Muriendo internamente…
En ocasiones, muchos de nosotros en algún momento de nuestras vidas, nos hemos enamorado.
Nuestros pensamientos se enfocan a esa persona especial, que consideramos nuestra otra mitad. Le conocemos de vista y encontramos un sobrenatural rasgo que nos atrae. Compartir tu vida al lado de esa persona maravillosa no depende de ti solamente. Basta con que comparta tus mismos gustos, tus mismas ideas o simplemente ambos se atraigan físicamente para que surja esa explosión de sentimientos que con el tiempo llegamos a considerar el amor perfecto.
Conforme transcurren los días, meses o tal vez años, vas conociendo más de tu pareja y es el tiempo quien te hace pensar que es la persona ideal para ti. Te sientes placentero, pleno, extasiado cada vez que esta a tu lado, su simple compañía te hace ver el mundo diferente y andas por la vida con una sonrisa pintada en el rostro cada vez que entra a tus pensamientos.
ALARMA, ALARMA… No todos corremos con la fortuna de ser correspondidos hasta la eternidad, es justamente en el momento en el que te encuentras mas idiotizado cuando surge la tormenta.
Su forma de ser ha cambiado radicalmente, esa persona especial ya no se comporta igual que cuando te conquistó.
No es fácil aceptar que ya no te pertenece y luchas contra toda amenaza que desee interrumpir tu dicha; Así que… Nos aferramos a la idea de que es algo temporal y consideramos que todas las parejas pasan por un proceso difícil. Entonces nuestra mente, nuestra alma quizá nuestras fuerzas se ven estropeados por los esfuerzos que realizamos para recuperar aquella persona de la cual ya no nace ni un sólo interés por ti.
La razón de su sentir esta fuera de tu alcance. Esa persona ha entregado el corazón a alguien más. Te culpas, no lo comprendes, lloras, gritas, sufres porque idealizaste tu futuro a su lado. Hicieron planes juntos, crearon un mundo fantástico para ambos en el futuro, es probable que te hayas alejado de amistades, de familia, incluso le hayas dado prioridad a tu pareja en aquellas ocasiones en que la escuela no te daba el tiempo para verle.
Te arrepientes de haber tomado esta actitud pero no hay vuelta atrás. Tus escenas de amor ya no existirán más. Entonces tu corazón se siente exprimido, sin ganas de latir, un dolor en el pecho te invade. Lloras y te haces mil preguntas. Te fatigas tanto en tu tristeza. Sientes que tu interior falleció.
Conforme pasa el tiempo tu herida es más grande, se convierte en una llaga que no te deja vivir, entonces te das cuenta, que en un segundo, la vida se va. Te frustras pues sabes que estás vivo(a), pero a la vez no lo estás. Tu interior ha fallecido, la agonía te ha invadido. Sientes como si esa persona te golpeo la espalda en un descuido, sin tocarse el corazón y sin un poco de piedad. Vives, con un corazón perturbado por la ausencia.
Dentro de ti, reconoces que tu corazón se aferra a una fantasía,
¡Aún no enloqueces!; entonces meditas… Sabes que su sola presencia te hará sufrir más.
Vives; con un dolor que te carcome, tus fuerzas se debilitan y no tienes otra opción que levantarte para continuar.
¡Misericordia! aún no la conoces, más valdría fallecer, que volver a comenzar.
¡Muerte! consecuencia de sufrir para vivir, las ilusiones terminaron, el cielo, se derrumbó. Un día desconsolada recuerdas aquel hombre del cual tu madre un día te platico.
Inclinas tu rostro, cierras tus ojos y en pensamientos escuchas una voz que te consuela.
Tu alma llora, tu corazón se derrite, tus entrañas gritan y entonces mueres, sin ninguna rendición. Tienes vida nueva en Cristo, gracias a su amor, hoy tus ilusiones reviven, y tu alma se alegra, empezar es una dicha; quedó atrás la tristeza.