Lo lograste, me hiciste entender
Con el corazón roto comprendí que todo había acabado, y es que es difícil no darse cuenta cuando tu paulatina falta de interés me azota despiadádamente. Tu constante desinterés me iba desgastando poco a poco. No entendía cómo alguien que decía quererte, podía hacerte a un lado así de fácil.
Tus mensajes eran cada vez menos, las palabras cariñosas habían desaparecido; te sabía de memoria, conocía hasta el tono en el que me escribías y de pronto sólo notaba al leerte, que ya me escribías sólo porque sí.
Llegué al punto de no saber ni siquiera por qué seguías conmigo. Dejamos de vernos y tú no hacías nada al respecto, comencé a sentir que sólo me decías lo que quería oír y nada más lo hacías cuando querías algo de mí. Poco a poco dejé de sentirme deseada, mi autoestima y moral se encontraban en el piso y lo peor de todo es que no sabía cómo decírtelo.
Me aterraba la idea de que te fueras, de que me dejaras, pero ¡vamos! yo ya estaba sola. Irónicamente a la par del miedo, sabía que debía y quería alejarme de ti, sabía que no debía estar más contigo, pero inútilmente en mi corazón existía la esperanza de que aún me quisieras, de que recordaras por qué es que estábamos juntos… pero eso jamás pasó.
Con el tiempo comencé a ser fría como tú, pero eso me mataba, me dolía tener que fingir que tampoco me importaba, que no me dolía… ¡por Dios!, yo moría un poco cada día.
Sabía que ninguno de los dos tendría el valor para acabar las cosas, yo por miedo a “perderte”, y ¿tú?, sigo sin saber por qué aún seguías conmigo. Mis intentos por alejarme eran inútiles, bastaba con escuchar de tus labios un “perdón” para caer rendida de nuevo a tus pies.
Me sentía agotada, pero algo me seguía reteniendo a tu lado. Pasó el tiempo y nunca vi de ti un esfuerzo por retenerme y así poco a poco comencé a darme cuenta de que estaba sola en esta relación. Me dolió comprender que había terminado, que no me querías mas; así fue que comencé a quererme yo, a olvidarme de ti.