Le escribo al amor de mi vida
Hoy:
Sólo quiero decir que fuiste la persona más importante en mi vida, la persona a la que más he amado y quizás a la que más amé y amaré, no importa el tiempo, el dolor que cause la herida del desengaño mismo, la resignación tiene que llegarme algún día, espero no sea tarde para cuando llegue y este corazón siga latiendo.
Pese a todo, incluso al mismo sufrimiento en el que a veces me envolvía con mis absurdas creencias y pensamientos, siempre me alcanzabas aunque estuvieras lejos y me creía tus mentiras, tus dulces mentiras. Pero no importaba, bien sabías que te creería y te amaría igual o más que al día anterior y regresaría a ti como ciega y anularía cada uno de los defectos que ya te había visto.
Y me secaste todas y cada una de esas lágrimas que ya había derramado por tu ausencia en el vacío inmundo en el que estaba pero del que me rescataste con tu presencia. Me besaste y abrazaste y me hiciste prometer que no lloraría de nuevo pero sabías que aunque lo prometiese, seguiría llorando hasta sacar el sentimiento que me atormentaba.
Pasaron dos días o más y me volviste a proponer aquel plan tuyo que me volvía loca, ese que a la larga hizo que yo saliera de tu vida y entrara aquella otra. Pero lo acepté tarde o temprano, me harté de insistir, me olvidé que te amo. El recuerdo lo guardé en lo profundo de mi llanto, quizás pensaste que no te quería, que de ti ya no estaba enamorada porque la indiferencia mata más que un golpe o más que una palabra.
Me alejé de ti con todo el dolor de mi alma, pero aunque pasen mil años siempre voy a tenerte presente, pensaré en ti como la persona que amé más que a mí misma y que se llevó consigo una enorme parte de mi ser, que me dejó un vacío gigantesco, que me enseñó que siempre habrá un mañana para poder recomenzar, una nueva oportunidad de ser mejores día con día, de ver la luz reflejada en la mirada de los demás, y sobre todo, que el amor verdadero no lastima.