Quiero enamorarme de un hombre real…
Te quise, pero siempre estuve más enamorada de la fantasía del amor.
Y todo vuelve a empezar. De nuevo, debo encontrar un motivo, una ilusión. Sé que tener vida, salud, familia, trabajo, entre otras cosas deberían ser razones suficientes, pero por desgracia para una romántica empedernida es necesario compartir tanto con el «amor de su vida».
El problema de ser tan romántica es que me mantengo más tiempo enamorada del amor que de un hombre. Y esta vez no fue la excepción. Ese héroe que venía del fin del mundo a salvarme pasó de ser una figura celestial a un hombre terrenal. Un hombre que para estar con él exigía de mí renunciar a todo lo que yo sola había logrado conseguir, cambiar mis planes, mis sueños, hasta de ciudad y yo, estaba dispuesta a hacerlo, quería hacerlo, porque más allá de ser una gran profesional, exitosa y adinerada quería ser una mujer enamorada que compartía su vida con el mejor hombre de todos, con uno que la amaba verdaderamente. Por eso, con tantos miedos, y entendiendo las consecuencias y los cambios que iba a enfrentar le dije que sí, que lo dejaba todo por él, mi sueño más grande era vivir el amor y él, por un instante parecía ser mi amor.
Me costó semanas decidirme y cuando por fin lo hice, de repente, él no quiso, dejó de quererme, cambió su visión y su sentir por mí. Me dejó, se fue y yo me quedé desubicada, perdida, con una vida en caos. Tenía todo listo para mudarme con él, ya había construido otros planes, otros sueños, tenía ahorros, mis maletas y mis ilusiones listas. No había nada que pudiera decir o hacer, ya lo intenté y no había nada más que agacharme y recoger mis pedazos, él caminó tan rápido que cuando alcé la cabeza ya se había perdido entre la multitud.
Lloré, lloré noches y noches, no iba a volver a ver su sonrisa, sus ojos, su cabello, su espalda; su voz no iba a volver a susurrarle a mis oídos, sus manos no me iban a tocar nunca más, ya no iba a dormir, a despertar con la paz de saber que estaba a mi lado. Quería correr, gritar, quería entender porqué debían ser así las cosas, me reclamé el volver a querer, a confiar, a creer. Sentí que iba a ser difícil reponerme, sentí que mi vida iba a quedar triste, sola y vacía por siempre.
Después, entendí que más que perderlo a él, era mucho más fuerte el dolor de otro fracaso amoroso, el miedo de otro volver a empezar, de verme de nuevo sola, aceptar lo sucedido, mantenerme de pie. Comprendí que yo le tenía fobia a la soledad, que estaba enamorada del amor, de la idea de una vida perfecta, conforme a los libros que leo, a la música que escucho y a las películas que veo.
Por supuesto, él era un ser especial, lleno de grandes virtudes, hubiese sido maravilloso que lo nuestro durara más y también lloré por eso, sí lo quería, sí pude amarlo más, sí tuve temor a equivocarme y a arrepentirme pero sí iba a intentar que esa fuera mi mayor locura de amor, una exitosa, una gran historia que contar, si quería que el corazón me gobernara.
Ahora que de nuevo estoy sola, debo decir que sí lo extraño, que no le mentí cuando le dije que podía dar todo de mí por los dos. Acepto que lo quise mucho pero más quise a la esperanza de que él fuera el príncipe azul que me prometieron de niña. En este momento no sé que está haciendo él, yo ya no lloro, sólo escribo, esa es mi terapia, eso me está sanando.
Ya no quiero seguir enamorada del amor, quiero enamorarme de un hombre real que también pueda amarme intensamente pero sobre todo sinceramente, aunque antes de eso debo enamorarme de la vida y de mí, ese es mi primer paso a seguir.
Escribo fin para otra historia que no era amor.
Por: Carolina Duarte
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