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Vida

Publicado en abril 19th, 2015 | by Paola Romay

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Mis desencuentros…

Hay algo que es inherente, algo que habla por mí; desencuentros.

Despierto por la mañana. Observo todo sin tener nada en las manos; doy cuenta que algo me falta y llega el instante en que echo un vistazo a la habitación, tan lúgubre como mi espíritu.

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Irónicamente no siempre ha sido así, por infortunio mío he tanteado, únicamente tanteado,  aquello a lo que llaman felicidad.

Recapitulo como a un filme aquellas ocasiones en las que he sentido lo exquisito que es vivir; momentos efímeros que me  han hecho sentir tan infinita, pero ahora tan vacía.

Latente ese momento en que me encuentro contigo, ese diálogo que se logra entre los dos, esa mirada que no me permite pensar, ese tacto tuyo dibujando lo que eres sobre mi piel. Aquel color que obsequias a los días. Ahí cuando coloreas cariño, cuando reparas.

Sí. Me encuentro con él, lo exploro, le contemplo, para convertirse así en parte de mi esencia; el tiempo nos abraza y nosotros a él. Nos hace sentir vivos, nos hace existir un momento; nos hace ser.

 

Solo contigo

 

Degustación tan sublime de satisfacción, de encanto; de saber que no podría mejorar esos instantes aunque quisiera y ciertamente: no quiero. La perfección nos define, en este trance somos perfección, somos poesía.

Pero es allí cuando la realidad, la dirección de mi universo interviene. Nos devuelve cada quien a su sitio y nos aleja; quiero pensar que nos acomoda, el uno sin el otro.

¿Es así como debe ser? Noto que al menos debe serlo para mí. Eso parece desde hace algún tiempo. De nueva cuenta lo confirmo, del modo más lacerante, más amargo. No importa cuán inmejorable sea la ocasión, mi labor no es más que la de recordar. Probar ligeramente el sabor de lo bello que es respirar, para posteriormente verlo esfumarse, verlo desaparecer; como a ti, como a mil.

Cuando esa fortuna se encuentra en la cúspide, llega el momento de caer. De despertar y volver a aquel vistazo que caracteriza a las mañanas. Aquel vistazo en el que volteo y no te veo. Aquel vistazo en que recuerdo nostálgicamente que no estás.

 

SOLA

 

He querido tanto a ratos, que ahora duele todo el tiempo.

 

En ese viaje interminable cuando abordo a la memoria no tengo otra opción, excepto resignarme a la ausencia, aceptar la soledad; debo recibir involuntariamente el perderme y no hallarme. Recibir nuevamente lo que la existencia tiene para mí: desencuentros.

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