Mi vicio eras tú…
Siempre tuve un vicio por alcohol, esa felicidad instantánea que me proporcionaba estando en la fiesta, no importaba nada, no quería que acabara la noche, ojalá fuera eterna; tomar un trago otro trago hasta que se acabara la botella, divirtiéndonos con los amigos, bailando una y otra canción, cualquier ritmo que nos pusieran lo bailábamos, rodeados de mucha gente. Yo te miraba a ti, me gustaban todos tus gestos y lo feliz que eras, al final terminábamos tú y yo, nos acercábamos con el pretexto de que estábamos ebrios, estar cerca era muy peligroso, sabíamos que nos deseábamos.
Al día siguiente nos consumíamos en la misma cama, la resaca, los escalofríos, el dolor de cabeza era insoportable, todo se hacía más tolerable cuando me abrazabas, siempre me cuidabas. –¿Te sientes mejor?– Me preguntabas; hacíamos como si nada hubiese pasado –Tengo que irme a mi casa– Sólo decía eso y huía.
Próximo fin de semana, otra vez ese vicio del alcohol, el pretexto era lo de menos, te llamaba preguntando si tenías planes, llegabas al lugar, tomábamos como si no hubiera mañana, nada importaba en ese momento; al finalizar la noche terminábamos juntos saciándonos uno al otro, no sé qué era más adictivo si el alcohol, tus besos o lo que sentía, sólo quería repetir ese momento, tus manos acariciando mi piel, ese instante donde sólo éramos tú y yo, excitados, felices y desnudos.
Ese día no contestabas las llamadas, estaba rodeada de mucha gente y me sentía sola, yo quería más alcohol y no me sabía igual, me puse a recordar todo….
Tus besos, tu piel desnuda, cómo me tocabas, había tanto fuego entre nosotros, la forma en que me hacías gemir, nada me causaba más placer, nunca hubo palabras bonitas, me gustaba que me hablaras sucio; al otro día la resaca no era igual, la ansiedad no la soportaba, el dolor de cabeza, acostada en mi cama me sentía vacía, algo me faltaba y no sabía qué…
En ese momento descubrí que, mi vicio eras tú.