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Historias

Publicado en mayo 12th, 2015 | by Alan Y. Reyes

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Lejos de ti… 2da. Parte ¡Debes leer esto!

Me fui a estudiar a otra ciudad durante 3 años, los cuales semanalmente le enviaba una carta diciéndole lo mucho que pensaba en ella y cuánto la extrañaba, para mi desgracia nunca obtuve una respuesta, haciéndome pensar en que esa chica se había olvidado de mí. Terminando mis estudios, regresé con la ilusión de encontrarla, cuando tomé aquél avión que me regresaría a casa, juré que haría hasta lo imposible por localizarla.

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Pasaron los días, noches y atardeceres lluviosos; me paseaba en la calle preguntando si alguien sabía de ella y toda esa gente me respondía con un gesto de angustia en su rostro diciéndome que no, que tenían tiempo sin saber de ella. Entonces regresé a ese café donde la conocí y finalmente, al bajar de mi carro, la encontré nuevamente, pero no en el café, sino fuera de él, en la calle con el pelo sucio, la mirada perdida y suciedad en su rostro, con mucha tristeza en su mirada y sin recordar como sonreírle a la vida, su belleza física que la caracterizaba se estaba marchitando poco a poco. Me acerqué y le dije:

-Hola, ¿cómo estás? ¿qué te ha sucedido? anonadado preguntaba sin darle oportunidad de responder-

Ella con ese rostro de poco entusiasmo que tenía me respondió: -Pensé que ya no volverías y no es nada, solo es un poco de suciedad –expresó-

-Solo era cuestión de tiempo para estar contigo nuevamente, a nuestra historia le hacen falta muchos capítulos –repliqué mientras tomaba su mano para llevarla a que se aseara-.

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Platicamos sobre lo que pasó en todo ese tiempo, yo sentía que algo me ocultaba; trataba de saber más pero ella me lo impedía. A pesar de esa sensación de no saber si mi presentimiento era cierto, continuamos con nuestra relación aunque ya nada fue igual, quizá fue el tiempo que afectó, quizá solo era yo o simplemente no pasaba nada pero sabía que algo no estaba bien.

Conforme al paso del tiempo nos veíamos cada vez menos, si bien yo tenía muchas ocupaciones siempre me daba un tiempo para ver a mi amada, después de tres años en la lejanía quería el mayor tiempo a su lado pero tal pareciera que ella no pensaba lo mismo.

Durante tres meses, nuestra relación se quebrantó y pasó lo que te estás imaginando en este momento, sí, terminamos y aquella «chica del café» desapareció completamente de mi vida, sin dejar una señal de su existencia. En ese tiempo me fue imposible indagar sobre mis sospechas, ya no había tiempo para responder pero sí para cuestionarme.

Después de un par de meses, me encontraba en la lonchería de la Universidad como cada mañana y leyendo el periódico, me di cuenta que en el obituario venía la foto y nombre de ella. Al leer quedé impactado, no sabía qué hacer, si salir a correr en busca de ella y corroborar que era un error o simplemente asimilar de que nunca más volvería a verla. Sentía como si una cubeta llena de agua fría había bañado mi cuerpo mientras que mis lagrimas aún más heladas recorrían mis mejillas, trataba de quitarlas con mis manos temblorosas en ese instante pero no coordinaba mis movimientos.

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Me aislé por un tiempo de la Universidad, de mis amigos, en fin de todo; las ganas de vivir se me habían ido. Cuando todo estaba perdido para mí, tocaron a la puerta del apartamento, bajé y al abrir vi al cartero con su uniforme y su fiel gorra frente a mi puerta y en su mano llevaba una carta en un sobre blanco, la cual tomé y agradecí a ese hombre por la entrega, lo cual me respondió:

 –¡Joven, qué bueno que se encuentra! Esta carta tiene un par de meses que se la enviaron, pero al no encontrarlo en dos ocasiones, el día de hoy se la vengo a entregar. Firme aquí, por favor. -Apuntaba hacia un formato-.

-Muchas gracias Finalicé… Extrañado por esto, comencé a ver el sobre: no decía nada por fuera, no tenía absolutamente ningún dato que debe de llevar una carta. Me dirigí a mi cuarto, me acosté, abrí el sobre y comencé a leerla…

Continuará…

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Psicólogo en potencia en el área laboral, con fundamentos en el MKT social. Escritor por las noches, humano de día. Mis historias son tan personales, que mi vecina aguarda todas las noches a que me duerma para poder entrar por mi ventana y ver si escribí sobre ella.



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