de ella me alejaste.
Contenido relacionado
La Leyenda del Hilo Rojo →
La carta amortiguada de un viajero →
Aquí estoy… →
