Lejos de ti… Final
Recibí la llamada de mi padre al que tenía tiempo sin escuchar, esos minutos terminaron por catapultar mi dolor pues el motivo se trataba de mi madre; tuvo un accidente al ir a casa donde perdió la vida. ¿Puedes imaginar el dolor que sentía pasar por cada una de mis músculos, huesos y terminaciones nerviosas? Mi torrente sanguíneo se volvía una vía de ácidos que cruzaban por mi cuerpo; mi padre se deshacía mientras yo no asimilaba lo que en cuestión de minutos derrumbó los proyectos que conseguí al partir lejos y dejar a Laura… Sin saber que la vida de ella, se desmoronaba a la par de mis sueños.
Esa misma noche tomé un vuelo rumbo a con mi padre para velar a mi madre, la mujer que me dio la vida y que no tuve oportunidad de hablarle siquiera de Laura; ironías de la vida, ellas estaban juntas y ambas sufrieron mi abandono.
-Hijo, tu madre ahora ha partido y tú eres lo único que me queda en este mundo, ella deseaba verte… Sigo sin creerlo. -Atónito hablaba mi padre- Te amo, mi campeón –remataba-.
El llanto incesante entrecortaba sus palabras que en mi cabeza retumbaban como si yo fuera el culpable de lo sucedido. Me enfundé en un abrazo de padre a hijo que me recordaba cuando llegaba papá del trabajo y corría en busca de sus brazos, apenas era un niño.
Esa noche se volvió la más triste en lo que llevaba de vida, dos seres amados, diferente temporalidad pero algo en común: yo no estuve ahí.
Después de tres semanas donde el dolor era parte de mi vida, tuve un sueño con Laura, aquella jovencita de ojos pizpiretos, risueña, trabajadora y tímida; la mujer que hechizó mi vida. En ese sueño, ella me respondía todo lo que me cuestionaba a mi mismo y yo no me cansaba de pedirle perdón, esa palabra que aprendí después de lo mucho que quizá me equivoqué. Laura ha partido, mi madre la acompaña, mi padre es un viejo lobo experimentado que aconseja a este inexperto que va por la vida tropezándose pero que se levanta aprendiendo de cada caída.
Después de todo he entendido el significado del amor, aunque eso me costó no poder amar a esa persona, comprendí que para alcanzar los sueños no basta con tenerlos, sino compartirlos y que ese ser que tanto pides, puedes encontrarlo en el lugar menos impensado; como en el café, en el bus o en internet.
Hace tiempo que cambié las lagrimas por sonrisas, el abandono por el apoyo y la soledad por una familia. Cada mes visito el lugar donde reposa el cuerpo de Laura, a un lado de con mi madre, seguro estoy de que ellas están juntas platicando y cuidando cada paso que he dado mientras yo tomo el café y las famosas rosquillas sin glaseado cada mañana.
Quizá no exista un mañana que me permita amar, aprendí tarde pero aún me encuentre a uno, dos o miles de kilómetros y mundos de distancia, lejos de ti… Te seguiré amando.