¿Quedarme contigo o no?
Mandarte a volar o no mandarte a volar, he ahí la cuestión.
Opción uno: Cerrar el ciclo.
¿Por qué conservar una relación que lejos de aportarme me quita? Veamos, cuando hablamos de aportar, me refiero a que ya no veo en ti al hombre que hacía despertar mis neuronas, al que retaba mi intelecto con frases suspicaces y entrelíneas metafóricas, al hombre que me ilustraba con tanto conocimiento de mecánica o de arquitectura, el que me provocaba risas de campeonato con chistes sacados bajo la manga, o que en plena calle hacía un descubrimiento darwiniano al comparar el trabajo de unos cuántos con el de las hormigas. No, ese ya no está, se ha ido y…. ¡quién sabe a dónde!
Opción dos: Quedarme contigo.
Si me quedo contigo podré tener el calor de un cuerpo en la noche (insisto, sólo el cuerpo porque tú ya no estás presente). Sentirme acompañada al verte, tener con quien cenar o ver la tele, hablar del estado del tiempo o del trabajo, quien me haga el amor o más bien lo que quede de él, alguien que me envíe un mensaje al día para informarme que no llegará a comer. Tener con quien dar un paseo en silencio y monótono y ver el fútbol sin emociones.
Lo tengo claro, la vida a veces te regala opciones. Hay cosas que invariablemente no podría cambiar, pero qué hacer con mi vida es algo que sí puedo decidir, ya agoté las demás variables, esas que insisten en platicar hasta el agotamiento, crecer ante las adversidades y solucionar los vacíos.