Mi vida sin ti… Mi vida contigo
Interminables noches de vacío y soledad adornaban mi vida, oscuros y fríos amaneceres acariciaban mi alma, lágrimas secas atormentaban a mi corazón afligido por una dolorosa angustia.
Sin un rumbo fijo, sin una meta, sin un anhelo por el cual luchar, sin un sueño por el cual vivir. Así vagaba mi alma, pérdida entre la vida, como un fantasma suspendido entre la vida y la muerte, condenado a sufrir los dulces tormentos de sus errores pasados, perseguido por mis demonios que no me daban libertad de la oscura celda en la que me encontraba.
Así, así era mi vida sin ti, si es que a eso se le puede llamar vida. Una existencia efímera, con un reloj en cuenta regresiva sólo a la espera del triste y solitario final.
Y fue desde ese calabozo encerrado en las tinieblas que alcancé a ver un rayo de luz, que una suave brisa de verano acarició mis sueños y me hizo despertar.
Era el hermoso brillo de tus ojos y la sublime dulzura de tus labios dibujando la primera sonrisa que me regalaste.
No puede evitar sentir miedo, sentirme sobrecogido por la sensación de estar vivo otra vez, sentir que la vida comenzaba de nuevo y que tendría que enfrentar las sombras que me ataban al pasado.
Y más aún, no pude evitar sentir y pensar que ya te conocía, que algo en ti me resultaba familiar, que mi alma ya te había sentido antes.
Me miraste, volviste a sonreír, nos tomamos de la mano y recorrimos aquella solitaria calle por la noche, hablando de tonterías y a la vez revelándonos secretos prohibidos para muchos, dejando que la luna y las estrellas que esa noche brillaban más de lo normal fueran nuestras cómplices en la bonita historia que ambos comenzábamos a escribir.
Entonces lo supe, ya te conocía ya te había visto, ya habíamos estado juntos; fue en mis sueños, desde niño eras tú ese ángel que velaba mis sueños y mis ilusiones y que a lo largo de mi vida se fue convirtiendo en la mujer que yo sabía era mi destino, en la única mujer a la que podría amar como ahora te amo.
Y fue cuando me sentí libre, libre de castigos, libre de miedos, libre del dolor que hasta ese entonces había sido la única compañía fiel que no se alejaba de mi lado.
Decirte que te amo resulta fácil ahora, sin que sepas a ciencia cierta todo lo que provocas en mi vida con una simple mirada, el mundo entero que desatas en mi corazón con una sonrisa y el cielo eterno que recorre mi alma con cada beso que me das.
Así, así es mi vida ahora contigo, una vida llena de ilusión, de cariño, de ternura; una vida a la que no le importa el tiempo que le quede, porque sabe que ni la muerte misma podría poner final a este amor.