Me engañaste; pero… ¡Favor que me has hecho!

Recuerdo exactamente cuándo te conocí.

Ambos estudiábamos la Universidad, tenía mi grupo de amigas con las que charlaba constantemente. No recuerdo haberte visto antes por ahí, aunque sé que no ponía mucha atención a los chicos, pues eran otras mis prioridades.

Terminaron las clases tome asiento en una banca del patio de la escuela para observar el partido de futbol rápido que jugaban contra otra institución. Tú a lo lejos con tus amigos, hacían burla de uno de ellos porque este, no dejaba de mirarme. Su mirada era tan penetrante que hacía sentirme acosada terriblemente. Creo que lejos de admirarme parecía que me inspeccionaba así que me incomodo su fijación por mí. Ni siquiera lo conocía y sólo de verlo ya me caía de la patada.

No tardaste mucho y te acercaste. Me preguntaste mi nombre sonriendo e inmediatamente hubo algo en mí que me motivó a contestarte y comenzamos una agradable conversación, así que duramos un buen rato charlando.

Te comportaste sumamente amable, sugeriste que me acompañarías a tomar el bus al terminar la escuela y obviamente no me pude negar. Ese gesto de cordialidad me agrado mucho además de que eras un hombre muy guapo a mi parecer.

Fue así como se inició, lo que se convertiría en una simple historia.

Al día siguiente, me buscaste de nuevo, tus intenciones parecían ser buenas por lo cual comenzamos siendo amigos. Después, me acompañabas hasta mi casa porque casualmente vivíamos muy cerca uno del otro. No puedo negar que fue fácil caer en tus redes. Me sedujiste de una manera especial. Te encargaste de hacerme sentir valiosa e importante para ti. Por lo cual los días eran distintos, amanecía feliz de ir a la escuela, comparándolos con los anteriores donde despertarme temprano realmente era un gran problema.

Llegaba entusiasmada al salón y mis amigas sólo escuchaban como hablaba sobre ti. Supongo que las aturdía con mis halagos hacia tu persona, pero ellas jamás me lo comentaron. Me estaba enamorando. ¡Qué remedio!.

Uno de esos días rutinarios en donde me acompañaste, vino a mí la pregunta que ansiaba con tanta ilusión. Definitivamente no podía negarme.

Hacía tiempo que esperaba escucharlo de tus lindos labios. Y así se escribía el destino que nos esperaba a ambos.

Lo que era tan hermoso. Sin más, se derrumbo.

Me di cuenta de tus mentiras, de tus farsas y de lo que realmente eras. Supe que nunca fui solamente yo, sino que tu astucia y la represión en mi casa te llevaron a realizar la mayor obra maestra de tu vida.

Tenías tiempo de ser mi novio, pero también el novio de alguien más; yo era la chica de la escuela y ella la otra que vivía a un lado de tu casa. O tal vez yo la otra. Vaya! Era lo mismo, me engañaste vilmente.

Tu argucia era perfecta. Me convertí en cómplice de tus malditas estrategias.

Me hiciste sufrir, me lastimaste el corazón, te encargaste de exprimirlo con tus falsedades.Me subiste a la nube para luego aventarme sin aviso alguno.

Pero esto no se quedaría así. Me prometí que ella debía de enterarse. Era tanta mi rabia que fui a reclamarte tan pronto tuve tiempo. La tontería más grande y estúpida de mi parte fue haberte contado mis planes como una amenaza. No tomé en cuenta que eras un sabio de la falsificación. Después de que te reclamé fuiste enseguida a llamarla para inventarte una historia sobre mí. Le comentaste que una loca acosadora que quería romper con tu noviazgo, era tan ilusa que no lo vi venir.

Cuando llegué a casa de ella para contarle lo sucedido, ella ya estaba más que advertida. No pude hacer otra cosa más que entregarle tus pertenencias como testigos. Pero eso no sirvió de nada, mis ganas de que te quedaras solo como un perro callejero, no resultaron en lo absoluto. Ella prefirió creerte a ti y no la culpo.

Eras un excelente mentiroso graduado oficialmente en la mejor escuela del engaño.

No pude hacer más que retirarme enojada. Mi mente me culpaba de haberte creído. Estaba ardiendo de coraje por dejarme envolver con tus palabras.

Te imaginaba burlándote de mí frente a tus amigos, mientras yo luchaba con mi corazón para arrancarte en un olvido.

Pero una cosa sí tenía muy en claro y es una frase que alguna vez escuché.

Ésta dice: «Cada plato aguante su vela.” No tengo la menor idea de quién la inventó, pero sabiamente lo dijo. Y muy a mi pesar, pero la vela que yo cargaba pesaba de más, no era digna del plato de porcelana que la portaba. ¡He dicho!

A varios años de tu partida tus amigos me contaron sobre ti. Fue difícil superarte, pero hoy lo he logrado. Ellos me contaron que fui parte de una apuesta para burlarse de aquel chico que me observaba en la universidad, porque estaba enamorado de mí. No me sorprendía enterarme de ello, cualquiera hombre infiel como tú, es capaz de hacer cualquier cosa por alimentar su ego.

También supe que te casaste con esa chica que ciegamente confió en ti, sé que tuvieron una separación consecuencia de tu falsa manera de vivir. Aunque regresaron me dijeron que ha sufrido a causa de las heridas que le has causado y que su matrimonio ha sido un sube y baja continuo. Sé también que ahora tienen 3 hijos y que sin culpabilidad alguna también han sido víctimas de tus actos. Esto sin contar que tu vida continua y sigues destruyendo también la de los demás.

Después de todo esto hoy he comprendido que fui afortunada al darme cuenta de tu engaño. Reconozco que Dios tenía un plan mejor para mí y que por mucho daño que cualquiera me cause; Él siempre estará conmigo.

También sé que has pagado las consecuencia de tus malas decisiones y que en cuestión de amor más vale estar solo que mal correspondido.

Ahora imagino la vida de esa chica sufriendo constantemente y todo por un hombre que no valora cuando le aman verdaderamente.

Aunque estoy sola, sé que alguien mejor me está esperando y puedo decirte frente a frente que seguiré creyendo en el amor pues como yo lo valoro, sé que alguien más también sabe valorarlo.

Mis amigas me han dicho que los tiempos de Dios son perfectos «Eclesiastes 3:11», y con mi fe en alto, puesta siempre en Dios, yo también lo creo.