No hizo falta nada…
Despertaba como cada mañana, suspiraba y sonreía mientras se miraba al espejo, contemplaba detenidamente su reflejo y al paso de un pensamiento dentro de su cabeza, concluía con las palabras «no hizo falta nada«.
Se hacía tarde para salir de casa y apresuraba sus pasos, agilizaba sus manos y cautelosamente concluía cada cosa de su casa con un «no hizo falta nada»
Era imposible descartar su presencia en el trabajo, tenía una chispa que lo identificaba, que no dejaba ni permitía pasar por alto que él estaba allí, cuidadoso de sí, pendiente del recuerdo y con una mirada que a más de uno podía sorprender… pero a más de uno en alguna ocasión le preguntó si había hecho falta algo.
Un día alguien hizo la pregunta, ¿por qué te aferras en preguntar después de alguna actividad si no hizo falta nada?; calló por un momento, sonrió, tomo del hombro a su compañero y explicó detenidamente:
Hace algún tiempo, ella olvidó cosas en mi casa, cosas que quizá hoy le hagan falta. También olvidó llevarse mis sentimientos, mis ganas de amar, mis deseos que con muchas fuerzas quedaron herrados en mí. Olvidó que yo también aprendería a olvidar, no tomó en cuenta que en algún momento notaría que se le olvidaron más cosas en mí, que las que dejó en casa.
Es por eso la pregunta, no olvidemos cosas por allí, cosas que te traigan recuerdos más tarde. No olvidemos sentimientos, palabras, miradas… que el día de mañana harán falta. No olvidemos nada, algún detallé, un buenos días amor, un ¿cómo te fue, mi vida?, un te quiero, un te amo.