Lluvia de Agosto… ¡Lee esta emotiva historia!
Le daba una rosa en botón tal cual si le entregara su vida entera, esperando que ella simplemente lo mirara… La entregaba pensando que era su corazón sin rasguños, limpio como la tarde que tanto tiempo esperó, pidiendo al cielo el valor para acercarse a esa mujer que para él era la más bella del universo.
No era una rosa entregada, era su corazón temeroso de marchitar de olvido en cualquier banca, ella podría haber sido la mujer más feliz, con un amor tan puro como la lluvia de agosto, con ese amor con el que sueñan todas ellas… Las que esperan que existan los príncipes y dragones, nada tan limpio como el amor que dan ocho años de vida… Acompañada a la flor una carta en una hoja de cuaderno, una carta de vida donde le dice:
Querida maestra:
Quiero decirle que la amo, yo no sé si está bien decirle que la amo y que usted es lo más importante que tengo, no me importa salir al recreo, no me importa salir a jugar con mis amigos; lo único que quiero es que me deje darle un beso en sus mejillas tan bonitas, estoy enamorado de usted y quiero que sea mi esposa. Así como mi papá y mi mamá que se quieren tanto, si usted quiere, podemos tener tres hijos como los papás de mi amigo Javier, con el que me junto todos los días.
Si quiere podemos vivir en mi casa del árbol que me ayudó hacer mi papá y mi tío Toño, ahí podemos tener todo lo que necesitemos, con todo lo que usted me enseña y con todo lo que yo la quiero no nos faltará nada, tendremos a mi mami cerca para que nos haga de comer tan rico como todos los días y con el Domingo que me da mi papi le puedo comprar un helado de esos que veo le gustan tanto. Quedo de usted, Gabriel.
Pd1: No sé si esté bien lo último, lo vi en un película
Pd2: La quiero mucho
Pd3: ¿Cuando sea grande nos podemos casar?
Pd4: ¿Nos podemos ir a la luna…?
Los ojos de la maestra se llenaron de lágrimas con una ligera sonrisa; a sus cuarenta años se daba cuenta que el amor más puro que podría recibir en toda su vida, era de un niño de ocho años, no sabía cómo decirle que eran muchos años de diferencia y que se sentía enamorada ante esa flor y la carta de que recibía, no quería romperle el corazón y simplemente le dijo:
Muchas Gracias, vete a jugar… Luego platicamos…
Gabriel no entendía que pasaba, sentía que había hecho mal porque ella estaba llorando, sin embargo la sonrisa en su maestra podría haber sido un sí que nunca recibiría, sus amigos lo miraban pasar, algunos lo veían como su héroe y la mayoría como algo raro, las niñas sólo suspiraban sin saber porqué.
En él había un antes y un después de ese día que entregó su corazón en una rosa y una carta, la flor permaneció en el escritorio de la maestra y nunca volvieron a platicar del tema, sin embargo, todos los días ella le obsequiaba un beso en la mejilla y Gabriel se iba todos los días feliz a su casa… ¡Feliz a su vida!