No hay camino, se hace el camino al andar…
Aquella tarde de un casi otoño, un viento ligero envolvió de pronto mis pensamientos, el panorama se tornaba encantador, el verme sentada en la banca de aquel parque donde las hojas de los árboles se contoneaban conforme la tarde iba cayendo, el olor a rosas de colores hacía resplandecer mis sentidos y me provocaba una paz infinita en medio de un ir y venir por mis pensamientos.
Solía escaparme a escondidas, a perderme del bullicio de niños corriendo y exigencias pedidas por comprar helados y dulces al atardecer, era la manera exacta de poner en orden mis ideas, de sacar a relucir prioridades, que entre ellas la principal era estar en paz conmigo misma.
Observé a lo lejos una pareja de jóvenes que sonreían y los abrazos sin parar que recibía cada uno, observé la forma exquisita de sentirse queridos, y sentí una empatía exacta de aquellas tardes cuando solía juguetear con el amor, de las veces que caminé tomada de la mano por plazas y avenidas y bares de moda, las veces que visité iglesias y caminé por la plaza de mi universidad, de las veces que dije: me siento agradecida por sentir, por vivir
De cuando me refugié en mi café favorito y caminé por parques en otoños esperados y recibí entonces abrazos correspondidos. porque cuando se está enamorado solemos dar abrazos que se corresponden, de ésos que se llevan en el alma, para que en momentos como este se recuerden y entonces se vuelvan a sentir. Me perdí en las sonrisas de aquellos jóvenes que despacito desaparecieron de mi vista y suspire y volví a sentir el olor a rosas y esa paz que disfruto.
Me recosté sobre el césped podado a la perfección y cerré los ojos, y pensé de los caminos de mi vida, de ésos en los que me encontré personas leales, amigables, cariñosas, enojonas. En los cuales sin querer he dejado huella, aunque dice una de mis queridas amigas, que mujeres como ella, como yo y como muchas, vamos dejando huella en esta vida sin necesidad de recalcarlo y solemos ocupar un lugar importante, ya sea en los caminos andados o en recuerdos sentidos; es cuando logramos volvernos responsables de nuestros errores, aprendiendo que la vida hay que vivirla y que ser feliz es opcional, que tenemos esa magia exquisita que sienten las mujeres maduras, aunque nuestra madurez venga a momentos y no siempre de golpe, acaparando miradas profundas sin importar el género y es cuando nuestros pasos se convierten en pasos firmes al caminar calles empedradas, otras libres de asfalto. pero al final de cuentas, caminos de esos que no pensábamos en conocer…
Una sonrisa firme y marcada en mis ojos me hizo conectarme a la realidad, el sonido de mi teléfono se escuchó con insistencia, y eras tú, sí, precisamente tú, la persona que acapara mis emociones y pensamientos, de esa manera en que daría lo que tengo por tan sólo sentirte cerca de mí, por mostrarte las tardes en los parques, por compartirte por un momento la paz que siento y este olor a rosas que me envuelve.
El que hace con una sonrisa rebasar sentimientos que sentí alguna vez y del cual me hace responsable de mis acciones. Tú, que eres con quien empecé un camino que no conozco y sin embargo gustosa puedo decir, que:
Caminante no hay camino se hace camino al andar…