Los reclamos que no pude decirte
Tengo mucho que reclamarte, mucho. Por ejemplo. ¿Por qué no quisiste luchar por lo nuestro? ¿Por qué se te hizo más fácil guardar silencio e irte y dejarme sola en medio de la tormenta?
¿Cómo podría explicar la frustración, la desilusión que sentí? Yo no podía creer que cuando la crisis llegó a nuestra historia no supiste qué hacer y simplemente te fuiste. No hubo un adiós, no hubo un «hablemos». Todo se redujo a un interminable silencio que poco a poco me consumió y me hundió en la más grande de las tristezas.
Se me rompió el corazón y me paralicé. De la tristeza al enojo y del enojo al orgullo. ¿Por qué si sabías que te amaba tanto, sólo te fuiste? ¿Por qué no lo hablamos? Mi única respuesta es que tú no me amabas y entonces viene otro reclamo: ¿Por qué dejaste que mis sentimientos crecieran tanto si tú no sentías igual? ¿Por qué no me amaste? ¿Soy tan difícil de querer? Sé que el amor no se pude forzar, pero sí estabas obligado a hablarme con la verdad, de frente y ser honesto. Lo hubiera preferido mil veces a ese silencio angustioso que me hiciste pasar.
Fuiste cobarde, no luchaste. Qué duro ha sido despedirme sin haber dicho adiós y dar por terminada esta historia sin un final. Es como caminar a ciegas sin saber en qué momento tropezaré de nuevo con tus recuerdos y mis frustraciones.
Me enojó mucho tu pasividad, el no querer arreglar las cosas y rescatar lo nuestro. Pero tengo que reconocer que tú ya habías dicho adiós mucho antes de haberte ido.