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Historias

Publicado en octubre 26th, 2016 | by Karlita

Más allá del cielo

Ojalá viviera un poco más para verme convertida en alguien de 30, ojalá viviera un poco más para enseñarles a mis hijos lo importante que es vivir el momento, ojalá viviera un poco más para verme con las canas crecidas y aprendiendo a pagar las cuentas, ojalá viviera un poco más para olvidar el quejarme por un rato y reírme de lo pobre que económicamente me siento por más que trabaje, ojalá viviera un poco más para ir a todos los karaokes de la ciudad y ponernos pelucas de colores y lentes más grandes, ojalá viviera un poco más para ir a comer las pizzas más deliciosas, ojalá viviera un poco más porque siento un dolor fuerte y desolador en el pecho; ese dolor lo he tratado de comparar con los hechos más impactantes de mi vida, pero ningún dolor se compara, no hay anestesia ni cirugía que lo cure. Ojalá viviera un poco más para reírme más y pensar menos en lo que es políticamente correcto.

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Me gustaría vivir un poco más pero no me gustaría que me vieras así, en la esquina del lugar en donde es mi funeral, llorando y sintiéndome hoy más que nunca parte de mi familia y de su dolor inmenso e inexplicable de haberme perdido. Te contaré que llevo todo lo que un día planeamos que llevaría puesto: vestido, tacones, maquillaje y peinado, pero mis lágrimas arruinan todo, mi mirada perdida y gris no combina con cómo me veo. Me gustaría vivir un poco más para que todos estos recuerdos contigo no se convirtieran en sal frente a todos los que me ven, ojalá viviera un poco más para no tener que llorar y dejar descansar mi alma, no apagar la luz de tu camino.

Habíamos hablado de tu muerte, pero no de la mía, ¿y quién lo iba a decir? que estando arriba iba a estar más cerca a mi vida terrenal. Yo no recordaba mucho porque tenía mucho que decir, no te permití hablar… había tantas cosas hechas palabras que estaban listas para salir disparadas como una bala sin dirección y en desespero. Recuerdo que me mirabas con una tristeza y un vacío que aunque estaba ahí todavía, se empezaba a sentir como un hoyo negro sin fondo. Tus lágrimas acumuladas cristalizaron tus grandes ojos cafés y yo no tenía tiempo para llorar, en cambio tú… tú jamás había visto salir tantas lágrimas de tus ojos y estar ahí en carne y hueso para presenciarlo todo. Permaneciste callado la mayoría del tiempo y no dijiste nada, pero podía sentir lo que pensabas. No recordaba más allá del simple pillado de la máquina que dicta los latidos de mi corazón, la habitación se envolvió de blanco, de mandatos y voces en tono alto para poder salvar mi vida, pero todo fue inútil, era mi tiempo y se había acabado.

Un 2 de noviembre de años después, la arena estaba sobre tus pies, el aire empezaba a enfriarse y estaba a punto de ocultarse el sol; las olas golpeando con fuerza aquellas piedras que salían imitando la punta de un icebierg, por esa y muchas razones más era mi favorita. Sabías que estaba ahí, por muy lejos que estuviera el cielo. Te sentaste, cruzaste tus piernas y empezaste a jugar con un puño de arena entre tus manos, la dejabas escapar despacio como si fueras el reloj, pensabas qué decir mientras las olas eran lo único que se escuchaba. Finalmente, después de aclarar tu mente y garraspar tu garganta esperando desatar los nudos, hablaste — Te extraño. Me estoy volviendo loco, no tengo a quién contarle todo, todo lo que tú sabías y con nadie más compartí. Eres una estúpida. — Levantaste la mirada y ¿Qué tipo de paraíso era ese? aunque la nostalgia embargaba tu corazón, sentiste paz, tal y como yo lo haría estando en tu lugar. Estaba a lado tuyo, toqué tu mano pero no me sentías.

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Si en el pasado estando viva sabía que sentías y pensabas, ahora todo ese lazo era todavía más fuerte y yo era más sensible y fuerte intuitivamente hablando. Sentía tu tristeza, tu dolor, incluso sabía todo aquello que ya no me podías contar; era más perceptiva que cualquier otro del paraíso, cada uno lo es con las almas que ama. Sentía tus latidos, podía saber tus palabras antes de escucharlas salir de tu boca, pensabas qué decir para evitar echarte a llorar y qué bueno que no lo hiciste, me habrían obligado a desaparecer —Nunca supe qué amor merecía, porque siempre estuve con los que no me merecían. Nunca subí el escalón a la primera posición, pero a veces la primera posición la tienes en la vida de quién menos esperas, y ahora que sabía quién era….te fuiste

Había muchas razones para llorar, pero te dejé una muy importante para no hacerlo: Tenía una estatura acorde a la edad de 2 años, tenía pestañas largas y ojos muy expresivos y alegres, estaba a unos centímetros de ti jugando en la arena, buscando conchitas. Se acercó a ti con todas las que en la palma de su pequeña manita le cabían, las recibiste y sentiste que tu saliva no disolvió el nudo, pero sonreíste ampliamente. Ese niño era tu felicidad, después de él ya no tendrías que buscar a alguien que te amara, porque él te amaría sobre todas las cosas. Eras su papá. — Gracias — Lo miraste a los ojos, le alborotaste el cabello y lo abrazaste como se abraza a las personas que extrañas mucho y tenías mucho tiempo sin ver. Él no comprendía el brillo en tu mirada, pero se sentó sobre tus piernas y miraba hacia el horizonte, la vista del mar en calma, el ruido de las olas, las gaviotas y el viento fresco que les desacomodaba el cabello. — Mamá dice que no debes de estar triste, me dijo que debo cuidarte, le prometí que lo haría. —Te quedaste mudo y parpadeaste un par de veces más de lo normal esperando que no fuera algo producido por tu imaginación. — ¿Cómo sabes quién es tu mamá? — Preguntaste con esa voz sutil y ecuánime, aunque tu corazón empezó hacer un estruendoso ruido, tu cerebro no sabía si tu propio corazón estaba jugando contigo; mirando a Sebastián a los ojos, muy impactado de lo que te acababa de decir de la nada, en medio de un silencio.

Ella me contó todo. Una noche mientras tu dormías después de haber llorado por horas, te escuchaba siempre, por eso junté mis manos como me enseñaste y ese día ella apareció, me abrazó y dijo que yo era el hombresito más valiente que ella conocía. Tocó mi corazón y una luz que se parecían a los polvos de oro de thinkerbell alumbraron todo. Tapé mis ojos con mi brazo y todo se volvió como antes, pero me lo dijo, dijo que ella era mi mamá. Era muy bonita, entonces yo voy ser muy guapo. — Soltaste una carcajada por lo último y habían desaparecido las ganas de llorar, no había cosa que te hiciera más feliz, que saber que ese niño era completamente tuyo y se parecía mucho a ti.

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