Nuestra primera noche juntos…

Estabas frente a mí, podía percibir tus ganas de hacerme tuya, de entrar y hundirte en mi ser, el ritmo con el que hablabas, la manera tan intuitiva de acercarme a ti, el movimiento de tus ojos, de tu boca, la manera libidinosa con la que me mirabas, me desnudaste y aún yo tenía cada prenda en su lugar, yo sólo pude cerrar los ojos, sentir que estaba en el lugar que quería, con la persona que deseaba y haciendo lo que tanto anhelé por semanas enteras. Sólo cerré los ojos y dejé que me llevaras al cielo.

Fui tuya, tanto como hayas querido, mis movimientos, mi respiración, mis gestos, la temperatura del ambiente, todo lo controlabas tú, eras el creador de cada cosa que hacía y sentía, yo sólo respondía a tus estímulos, sólo me estaba asegurando de llegar a lo más profundo a través de los sentidos, quería que fuéramos como una mastrioska, quitarnos de a poco cada capa hasta llegar al alma, donde sólo queda la esencia que define si somos o nunca seremos.

Te observé detalladamente, te olí, te saboreé, te toqué y te sentí. Te aseguro que en ese momento deseé que fueras el último hombre en mi vida. Ahora el problema era cómo hacer para que tú también desearas que yo fuera tu última mujer.

Escuchaba los pasos y los susurros de las personas en la calle, los carros, la música de los bares cercanos y escuchaba el sonido de nuestros cuerpos al subir y al bajar, todos estaban en su mundo, con sus alegrías y sus pesares, nadie sabía que esa noche, en un cuarto del centro histórico de la ciudad de México, una mujer se estaba enamorando, se estaba entregando a otro ser, estaba dejando debajo de la cama sus miedos, traumas, inseguridades, sus miedos. Estaba libre, desinhibida, estaba feliz. Sólo él sabía la verdad de esa mujer que a la vez tenía tanto de niña.

Tu secreto para que yo deseara hacer el amor contigo el resto de mis noches, era tu experiencia, el saber cómo tocar, es lograr que el mundo parezca más bonito, que yo me sienta linda y especial, tu secreto es mirarme y tocarme tanto que no me quedara duda que pocos hombres podrían hacerlo como tú, que no todos iban a conocer y amar cada cualidad y defecto que fueran descubriendo, nadie como tú.