Quiero un amor de adolescente
A veces quisiera regresar a la época de la secundaria o incluso de la prepa, para tener un noviazgo sencillo, pero aventurero, sin tantas complicaciones, de esos que saliendo de la escuela se van a un parque y todo es miel sobre hojuelas, donde lo único importante es el momento, sin estar pensando en futuros inciertos.
Un amor detallista, donde hasta una simple paleta de dulce nos alegraba el día y se nos hacía un gran regalo. Donde habían celos, sí, pero celos de niños, de esos que con un simple beso arreglaban la situación. No te preocupabas por el gasto económico, pues una salida a caminar, a un parque, ir por un helado, a una feria o al cine no implicaban mucha inversión.
Pero ahora, en estos tiempos donde uno debe estudiar y trabajar para poder mantenerse, todo se vuelve más difícil.
Cuando somos adolescentes nos urge crecer, ser adultos para ya trabajar, tener dinero y ser exitosos, pero cuando crecemos, nos damos cuenta que estábamos demasiado alejados de la realidad.
Un amor de adultos son celos, discusiones, planes a futuro que nos estresan, gastos monetarios, ya no hay tiempo para los detalles y para ser cursis, románticos, pues todas estas cosas ya las vemos bobas, absurdas. Aseguramos que todo eso ya son cosas de niños, ir a los parques ya no aplica, ahora todo el dinero debe ser invertido en algo productivo.
Dedicamos a nuestra pareja ya sólo el tiempo que nos queda libre, pues tenemos que dividirnos entre escuela, trabajo, familia, amigos y nuestra relación sentimental y aún más si tenemos un pasatiempo, clases extra, practicamos algún deporte, etc.
Nuestra vida se vuelve tan ocupada y con prisas, que vivimos ya el amor de una forma “madura”, como solemos decirle. Ya tenemos que estar preparados para en un futuro vivir en pareja, casarnos, tener hijos, terminar nuestra carrera y encontrar pronto un buen trabajo para seguir solventando todos los gastos propios y los compartidos.
Antes nos enojábamos con la pareja y por la noche ya estábamos arreglando todo, o al otro día en la escuela te llevaban un rosa y un “perdón”, y todo se solucionaba, pues los motivos de las discusiones eran por cosas tontas, nada grave. Ahora, nos peleamos y duramos días sin hablarnos, esperando a quien se le doblega primero el orgullo y da el primer paso. Nos lastimamos, nos ofendemos, hacemos reclamos, reprochamos cosas, ya no valoramos a la gente. Ahora ya no tenemos tiempo para nada.
Por eso ahora que ya crecí y que vivo ese tan famoso “amor maduro”, quisiera volver a vivir un amor de adolescente, donde nada más importaba nosotros dos, donde los detalles estaban a la orden del día y no se nos hacían tontos. Donde decir “te quiero” varias veces estaba permitido, porque ahora ya no es válido decirlo, pues suponemos que la otra persona ya lo sabe.
Díganme cursi o lo que sea, pero anhelo ese amor joven, inmaduro, simple y sincero, donde las cartitas en hojas con dibujos aún se daban, donde no había redes sociales para pelearse por cualquier cosa, donde cada “cumple mes” salíamos a festejar o nos regalábamos algo. Donde teníamos tiempo suficiente y hasta de sobra para dedicarle un momento de calidad a nuestra pareja. Pero sobre todo, donde el amor en verdad se sentía y no sólo se decía sentir.